Thomas
—Pensaba que no te ibas a levantar —dijo Dylan, golpeando mi costado con su mano, sacando un "ay" de mi boca por el suave dolor en mis costillas.
—¿Qué hora es? —contesté, bostezando, probablemente ni siquiera se entendía lo que decía. Sentía la pesadez de mis párpados, la de todo mi cuerpo que me impedía levantarme de la cama. Aunque usualmente me levantaba relativamente temprano sin ayuda de alarmas ni nada, hoy no había sido uno de esos días. Quería seguir durmiendo y no tener que despertar por nada del mundo.
—Las diez y media —respondió. Se veía mucho más despierto que yo, y, por el olor que emanaba, también ya había ido al baño y se había lavado la boca con el cepillo extra que le había regalado anoche.
—Uhmmmmm —gruñí, volteándome y poniéndome boca abajo contra las sábanas. Había tardado bastante en dormirme la noche anterior, con mi mente repasando los últimos minutos que había vivido, y mi pulso bombardeando sangre por mi cuerpo como si fuese una autopista. Al contrario, Dylan se había dormido bastante rápido. Unos pequeños ronquidos suaves se escucharon al comienzo de la noche salir de su boca, y habían casi servido como ruido blanco para ayudarme a dormir, luego de pasar minutos y minutos tratando de tranquilizarme. Aún podía recordar el roce de su piel, cómo se quedo dormido casi acurrucado hacia mí, la suavidad de sus respiraciones contra mi cuerpo.
Dylan empezó a golpearme con la almohada que había usado para dormir, y, cuando vio que eso no había surgido efecto para hacerme levantar de la cama, comenzó a intentar a hacerme cosquillas. No había nada más en este mundo que yo odiara que las cosquillas, y él lo sabía.
—NO, DYLAN, NO —dije, intentando liberarme de su agarre, que era mucho más potente que el mío. Me retorcía como podía, casi arrancando las sabanas de mi cama, dejando un desastre que luego en la tarde, cuando se hubiese ido, tendría que recoger.
—Muévete que tengo hambre —contestó, soltándome de una vez. Nos quedamos mirando por un momento, en silencio. El cuarto estaba iluminado por la luz natural del sol que entraba por las ventanas, como siempre me gustaba que pasara. Ver su cuerpo bañado en esa iluminación, su pelo brillando un poco, sus ojos resplandeciendo, me hacían pensar en cómo era posible que yo, yo de todas las personas, hubiese tenido la oportunidad de besar a alguien como él —Muévete, Thomas —volvió a decir, rompiendo el momento, empujándome con una patada.
Entrar el baño se sintió como encontrar un refugio debajo de una tormenta, como llegar a un espacio seguro en donde podía explotar todos los sentimientos que llevaba dentro de mí desde la noche anterior. Los besos de Dylan se repetían como una película sin fin en mi cabeza, la fuerza de sus manos aguantando mi mandíbula y la parte de atrás de mi cuello, la suavidad de sus labios, en especial de su labio inferior, que había colocado en medio de los míos. El sabor de su boca, las sensaciones que me hizo sentir, el latir de mi corazón, el desespero de mi cuerpo. Tuve que meterme rápidamente a la ducha, poner el agua fría, sentir los cubos de hielo bajar por mi cuerpo para calmarme, para centrarme en los hechos y las cosas que realmente estaban pasando, o bueno, que no estaban pasando, y no dejarme llevar por mis ganas o por mis deseos, por el correr de mi mente.
Cuando analizaba los hechos, las cosas seguían normal, ¿cierto? Dylan había actuado como si nada, en lo poco que interactuamos ahora mismo. Me decía en mi mente eso una y otra vez, intentando normalizar la situación. Una parte de mí había decidido no volver a tocar el tema, no hacer ningún acercamiento de ese tipo hacia él, a menos que él lo comenzara. No quería asustarlo, y tampoco quería que pensara que me moría por él o que sentía cosas aún más profundas que solo un beso y ya, no importa si fueran cosas ciertas o no. Si él quería repetir algo, la bola estaba en su cancha, no en la mía.
ESTÁS LEYENDO
Te amo, y por eso te odio. [Gay]
Teen FictionVarias cosas eran ya una realidad clara para Thomas: estaba comenzando su penúltimo año de escuela superior; su familia entera, menos su madre, vivía en otro estado; su mejor amiga era la persona que más quería en el mundo; su padre era una persona...