Lo que está bien

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– Escúchame bien…no permitiré que me vuelvan a alejar de ti

Volteó y camino más tranquilo hacia la misión que le encargarían, apretando el sobre que la joven le había dado y guardando su sabor en sus labios.

Ahora estaban juntos…sus almas lo decían, estaban nuevamente juntos.

"Deberías profundizar más ese beso…"

La inocente opinión del demonio, provocó que arrugara el semblante levemente. Sin voltearse podía ver la imagen de la joven, ojos temblorosos, mejillas sonrojadas, labios abiertos y húmedos.

– Al parecer la atención de la aldea de Konoha es muy buena… – dijo en voz alta Tetsu, tratando de ver la reacción del pelirrojo.

Gaara supo la indirecta, sus dedos se movieron involuntariamente al recordar el encantador chacra femenino recorriendo por entero su cuerpo. No lo miró, sabía que Tetsu quería una reacción. El nunca había escuchado ese tipo de comentarios, y nunca lo haría.

Ese hombre peliverde era demasiado fácil de predecir.

Tetsu, hay un contingente de ninjas invasores por el oeste – informó un ninja que apareció.

Sin siquiera esperar el pelirrojo se encaminó en aquella dirección.

– ¿Dónde vas Gaara?

El aludido volteo de reojo mirando con agudeza al peliverde, sin emoción en sus inmutables ojos verdes, excepto un atisbo de aburrimiento.

– Son cerca de quinientos – terminó de decir el informante

– Voy a matarlos – respondió a la pregunta simplemente Gaara, mirando de soslayo a la comitiva que acompañaba a Tetsu.

El silencio volvió a rodear al grupo de ninjas, mientras el informante desaparecía lo más rápido que podía, un hombre tan idiota no se quedaría en el mismo lugar que Sabaku no Gaara diciendo aquellas palabras, tan campante.

Tuvieron que pasar 10 minutos, para poder salir del ensimismamiento que el beso robado de Gaara la había dejado. Sus dedos acariciaron inconscientemente el lugar que el ninja hubiera tocado sin permiso.

Una tímida sonrisa adornó su rostro, aquel calor tan peculiar de él, era único.

Terminaba de vendar a otro herido, cuando una silueta que cuatro coletas entró rápidamente en la sala, diciendo su nombre.

– ¡Hinata-chan! – llamó la manejadora de los vientos

Bueno hablar no era lo indicado, estaba gritando.

– Temari-san¿Sucede algo?

Antes de decir otra palabra, unos brazos la rodearon y le dieron un apretado y cariñoso abrazo que la sorprendió e hizo que se sonrojara al instante, sin poder evitar viejas costumbres de su persona en ese tipo de situaciones.

– Gracias… tú lo has curado¿verdad? – murmuró la rubia, al borde de las lágrimas, emocionada.

– P-pues yo hice lo que debía hacer – le respondió sonriendo, dando el asentimiento para que el enfermo que miraba extrañado la escena se retirara.

– Más que eso – dijo mientras miraba por la ventana – es como si le hubieras devuelto a la vida, pero de seguro son ideas mías, aunque es lo que creo.

La rubia miró a la Hyuuga, que se sorprendía. De seguro no era sólo lo que debía hacer, nadie hubiera entrado en la habitación en que estuviera su hermano menor en ese estado. Y lo más extraño y que hacía que sus conclusiones fueran positivas, era el hecho de que él la aceptara. No había duda. Hinata era la salvación de su pequeño hermano, en todo sentido de la palabra.

Gaahina luna violeta en desierto sangriento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora