... Venir...

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Yoongi caminaba de manera pausada y cautelosa por la acera, en parte porque seguía habiendo estragos del dolor que causaba su herida, y en parte porque no quería volver a ser lastimado cuando todavía se estaba recuperando de la puñalada de ayer. Por esa misma razón, vestía con una gabardina negra y unos pantalones del mismo color, que no llamaban mucho la atención.

Eran apenas las cinco de la tarde y, por suerte, las calles seguían iluminadas por un tenue sol de la tarde. No causaba tanto miedo caminar por esos lugares cuando la luz del sol todavía alumbraba sus pasos, pero seguía sintiendo frías corrientes de energía que recorrían su espalda con cada paso que daba, provocadas por la constante paranoia de ser atacado.

Ninguna otra persona se había cruzado por el camino de Yoongi desde que se adentró a una de las peores zonas de la ciudad, y éste no sabía si sentirse calmado por eso o más atemorizado aún, pero, sin importar el mal presentimiento que rondaba por su mente, continuó caminando hasta que dio con el lugar que quería; justo la acera en la que lo habían asaltado el día anterior.

Su sangre seca seguía plasmada en el pavimento, como gruesas gotas color vino que nadie se molestaría en limpiar nunca. Quienes transcurrían esas calles eran personas sin ética, sin educación, sin nada, y un poco de sangre en el pavimento era el menor de sus preocupaciones. Ni siquiera le sorprendió a Yoongi cuando su novio le informó que no pudieron hallar su celular cuando llegaron por él. Eran esa clase de personas que, si veían a alguien herido en la calle, tomaban sus pertenencias de valor en lugar de intentar ayudarlo, porque en esas calles ver un cuerpo inerte era tan común como el hambre.

El rubio suspiró al aire y elevó su vista de la manchada acera, buscando con la mirada el pequeño callejón por el que había escapado el niño que lo asaltó junto con otro más pequeño. Estaba a tan sólo una cuadra de distancia, pero su corazón latía con fuerza dentro de su pecho, intentando advertirle que no caminara esa distancia y que se alejara en cambio.

Sin embargo, todas y cada una de las advertencias que le dio su cuerpo fueron ignoradas por el rubio, quien comenzó a caminar hasta el angosto callejón que se encontraba a unos pasos de él, con el corazón en la mano y las esperanzas de triunfar casi tan grandes como su temor por acercarse cada vez más a la obscura callejuela.

Cuando llegó por fin a la intersección se detuvo unos segundos a mirar la calle desde afuera, con la esperanza de que no hubiera nadie ahí dispuesto a atacarlo, porque en esas condiciones ni siquiera podría correr por su vida. Pero, tal como lo esperó, no pudo divisar a nadie en el callejón, sólo basura, cartones y algunas mantas en el piso y junto a las paredes.

Era realmente estrecho el camino, no más de metro y medio de ancho, y el piso que estaba libre para poder caminar era incluso menos entre tantas cosas que se encontraban pegadas a las paredes. El callejón, sin embargo, era bastante largo. Se podía divisar el final al otro lado, pero era una distancia considerable la que tenía que recorrerse para poder salir de ahí. Yoongi sintió su corazón acelerarse aún más, ante el constante pensamiento de que podría ser rodeado y dejado sin escapatoria por un par de criminales dispuestos a atacarlo. Pero, nuevamente, hizo caso omiso a todas las advertencias que su mente le daba y se adentró sin más en la estrecha calle.

Sus pasos eran lentos e inciertos, y su vista no se despegaba de las mantas y las cajas de cartón por el temor de que alguien fuese a salir desde ahí, ya que, toda la basura y lo que estaba al alcance parecía estar acomodado de una manera específica, haciendo la función de un pequeño refugio para quienes no tenían una casa donde resguardarse del frío.

El corazón del rubio casi se detuvo cuando pudo ver, unos pasos más delante de él, tres pequeñas figuras en el piso, envueltas en una manta grisácea y roída que tenía tanta suciedad como la basura que abundaba en ese lugar. Entre las cobijas polvorientas se asomaban tres pequeños rostros llenos de suciedad, con el cabello largo y lleno de grasa al igual que sus caras. Los cuerpos temblaban bajo la manta, porque ese simple pedazo de tela no era suficiente para cubrirlos del frío húmedo de la ciudad, y Yoongi pudo vislumbrar incluso lágrimas secas en las mejillas del más pequeño de los cuerpos, que hicieron que su corazón se encogiera aún más por la tristeza.

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