Nota 21

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Escrita con lapicera en el cuaderno de tapas rojas que ya era parte de la habitación.

Abrí las cortinas, me acuerdo que la luz del sol te gustaba directa en la piel, te daba - como casi todo - motivo para hablar; millones de kilómetros viajando en el vacío del espacio y que hacemos nosotros, nos defendamos de ella con telas, cremas y quien sabe cuanta loción más...

Seguías toda la mañana. Y yo te escuchaba, yendo y viniendo por las ideas más locas, hermosas y absurdas. A veces te desatabas como una tormenta y te ibas lejísimos; eras un relámpago que iluminaba y se devoraba en un instante a sí mismo, entonces hacías un silencio brusco, esperabas que yo llegara a donde estabas y que compartiera, completara, sacudiera o pusiera patas arriba tus delirios, y ahí seguías. Podíamos estar todo el día con un solo tema. No íbamos a ningún lado pero llegábamos a donde queríamos, Si hablar cosas "sin importancia" tuviera importancia seríamos realmente muy importantes, ¿no crees Gustavo?. Yo te devolvía la pelota con una pregunta, ¿Cuáles son las cosas importantes?

No sé, nunca las estudié. Me iba mal en el colegio, donde seguro enseñaban esas cosas... Importar significa traer de afuera para adentro, eso no tiene sentido salvo que quieras enriquecerte ¿Pero acaso no saben que ya somos ricos? ¡El problema es creernos importantes! Esos son los problemas de la gente de política, religiones, artistas y aduanas: trámites aburridos. La belleza ya está dada en nuestro interior, el secreto es saber cómo sacar de adentro para afuera. La gente que no se cree importante - los sencillos, los más felices - hablan del clima, de los grillos y los sapos cuando se viene la lluvia, de los pájaros que cantan a la primera hora, de los vecinos que se van y vienen...

En este momento vos estas adentro mío como un soplo en el corazón. Me siento frágil. Hablo de vos en todos lados, te revivo en cada oportunidad que tengo. Le conté tus historias de buceadora a Gustavito, les agregué algunos toques, ya sabes, me dijo que te quería conocer. ¡Y cómo no! Tiene mucho del padre. Te escribió una cartita donde dibujó los delfines y las tortugas:

Mi nombre es Gustavo, me llamo igual que mi papá. Mi papá me contó de usted señorita Cleopatra, la sirena de los mares. Me dijo que sabe muchas historias y que no toma cocacola porque es veneno. ¿Por eso se enfermó? Yo ya no voy a tomar más cocacola. Ya quiero que se levante y cuente sus historias del fondo del mar. ¿Es cierto que nadó con delfines y tortugas gigantes como las de cartón netwurk? ¡Yo siempre supe que los peces hablaban! También tengo una hermana que se llama Laura, a ella también le gusta escuchar historias. Cuando se despierte vamos a venir, papá va estar muy contento.

Tiene razón Gusta. Vamos a estar de festejos cuando vuelvas. Por ahora me imagino que en tus sueños sonreís al sentir las caricias del sol. 

Notas en el refrigeradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora