Un White Day extraño

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Meitantei Conan y todos sus personajes son propiedad de Aoyama Gosho.

Un White Day extraño

Fingir que no sabía que Heiji era el autor de los mensajes florales le costaba horrores. Kazuha se esforzaba por comportarse como siempre, pero cuanto más se esforzaba más sospechaba Heiji hasta el punto de llegar a preguntarle qué demonios le pasaba. Definitivamente mentir no era lo suyo.

Se anudó el lazo azul marino afianzando su cola de caballo y salió a la calle apresurada porque se había quedado dormida. El día no empezaba demasiado bien, suerte que era viernes. Giró la esquina casi derrapando, algo voló hacia ella y lo agarró con seguridad gracias a sus buenos reflejos. Observó el objeto: un casco de moto.

—Ya me imaginaba que te habrías quedado dormida.

Sabía que estaba agotada, entre exámenes, entrenamientos y los preparativos del vestuario para una obra de teatro que preparaban para el final de aquel curso Kazuha no dormía demasiado. Se le notaba, no hacía falta ser un gran detective para darse cuenta.

—¡Heiji!

—Anda, sube —bufó poniéndose el casco y bajando la moto de la pata de cabra.

Kazuha se puso el casco también, aseguró la mochila sobre la de Heiji y montó obediente asegurándose de sentarse sobre la falda y pegarse lo máximo posible a la espalda de Heiji, no era cuestión de ir enseñando las bragas por ahí de buena mañana. El trayecto de veinte minutos a pie se transformó casi en un suspiro con la moto.

Tendiéndole la mano por encima del hombro Heiji la ayudó a bajar antes de hacerlo él. Sus compañeros les miraban de aquel modo extraño en que lo hacían cada vez que estaban cerca el uno de la otra o compartían algún gesto cómplice como aquel de ayudarla a bajar.

Aquella ayuda inocente siempre recibía un murmurado «el príncipe ayudando a su princesita» que a Heiji le sacaba de sus casillas y que Kazuha contestaba con su mejor cara de póker. Tras aquel gesto sabía que Kazuha recibiría un sinfín de comentarios desagradables por parte de otras chicas que la consideraban una rival a batir y también sabía que ella les respondería con indiferencia. Aquellas chicas estúpidas que no sabían que no podían ganar.

—Ah, Heiji —pronunció quitándose el casco—, antes de que se me olvide, esta tarde ¿podrías venir a mi casa?

—Claro... ¿es que ha pasado algo?

Kazuha se adecentó el pelo con los dedos, negó con la cabeza y esbozó una sonrisa inocente.

—No, nada. Es sólo que... en fin, tengo que darte algo.

—De acuerdo —replicó arrastrando la moto hacia el parking de bicis del patio delantero del instituto.

Ella se despidió saliendo disparada para reunirse con sus amigas mientras él cerraba la cadena de seguridad, aunque era un recinto cerrado nunca se sabía si algún cafre querría robarle la moto. Por si acaso, él prefería no correr el riesgo.

La profesora de inglés iba explicando la lección, pero Heiji no le estaba haciendo el más mínimo caso. Analizaba a Kazuha sin despegar la vista de su espalda que se movía al ritmo de su respiración relajada. ¿Qué demonios le pasaba? Se comportaba de un modo tan extraño que no podía evitar preocuparse. Desde hacía unas semanas parecía sentirse incómoda con él, al menos esa era la sensación que tenía y eso le hacía sentirse incómodo a él. ¿Seguiría dándole vueltas a lo del admirador secreto? Había dicho que era cursi, ¿no? Entonces no tenía lógica que eso le preocupase hasta el punto de alterar su comportamiento. Kazuha siempre había sido excesivamente transparente, incluso cuando trataba de no serlo, cuando mentía parecía llevarlo escrito en la frente... Era incapaz de descifrar aquel misterioso comportamiento. Aunque quería lograrlo por encima de cualquier otra cosa.

El caso de las flores y el chocolate de San ValentínWhere stories live. Discover now