Capítulo 7

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No debía fijar sus ojos en nadie que no fuera yo, su mirada pertenecía a mí. Aquel príncipe de los vientos gélidos, el demonio estrangulador de inocencia.
                               
    ...

Recobró la sensatez y calma, volviendo a la realidad inmediatamente.
Carraspeó, acomodando sus lentes que alertaban con caerse.

—Alucard, déjanos solas.- sentenció la dama de hierro, dando un suspiro que le dejaba escapar un ejército de cansancio.

—Como usted diga, ama.- hizo una última reverencia hacia ambas féminas, ulterior a esto desapareció entre sombras que se esfumaron rápidamente.
Una secuencia de silenció perfumó el ambiente por unos cuantos instantes.

—Disculpa a mi sirviente. Últimamente ha tenido un comportamiento insolente. - habló Integra dirigiendo una mirada que despedía una pizca de vergüenza por el actuar de Alucard.

—Oh, descuida, querida mía. Admito que me agradó mucho.- confesó, restando importancia a la expresión que su amiga dibujaba ahora.

—Apenas se han presentado, no es eso posible y coherente.- replicó la rubia, mostrando sorpresa en su semblante.

—Lo tengo presente, Integra- cruzó los brazos sobre el pecho para añadir—; pero un instinto me susurra que él y yo nos llevaremos muy bien.- una sonrisa hiló su rostro en una tela de belleza.
La opuesta de Eleonora sintió como si un copo de hielo que colara en su interior y poco a poco se extendía como una helada tormenta violenta.

—Y bueno, ¿algún hombre ha entrado en tu vida?- cuestionó la de ojos avellana; acomodándose un collar que fue un obsequio de su difunta tía.

—Ahora que lo mencionas, estoy saliendo con un tipo que no es tan desagradable como me dio su primera imagen.

—¿De veras? ¿Cuál es el nombre del afortunado?- amplió su sonrisa, denotando sorpresa. Pues bien sabía por experiencia propia que Integra jamás salió con alguien que no fuese Walter en cuanto reuniones. Por ende, la noticia reciente le causó un fuerte estruendo de emoción en su interior.

—Enrico Maxwell, es de la organización Iscariote. Increíblemente poseemos cosas en común, así que no puedo decir que la compañía con él es aburrida.

—Cariño, eso es fantástico. Escuché por ahí que uno que otro pretendiente se te acercaba cuando eras adolescente, pero rechazaste a cada uno de ellos. No comprendo porqué, Integra.- se encogió de hombros, arqueando una ceja de incomprensión.

—Eleonora, mi prioridad ha sido Hellsing desde que asumí el cargo como líder de la organización. No he tenido tiempo para el romance, aunque confieso que era una experiencia que deseaba vivir.

La de cabellos de fuego fue rodeada por una inquietante pregunta que resonaba a pasos fuertes en su mente. No era tonta, había percibido el efímero enfado que obtuvo Integra al ver como su sirviente le elogió.
Supuso que un halago no era motivo para tener...¿celos? Sin más se atrevió a preguntar.

—Integra, ¿segura que no has estado enamorada ya una vez de un hombre? Alguien que ocasione un brillo en tu interior. Aquel que te arranque suspiros y te ponga nerviosa con su mirada.

Al decir eso, el subconsciente de la rubia emitió la imagen de quien menos lo esperaba. Eran como fugases y amenazadores meteoritos sus ojos de color escarlata intenso danzando en un fuego inquebrantable. Tan obscuro como un cuervo surcando los helados bosques lucía su cabello. Bañada como los rayos de la luna pura teñía su pálida y marchita piel. Mortal y seductora designada su sonrisa sobrehumana que no borraba en medio del campo de batalla. Él era tan apuesto que le perlaba la vergüenza el sólo admitir ello para sí misma. Sus mejillas se encendieron al ser cubrida por tal pensamiento que le congelaba los huesos.

© El plan maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora