Kawaii Boy

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Jungkook se encontraba sentado moviendo sus pies al aire a las afueras de un local, local donde su madre estaba comprando unos zapatos elegantes, el pelinegro prefirió quedarse esperando a estar con ella siendo indecisa escogiendo un par de tantos.

El pequeño pelinegro de apenas catorce años, estaba aburrido, ya había jugado y terminado todos los juegos de su celular el cuál, ya casi se le gastaba la pila. Suspiró profundamente y al sacar el aire, comenzó a hacer un sonido con la garganta en signo de molestia. Juntó sus pies e hizo corajes pateandose a sí mismo. Los brazos los tenía cruzados y la gente lo miraba raro, a Jungkook no le importó, él solo quería ir a casa y ver televisión.

Se detuvo, lo hizo no por la paz. Lo hizo porque en un ataque de curiosidad, comenzó a recorrer su vista por toda la plaza hasta toparse con una tienda de dulces.

Lo pensó en demasía, torció la boca y mordió su labio inferior nervioso, a su madre no le gustaba que coma esas “porquerías" como ella lo llamaba, pero para él era la misma gloria material.

Le valió lo que diga su madre, corrió campante hacia la tienda tal como niño pequeño. Sonriente llegó a la puerta, pensándolo unos segundos más entró haciendo sonar la campanita.

— Bienvenido a Candy World — El chico detrás de la caja registradora saludó con una sonrisa mostrando sus perlados dientes.

Jungkook se sonrojó.

Caminó con la cabeza gacha hacia una dirección cualquiera, por alguna razón sentía vergüenza.

Mojó sus labiales y abrió ambos ojos dejando sus orbes cafés con un brillo singular. Dio una vuelta de forma torpe e impresionado sonrió. Estaba en el mismo cielo.

Chilló alegré y comenzó a coger paquetes pequeños llenos de dulces, gomitas y demás a un precio accesible.

Se detuvo de golpe, sintió la culpa recorrerle en la consciencia.

Se sacudió y decidió olvidarse. Ahora su nuevo objetivo era alcanzar un paquete de gomitas en forma de gusanitos agridulce que eran sus favoritos.

Pero odiaba ser tan enano. Se puso de puntitas y estiró el brazo hacia el estante de arriba.

— U-un poco más — Juraba que se partiría en dos.

Un perfume suave sabor a vainilla, distintivo de los olores dulces de la tienda, se ubicaba por detrás de él; su cuerpo tembló. El brazo lo abrazó de alguna forma al alcanzar el paquete.

Jungkook tragó en seco. El chico se separó y le extendió el paquete de gusanitos al pelinegro.

Jungkook lo miró disimuladamente. El chico castaño era muy bonito, su sonrisa era muy bonita para él. Sus ojos derramaban la misma ternura y tenía unas lindas mejillas teñidas leves de color carmesí.

— Ten — Jungkook reaccionó y lo tomó susurrando un leve gracias, que apenas se escuchó.

El chico sin quitar la sonrisa de su rostro se retiró para ir a su puesto.

Jungkook se preguntó si todos los vendedores eran tan amables y bonitos.

Sintió un cosquilleo raro en su vientre, quizá tenía ganas de ir al baño, por lo que apresurado fue hacia la caja registradora y puso todos los paquetitos de gomitas.

Metió las manos en los bolsillos esperando a que terminara pero.... Ups, maldijo internamente por ser tan impulsivo e irresponsable.

— Son...

— ¡Dejelo! — Interrumpió el menor, el chico de no más de diez y ocho años quitó la vista del computador y lo miró extrañado — N-no tengo d-dinero — Una voz quebrada salió de sus labios, tenía tanta vergüenza que bajó la cabeza y quiso llorar.

El chico de la caja registradora volvió a sonreír, aquel chico era tan inocente que no dudo en hacer algo que nunca había hecho.

— Ahora vengo — Se dio media vuelta y entró al cuarto trasero. Jungkook sólo asintió sin saber porque, no tenía razón para quedarse si no tenía para pagar pero de todas formas lo hizo.

El chico arrancó un pedazo de papel de una libreta de apuntes y escribió su nombre y número con una letra en manuscrita, demasiado linda. Tomó una bolsa para meter la compra de los clientes y metió el papel. Salió con una sonrisa de satisfacción y con mucha calma, introdujo aquellos paquetes.

Jungkook ya estaba perplejo para ese entonces.

— C-creo que entendió m-mal — Tartamudeó haciendo ademanes con las manos — Yo no compraré.

— Oh, no lo pagarás — Rió bajito — Te lo daré gratis — Terminó y le dio la bolsa azul.

Jungkook quedó en shook, ¿Tenía porque aceptarlo? ¿Qué quería a cambio?

— Gracias... — Lentamente tomó el regalo y se sonrojó. Quería correr. Quería alejarse pero la mirada del chico lindo era demasiado atrayente.

Alejó todo pensamiento y dio pasos hacia atrás. Se acercó a la puerta de salida y tomo la perilla.

— Gracias por su compra — Dijo sarcástico el chico. Jungkook no aguantó mas la vergüenza y salió para encontrarse con su madre sonriente saliendo al mismo tiempo de la tienda de zapatos, hasta que vio a su hijo con la bolsa de caramelos a su lado cambiando drásticamente su expresión.

Su madre lo jaló hasta el estacionamiento como niño pequeño regañándole; por detrás, en aquella tienda se encontraba el chico divirtiéndose con la escena desde la tienda.

Jungkook decidió sentarse en los asientos traseros, tenía ganas de comer una gomita.

Metió su mano y extrañamente sintió un papel, creyó que era el ticket pero aún así decidió verlo.

Vaya sorpresa que se llevó, era un pequeño escrito por parte del chico que contenía su número y nombre, al final con una pequeña notita.

“Espero volver a verte, eres muy lindo"

Jungkook se sonrojó, claro que regresaría aunque su madre diga lo contrario.












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Hi, la tía abisita anda inspirada :3

Candy World | Jikook O.SWhere stories live. Discover now