Cuatro (✔️)

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Punto de quiebre

Wendell

"Gracias"

Le había dado las gracias a ese americano fastidioso, y ciertamente aún no podía acabar de creerlo.

¿Cuándo había sido la última vez que había dicho gracias?

Mis pensamientos fueron interrumpidos en el segundo que me informaron que debía de sonreír para una fotografía.

Ser literalmente el príncipe de la marca de los cosméticos F*ck Prince Charming era tan humillante como inesperado, pero fue el único trabajo que encontré por el momento.

En su mayoría tenía que tomarme fotografías instantáneas y dejarme abrazar por innumerables personas, y sí, digo personas, porque de vez en cuando venían un par de chicos.

Me daba igual y fingía ser feliz como de costumbre.

No tenía que hablar demasiado y eso era bueno.

―Wendell, toma un descanso para almorzar, yo me encargaré de ahora en adelante, ―comentó mi jefa, la señora Miriam, una mujer cincuentona muy amable que siempre me compraba un helado después de mi turno de los sábados por la tarde.

Le obedecí y fui hasta los camerinos para quitarme el ridículo disfraz.

Me darían mi cheque en algunos días y aunque lo quisiera ocultar estaba terriblemente emocionado, no alcanzaba para la renta del departamento, ni siquiera para colocar agua caliente y pagar la luz, pero estaba ganado el dinero para subsistir y eso era lo importante.

Con la ayuda de los contactos de Miriam fui capaz de conseguir un segundo trabajo que si me brindaría lo restante como para que no me botaran de mi piso.

Jamás creí que repartir volantes iba a ser tan difícil pero nuevamente me equivoqué.

No tener dinero era una mierda.

En estos pocos días he experimentado lo que es contar las monedas para calcular mis gastos y así poder comer.

No la estoy pasando nada bien, sin embargo no puedo rendirme ahora porque si lo hago tendré que lidiar con la decepción de mi padre una vez más.

Y pensar que no fui yo quién escondió la identidad de ese tonto mocoso.

Un Fitzgerald más o menos, ¿en qué me afectaría?

Es más, ¿por qué habría sido yo?

¿Por qué mi padre no me dejó hablar?

O como mínimo, defenderme.

Maldigo una y mil veces sus aires de superioridad.

Al parecer tenía otro medio hermano de diecisiete años, un tal Dylan o al menos eso fue lo que descubrí cuando fui cruelmente acusado por haber ocultado aquella información al señor y dueño de mi vida, Corin Fitzgerald, mi progenitor.

La noticia le pego mal a mi donador de esperma puesto que el mocoso lo detesta y se niega a querer cambiar su apellido por el nuestro y aunque no lo quiera admitir tiene cierto parecido con él y por ende, conmigo. O al menos eso pude notar cuando los de seguridad me escoltaban hacia el aeropuerto.

Tanto mi vida como mi mera presencia dentro de la familia Fitzgerald era un broma de mal gusto.

Mi medio hermano mayor, Philip, es el hijo mayor y favorito de mi padre, por el simple hecho de que comparte genes con su difunta esposa a la cuál amaba con locura, o al menos eso es lo que dice él en las entrevistas.

Palabras MágicasWhere stories live. Discover now