Capítulo 11: La Búsqueda (Luke) [Parte 2]

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-Con que ahí estaba la puerta...-murmuro.

Enfoco la linterna hacia arriba, las escaleras dan a una ventana. Si no ando mal encaminado, esa debería ser la de Jon, pero no estoy del todo seguro. Subo hasta la ella, todavía hay trozos de cristal en el suelo, que intento evitar pisar para no hacer ruido. Me alejo de la ventana y subo hasta otro pasillo, también con escasa luz. Nada más terminar de subir las escaleras, piso sobre algo blando. Apunto hacia abajo con la linterna y veo que acabo de pisar un cadáver. Tengo que ponerme la mano en la boca para no dar un grito.

No sé cuánto tiempo puede llevar este cuerpo aquí, pero no está ni de lejos tan descompuesto como debería. El cuerpo tiene arañazos por todo el... bueno, por todo el cuerpo. Tiene una expresión de horror en el rostro. En sí mismo, no es tan escalofriante como los que nos encontramos en Alepo, pero hay que admitir que el ambiente da más miedo.

Me bajo del cuerpo lo antes posible, y levanto el foco de la linterna. Todo el pasillo está lleno de cadáveres.

-Oh, mierda... -murmuro, dando un paso adelante y evitando pisar otro cadáver más-. ¿Qué ha pasado aquí?

Habría dado lo que fuera por que Helena, o Jon, o incluso Brian estuviera aquí conmigo. Dudo que nunca pueda olvidar esta escena. Hay cuerpos que incluso están apilados contra la pared, algunos con cristales clavados, otros con arañazos... pero no veo ninguno con heridas de bala. Sea lo que sea que les haya pasado, el ejército no tuvo nada que ver.

Doy dos, tres, cuatro pasos más. La luz de la linterna solo me muestra tragedia, dolor y muerte. No sé quiénes eran, pero nadie merece morir así.

Al final del pasillo hay una ventana por la que entra la luz exterior. Contra esta luz veo a una figura que se mueve. No es como la que he visto antes ahí fuera, sino con cuatro patas y agachada sobre uno de los cadáveres. Está comiendo.

Me quedo paralizado de miedo, pero la criatura no parece haberse percatado de mi presencia.

Más despacio que nunca antes en mi vida, doy pasos atrás, sin importarme si piso algún cadáver o no. Cuando estoy al lado de la escalera, algo suena en el piso de abajo, como unas cacerolas cayendo al suelo. Sin pensármelo dos veces, me escondo detrás del giro que hace la pared entre el pasillo en la escalera. Aguzo el oído lo máximo que puedo para oír si la criatura se acerca o no. Espero unos segundos, pero no oigo nada, así que bajo las escaleras con el mismo sigilo de antes. Llego al corredor de la puerta arrancada y me quedo entre las escaleras y la puerta de la izquierda. Esperando a oír otro sonido que me indique adónde ir.

Y no tardo en oírlo, a mi izquierda, tras la puerta, se oye otro sonido similar al de antes, y la puerta se abre de golpe. Alguien sale corriendo hacia mí y choca conmigo, casi tirándome al suelo. Al recuperar el equilibrio veo quién es: Rob.

Me dispongo a saludarle y celebrar que está bien, pero se echa encima de la puerta y la cierra, haciendo fuerza para que ésta se mantenga así. Yo no puedo sino quedarme atónito y desconcertado.

-Bueno, ¿vas a ayudarme o qué?-dice Rob, de mal humor.

Doy un paso para ayudarle, sin siquiera saber qué hay tras esa puerta; cuando algo más suena a mi espalda. Me doy la vuelta y veo a la bestia cuya sombra había visto arriba bajando las escaleras y gruñéndome. No, no es un novos. Pero ojalá. Éste es más grande y con un rostro que remarca su origen felino. Si los novos eran Lobos de Arena, esto es un León de Arena.

En menos de un segundo, aparece otro león al final del pasillo, en dirección contraria a la ventana por la que yo he entrado, también gruñendo.

-Rob-digo-. Deberíamos retroceder.

Él se separa de la puerta, y me doy cuenta de que en su mano lleva un martillo. Juntos retrocedemos y un tercer león sale de la puerta que Rob estaba sujetando.

«¿Dónde demonios está Jon cuando se le necesita?» me pregunto. Dejo de retroceder cuando oigo algo más a mi espalda. Me vuelvo en redondo y veo al cuarto león.

Estamos rodeados.

-¿Se te dan bien las pistolas?-pregunto a Rob.

-Mejor que los martillos-responde.

Le miro.

-¿Cambio?

Asiente y me da el martillo y yo a él la pistola. En ese mismo momento, el león de atrás se lanza sobre mí, y le respondo con un martillazo, haciendo gala de meses de práctica en la Frontera. Me quedo un segundo mirándole para comprobar si sigue consciente. Qué gran error.

A mi espalda suena un disparo y después un golpe seco, que significa que uno de los leones ha muerto. Después otro se me lanza encima, no tengo tiempo de reaccionar y ambos caemos al suelo. El animal intenta morderme la cara, pero le sujeto la cabeza metiendo el pulgar entre la piel y los dientes, intentando mantener al animal lo más lejos posible de mí. La saliva baja por mis brazos, y mis manos pierden fuerza, mientras que el león la va ganando. Poco a poco sus dientes se acercan a mi cara. Durante todo el proceso, el león y yo nos miramos a los ojos con desafío, aunque sé que sabe que él va ganando.

Los pelos de sus bigotes me empiezan a rozar cuando, de pronto, el animal deja de hacer fuerza. Medio segundo después suena un disparo. Me quito al león de encima. Suena otro disparo a mi derecha. Miro su procedencia y veo a Jon con su fusil con la bayoneta manchada de sangre. Baja el arma y veo que mira más allá de mí. A Rob. Tiene un pequeño arañazo a un lado de la cara, pero por lo demás parece estar bien.

Jon me ayuda a levantarme y después ayuda a Rob, que se toca la herida.

-No te la toques-digo, a sabiendas de lo mal que suena-. En el coche tenemos lo que haga falta para curarte. Eh... lo siento.

-No te preocupes-dice, aunque aún parece molesto-. Siempre había querido una cicatriz guay.

Río un poco, pero Jon sigue igual de tenso.

-¿Qué pasa?-le pregunto.

-Deberíamos irnos-responde-. Seguro que los demás no andan lejos.

-Tienes razón-dice Rob, muy serio-. He visto unos cuantos más en la zona este del edificio.

-Entonces no hay tiempo que perder-apremia Jon-. Vamos, saldremos por donde he entrado yo.

Pero los animales tienen otros planes. Cinco leones más aparecen en el fondo del pasillo, y éstos están más cabreados si cabe que lo otros.

-¡Yo los retendré!-dice Jon-. ¡Vosotros idos!

No discuto eso ni loco. Rob y yo subimos las escaleras corriendo, mientras se oyen dos disparos a nuestra espalda. Llegamos a la ventana y Rob dice:

-Tú primero.- Yo asiento-. Recuerda: no dejes de rodar al caer.

Asiento de nuevo, echo una última mirada atrás y veo a Jon subiendo las escaleras. Suelto el martillo y salto.

Al caer, hago lo que Rob me ha dicho, pero apenas disminuye el dolor de la caída. Me levanto y sacudo la arena de los pantalones.

Miro a la ventana al tiempo que Rob salta a través de ella. Cae y da una voltereta en la arena. Un segundo después, es Jon el que salta, y un león salta tras él. En el aire, Jon se gira y dispara al animal, para caer al suelo al segundo siguiente. Miro de nuevo a la ventana, y veo a un león asomándose y gruñendo.

-¿Me ayudáis, por favor?-pregunta Jon. Le miro y veo que la pierna ortopédica se le ha descolocado. Nos acercamos a él.

-¿Qué quieres que hagamos?-pregunto.

-Sujetadme la pierna mientras ato bien las correas.

Yo hago lo que nos dice, mientras que Rob vigila por si vienen más leones. Jon se ata las correas, se baja la pernera del pantalón y se levanta. Da un par de pisotones, para asegurarse de que todo está bien fijo. Después de eso, dice:

-Bueno, hay que volver. Luke, dispara la bengala mientras vigilamos.

Se vuelve hacia el edificio y yo doy un paso hacia adelante, alejándome del edificio. Saco la pistola del cinturón y la cargo con una bengala de punta verde. Apunto hacia arriba, dispuesto a disparar, pero otra bengala se me adelanta. Se oye un pequeño petardazo a lo lejos.

Rob y Jon se ponen a mis lados, pero no sé si saben que yo no he disparado esa bengala. Entonces suena otro petardazo, lo que solo puede significar una cosa: Helena y McBride están en peligro.

La Edad de Arena 2.- El Viaje.Where stories live. Discover now