Capítulo 10

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El viento helado soplaba con fuerza, torturando a la comunidad con su temperatura. Tuvieron que ponerse las capas para mantener el calor y los hobbits, que soportaban peor el frío, necesitaban usar también las mantas. Poco después, y para empeorar las cosas, empezó a nevar con fuerza.

Con los pies tan fríos como cubos de hielo, siguieron a Gandalf que había vuelto a su posición al frente del grupo. Poco después, la nieve se transformó en una ventisca. El viento era muy fuerte, tanto que estuvo a punto de hacer que los hobbits cayeran rodando por la montaña. Todos tuvieron que sujetarse unos a otros para evitar la muerte y rezaban en silencio para no caerse o congelarse hasta morir.

Aragorn, mientras tanto, estaba inmerso en sus pensamientos. Hablé como un idiota, se amonestó a sí mismo.

El montaraz se había percatado de que Boromir y los hobbits lo miraban de forma extraña, mientras que Gimli lo taladraba con la mirada. ¡Genial! ¡Ahora creen que he sido poseído por el anillo! Sacudió la cabeza y ayudó a Frodo a subir por una roca, ausente. ¡¿Cómo se me ha ocurrido hacer eso?! ¡Fui infantil! ¡No debería haber dicho eso! ¡Oh, no! ¿Y qué pasa si Legolas escuchó lo que dije?

Aragorn se dio la vuelta y miró al elfo que, como siempre, iba al final del grupo. Legolas no dejaba de mirar a derecha e izquierda, atento a cualquier peligro. De vez en cuando inclinaba la cabeza hacia un lado, escuchando con atención, para luego volver a moverse. El elfo era el único que no tenía problemas para andar en la nieve. Sus pies casi no dejaban huellas en ella, gracias a lo ligeros que eran sus pasos.

Aragorn tardó un momento en darse cuenta de que Gandalf se había detenido de repente. El mago observaba con atención hacia adelante.

"¿Ocurre algo, Gandalf?"

El mago se dio la vuelta hacia ellos.

"Sí. El paso está bloqueado casi por completo. No sé si será lo bastante seguro como para cruzar –se lo pensó durante un minuto y luego llamó-. ¡Legolas!"

El elfo se acercó rápidamente y enseguida vio el problema.

"Iré a mirar."

Y entonces se desvaneció en el viento helado. La ventisca era tan fuerte que era imposible conversar, así que esperaron en silencio al regreso del elfo.

Poco después y tras una angustiosa espera, Legolas regresó.

"El paso está casi totalmente bloqueado, pero podemos pasar."

"¿Crees que los hobbits pueden hacerlo? ¿Es seguro?" –preguntó Gandalf.

"Sí. No es una subida muy dura, solo... -Legolas se detuvo a media frase cuando escuchó algo. Prestando atención, intercambió una mirada con el mago gris-. Es él."

"Sí, Legolas. Yo también lo oigo."

"¿Qué escuchas exactamente?" –preguntó Aragorn, preocupado al ver la expresión del mago.

"Saruman" –contestó Gandalf escuetamente.

Y entonces todos lo oyeron, unos cánticos en la antigua lengua de Mordor. Solo Gandalf y Legolas entendían lo que decía, pero los demás no necesitaban hacerlo para darse cuenta de que el malvado mago Saruman intentaba destruir la comunidad.

Gandalf también empezó a cantar, gritando antiguas frases en Quenya a todo pulmón. Todos observaron cómo el viento cada vez más fuerte le revolvía la capa y Merry y Pippin se abrazaron, aterrorizados por el espectáculo.

La voz de Saruman subía de volumen, al igual que la de Gandalf. Los truenos sonaban y los rayos cruzaban el cielo a su alrededor. Boromir tuvo que sujetar a Bill con fuerza para que el poni no se cayera por el acantilado en medio del pánico.

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