Nota 7

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Escrita con lápiz en una hoja del bloc rayado. La dejó encima del inodoro.

Empezaba otro domingo aburrido sin mayor motivación que esperar seis días para verte. La mañana era previsible y encima gris. Cada tanto llovía un poco y paraba. Me desayuné las quejas de Ester porque ayer no fui al supermercado. Y cuando volví "del trabajo" ni siquiera pregunté si había algo para comer. Ya venía saciado. Si supiera que mi trabajo era quedarme mirando tus lunares y empapar las sabanas de sudor. Las quejas se volverían dardos de cianuro. Tal vez todo terminaría de acomodarse. Hasta hay alguna posibilidad de que lo aceptara. Es decir, ella ya no se preocupa en lo más mínimo por calentarme. ¿Por qué se ofendería si alguien más lo hace? No hay razón para competir. Aparte yo tampoco insisto demasiado, hasta hace unos meses la buscaba, le daba besos en el cuello mientras ella cocinaba, le susurraba chanchadas que solíamos hacer, pero no había reacción, a veces se enojaba. Llegué a pensar que era peligroso besarla cuando tenía un cuchillo en las manos. Quizá ella también tiene a alguien y por eso todo se mantiene como un mar helado. Hacemos todo por los chicos. Sin decirlo nos dividimos las tareas para sobrevivir, para plantear distancia en el único día que compartimos completo.

Fui a hacer unas compras al supermercado con Gustavito. Ella se quedó enseñándole a resolver unas ecuaciones a Laura, en otra épocas yo las hubiese acompañado solo para encontrar el momento justo de atacarla en el rol de profesora que tanto la excita. ¿Se estarás comiendo a un profesor? ¿Será el de educación física? No me causa ninguna gracia pensar todo esto.

En el supermercado me encontré a Lisandro, un compañero infumable del trabajo. Gustavito le preguntó si tenía una fiesta porque el carrito estaba lleno de cervezas y dos botellas de whisky. "Sí, hay una gran fiesta en casa esta noche", mintió sin esforzarse, aceptando que ya lo conocía. Ese pobre diablo no da fiestas, es un alcohólico empedernido. 

Cuando hablo con Gustavito siento que el mundo va mejorar notablemente con su generación. Me llena de orgullo escuchar sus preguntas. Sus ideas son libélulas, no le harían daño a nadie. A veces se me caen las lágrimas de solo imaginar cómo deberá endurecerse de acá a un tiempo.

La adopción fue idea de Ester que estaba negada a embarazarse. Como buen pelotudo que soy al principio me enojé con ella, le decía que eso era su falta de compromiso con un proyecto en común. Puse todos mis miedos en una serie de estupideces de que si adoptábamos nunca serían nuestros hijos. Miedos de que alguien vendría a reclamarlos. Miedos de que no te reconocieran. Miedos que ni si quiera conocía y ahí estaban atacando mis zonas bajas. Cuando decidimos adoptar, y eso llevó su tiempo de elaboración, más muchos trámites burocráticos, entendimos que en eso éramos uno solo. Ella y yo nos fundimos en un solo organismo, a un nivel que es imposible separarlos sin herirlos de muerte. Sin embargo no fue una unión sin fallas.

A la tarde apareciste vos, mi fallita secreta. Tu mensaje me agarró desprevenido. Nunca me escribiste al correo. Voy a tener que ponerle una contraseña a la computadora, no es que Ester me revise pero por las dudas. Aunque si de repente le pongo una contraseña ella va empezar a sospechar. Mejor pensamos otra forma de comunicarnos.

En el correo me decías que había un problema en el baño, la canilla perdía agua y no había ningún hombre en la casa que pudiera arreglarla. Me quedé pensando y te escribí si llevaba la caja de herramientas. Me contestaste, con una llave inglesa bien usada alcanza. 


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A mis lector@s les agradezco cuando dejan sus propias notas en los comentarios. Ni hablar cuando vienen con votos y recomendaciones. Los leo y aprecio mucho. Abrazo

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