Miedo.

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Estas solo, no tienes nada que temer. Entonces, ¿de que tienes miedo? Recorres toda la casa asomando la cabeza antes de doblar cada esquina del pasillo. Te aseguras de que la puerta de entrada está bien cerrada. Hace tiempo que ha oscurecido y has bajado las persianas, pero aún así, haces un último esfuerzo y miras en todas las habitaciones de la casa. Todo en orden, no va a pasar nada.

¿Seguro? 

Como un ratón asustado, pasas como una exalación delante del baño y crees haber visto algo tras la cortina de la ducha. Te paras, cuentas hasta diez y te decides a entrar. Tras ella, tu imaginación. En este momento, tú y ella son los únicos que estan en la casa. Al menos es lo que deseas, ¿verdad? Cierras la puerta. Eso te hace sentir a salvo pero, ¿de que? 

Te encaminas al salón e intentas concentrarte en el programa que ponen. Por supuesto antes has encendido todas las luces. Notas un viento frío en la nuca y mientras, te giras lentamente. Tu corazón se desboca, la garganta se seca y se te eriza todo el vello del cuerpo. Una corriente nada más, o acaso ¿esperabas otra cosa? Vuelves a mirar la televisión y... ¡¿Que ha sido eso?! Has oído algo caerse en la cocina. Lástima, siempre es el lugar más alejado. 

Te levantas, te pegas bien a la pared, caminas despacio. Tan despacio que parece que tus pies sean de plomo y estiras el cuello como si esperaras que de un momento a otro, alguien surgiera de la última esquina.

Venga, te falta poco.

Estas frente a la puerta. Alargas tu mano temblorosa hasta tocar el interruptor de la luz. La sartén está en el suelo. No tendrías que haberla dejado en el borde de la mesa. Riéndo nerviosamente. vas al salón y apagas la tele. Mejor es ir a la computadora. No estás a gusto, ¿cierto? Ese silencio en toda la casa te aterra. Miras intranquilo hacia la puerta. ¡¿Lo has visto?! ¡Sí! Es una sombra que acaba de pasar frente a tu puerta. 

No quieres salir a mirar pero sabes que vas a hacerlo. Para qué demorarlo. Solo asomas tu cabecita y lo que descubres es... 

Soledad.

Tranquilo, tranquilo. Son tus nervios, nada más. Entras en tu página favorita y ¡BLAM! Algo se le ha caído al vecino, pero a ti casi se te sale el corazón por la boca. Es más de lo que puedes soportar. Notas como tu oído se abre. Está alerta esperando ese último crujido que hará que tus nervios se vengan abajo. 

Esperas un rato...

Un poco más...

Respiras hondo. Todo está bien. No hay ruidos, no hay fantasmas ni sombras. Solo tú. 

Es tarde y decides acostarte. Tras de ti, la casa en tinieblas parece que te observa, y un escalofrío recorre tu espalda. No miras. No hay nada. Lo sabes. Pero tus pupilas ya estan dilatadas. Cuando llegas a tu habitación, das un salto para meterte en la cama y de un manotazo apagas la luz. Cubres tu cabeza con las sábanas, mientras tiemblas pensando en ese ser que imaginas esta alargando su siniestra mano para tocarte.

Aprietas los ojos con tanta fuerza que te duelen. Pero la curiosidad es más fuerte. Te destapas y abres los ojos para notar que no estas solo en la oscuridad.

Pero no te preocupes, esta noche estas a salvo. Tus padres acaban de llegar y cierras los ojos plácidamente para tener dulces sueños.

Hoy te has librado... pero no te confíes.

Mientras tú vivas, yo viviré en ti...

Yo soy tu miedo...

Y sé que cuando menos lo esperes...

Te atraparé. 

Leyendas UrbanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora