Capitulo 19:

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Summer no le contó a Lance el incidente con Prewitt. Temía la furiosa reacción de su marido. Dos mañanas más tarde se alegró de no haberlo hecho, ya que habría estropeado un día delicioso. Estaba en la cama, profundamente dormida, sin soñar en nada, cuando una voz cálida y sugerente le murmuró al oído:

—Despierta, princesa.

Unos brazos fuertes le rodearon la cintura, atrayéndola hacia un cuerpo masculino.

—¿Lance? —murmuró, resistiéndose a abandonar el confortable nido.

—¿Quién si no? Vamos, dormilona, abre los ojos.

Ella pestañeó ante la brillante luz del sol que entraba por la ventana.

—¿Qué hora es?

—Temprano. Despierta.

El aroma a café recién hecho llenaba la cabaña. Al incorporarse vio que Lance estaba totalmente vestido, con vaqueros y una camisa de cambray. Apartándose el pelo de la cara, recordó que era domingo.

—¿No querrás ir a misa?

Su familia solía ir al servicio metodista que se celebraba en casa de uno de los rancheros, cerca de Round Rock. A Summer no le apetecía nada enfrentarse al mundo fuera del rancho, y no había esperado que Lance quisiera hacerlo.

—No —respondió él con una sonrisa radiante—. Nos vamos de paseo a caballo. Tienes cinco minutos para arreglarte.

—¿Paseo? ¿A caballo? Pero... ¿no te acuerdas que Reed nos ha invitado a cenar temprano?

—No hay problema. Ya estaremos de vuelta a esa hora. Vamos, levántate.

Lance le dio un beso rápido en la boca y una palmadita en el trasero, pero ni así se puso en movimiento. No podía hacer más que mirarlo. Su marido tenía un aire de impaciencia nada propio de él. Parecía un niño pequeño que ocultara un secreto, aunque en realidad no sabía qué aspecto había tenido Lance de pequeño. Cuando él apartó las mantas, Summer se rindió y se levantó, curiosa. Tras lavarse y vestirse, se tomó una taza de café y vio que él había preparado comida para llevar. Y había ensillado dos caballos, que esperaban en la puerta. Hacía una mañana radiante. El cielo era de un azul intenso; el aire, limpio y fresco. Cruzaron el valle en dirección oeste. Bajo el sol de la mañana, el rocío hacía brillar los prados, rodeados de colinas salpicadas de robles y cedros. Summer disfrutó de la belleza del paisaje. En una mañana así era fácil olvidarse de las preocupaciones, de la guerra, del dolor, de los prejuicios y de la desesperación. Sólo tenía que cerrar los ojos y echar la cabeza hacia atrás para que la brisa se lo llevara todo. Lance parecía compartir sus sensaciones. Paseaba la vista por el paisaje y su expresión no dejaba lugar a dudas de que estaba disfrutando. La guió hacia una inclinación del terreno por la que subieron a una llanura elevada desde la que había una vista espectacular. A lo lejos veían parte de las tierras de los Weston, y oían los cascos de los caballos cuando se desplazaban de un lugar a otro. Summer sospechaba que su marido la había llevado hasta allí con un objetivo, y no se equivocaba. Apoyándose en la silla, Lance señaló hacia el este, hacia un lugar que estaría a poco más de un kilómetro de distancia de la casa principal.

—¿Ves ese remanso del río? Allí es donde voy a construir nuestra casa —dijo en voz baja.

Sorprendida, ella abrió la boca para protestar, pero luego lo repensó. Había estado a punto de decir que la cabaña donde vivían era perfecta, y aunque tal vez lo fuera para sus necesidades, quizá no para las de su marido. Un hombre tan orgulloso como Lance no se sentiría satisfecho hasta que no pudiera darle a su esposa el nivel de lujo y riquezas que creía que ella deseaba. Aunque ella sería feliz con mucho menos.

SalvajeWhere stories live. Discover now