3.

574 9 5
                                    

QUERIDOS MAMA Y PAPA:

Lo primero es que estoy bien, aunque todavía atontada porque todo sucedió muy rápidamente. Supongo que ya Abril les habrá contado lo que ella vio. El hombre no me hizo daño, sólo me empujó con brusquedad cuando traté de evitar que me metiera en la camioneta. Pero estoy bien, así que no se preocupen. Eso sí: encuéntrenme y sáquenme de aquí.

Esto es inverosímil. Parece que estoy en un sótano. ¿Se acuerdan cuando la abuelita nos llevó a la granja donde se crió? ¿Recuerdan el sótano anticiclones, como ella decía, que tenían en el patio de atrás, lleno de anaqueles para las conservas? El sitio donde estoy es parecido a ese sótano, sólo que más pequeño. Y estaría vacío, si no fuera por mí. Es como un cuarto pequeño de hormigón, con escalones también de hormigón, que descienden hasta aquí, de modo que estoy segura de que está bajo tierra. ¿Será un refugio antiaéreo? En esta oscuridad no lo puedo saber. Hay una pesada puerta inclinada, cerrada con llave. No la puedo mover. Me parece que es de metal. ¿Los sótanos tienen puertas de metal? ¿O es una puerta vieja que trajeron de otra parte?

Lo importante es que por un lado la puerta no ajusta completamente contra el hormigón y queda una angosta ranura por donde se ve algo de luz. Voy a pasar esta carta por esa ranura, para que alguien la encuentre. Alguien la verá y se la llevará a ustedes. Allá afuera tiene que ser de mañana. Ya sé que ustedes, la policía y todos me estarán buscando. Alguien verá la carta. También sigo gritando. Me recuesto sobre los escalones para acercar la cara lo mas posible a la rendija, y me desgañito gritando.

Anduvimos mucho en la camioneta, pero no sé si salimos de la ciudad o si sólo estábamos dando vueltas, pues el hombre me envolvió la cabeza en una cosa como una funda de almohada.

Cuando me hizo salir de la camioneta anduvimos sobre lo que parecía maleza, doblamos esquinas y pasamos sobre algo que al pisarlo crujía como grava. Luego me dijo: <<Ahí hay un bordillo; levante el pie y después empiece a bajar escalones>>.

Traté de resistirme y chillé tanto que el hombre me agarró por los hombros, me hizo bajar a la carrera hasta el fondo y después me dio un fuerte empujón. Creo que lo hizo para que yo no pudiera orientarme pronto ni tratara de seguirlo escaleras arriba antes de que él saliera y cerrara violentamente la puerta.

Estoy tratando de recordar todos los detalles, momento por momento, para podérselos contar a ustedes con claridad. Todavía estoy muy confundida; unas partes las recuerdo muy bien, otras no.

No recuerdo qué ruidos hizo el hombre cuando cerraba la puerta. Tal vez le puso encima cosas pesadas. Yo estaba muy ocupada tratando de quitarme de las muñecas la cinta con que me había atado, y la tela con que me había tapado la cabeza. Cuando lo logré, estaba en medio de la oscuridad. No pude hacer más que andar a tientas hasta encontrar los escalones y subir por ellos hasta tocar la puerta. Esta no se movió. La golpeé, la recorrí con las manos, la empujé y traté de encontrar bisagras o una manija. No es sino una pieza sólida y pesada de metal encima de los escalones, que no me deja salir de este agujero.

¡Si estuvieras aquí, papá! Tal vez a ti se te ocurriría usar alguna cosa para abrirla, algo así como una palanca. A mí no se me ocurre nada distinto de las uñas.

No sé si habrá alguna rejilla o respiradero en el techo para que entre aire. No alcanzo hasta allá para averiguarlo. No entra ninguna luz pero respiro sin dificultad, de modo que por ese lado no hay problema. Al principio me dio miedo cuando la puerta se cerró de un golpe, pero el aire está bien; mejor que bajo la funda de almohada.

Cuando cobré un poco de valor empecé a palpar las paredes y a arrastrar los pies por el piso al mismo tiempo. Tropecé con alguna cosa, y esto me sobresaltó tanto que me quedé de una pieza esperando que esa cosa se moviera o hiciera algún ruido. No pasó nada, de manera que la toqué otra vez con el pie y al fin tuve valor suficiente para inclinarme y tocarla con la mano. Era la máquina de escribir. Un poco más allá estaba mi morral. Sin duda el hombre arrojó estas cosas al sótano cuando me dejó sola en la camioneta y fue a abrir la puerta. Querría asegurarse de que en la camioneta no quedara ninguna cosa de mi propiedad que pudiera parecer sospechosa.

Todo esto era irreal. No sé por qué me aferré a la máquina de escribir mientras él me empujaba para obligarme a entrar en la camioneta. Ah, sí sé por qué lo hice: quería golpearlo con ella. El morral se me había deslizado hasta los codos, y recuerdo que él me lo acabó de quitar y se puso a amarrarme las muñecas con una cinta a una especie de barra que había en la parte de atrás de la camioneta.

A que no se imaginaban lo que tenía en el morral: papel de carta. De verdad. Tenía toda una resma de papel. Y tenía otras cosas, por supuesto: lápiz de labios, un peine, un zarcillo. ¡Todo muy a propósito para volar paredes de hormigón!

En seguida investigué más por los rincones, a tientas, y encontré otra cosa: una jarra grande llena de algún líquido. Me pregunté si sería agua, petróleo, algún anticongelante o un insecticida. Probé un poquitín. Sabe a agua. Grasienta o vieja, o algo. Me da miedo probarla otra vez. Es mejor esperar a ver cómo reacciono. También encontré un montón de cosas de panadería. Parece que se trata de pan y bizcochos u otras cosas por el estilo, en envolturas de plástico. Con la suerte que tengo, todo debe de ser bajo en calorías.

Esto es una locura. Tiene que ser una broma, una equivocación ridícula. Si no me lo estoy soñando, debo ser víctima de alucinación por haber sufrido accidentalmente un golpe en la cabeza o por haber inhalado alguna sustancia tóxica. Trato de reír. Digo en voz alta: <<Bueno, basta ya de bromas>>.

Tengo que seguir riendo, porque cuando paro no puedo pensar sino en que alguien preparó este lugar para mí con la intención de dejarme aquí y mantenerme viva. Alguien sabía que yo vendría, o por lo menos, que vendría la persona por quien me tomaron. Sigo riendo, pero cada vez me cuesta más trabajo hacerlo. La broma ya es demasiado pesada.

Volví a explorar todas las paredes y el piso, centímetro a centímetro, como hacen en el cine. Sólo que yo lo hurgo todo primero con el peine antes de tocarlo con la mano. En el cine no muestran lo aterrador que es mover las manos en la oscuridad sin saber qué se puede encontrar.

Lo malo es que aquí no hay nada. Las paredes están desnudas, y en el piso únicamente hay una especie de que pequeño desagüe, una pieza redonda de metal con ranuras por las cuales puedo meter el peine y tocar fondo sólido, como de grava. Tal vez hubo aquí una bomba o alguna máquina. No sé. O tal vez algún chiflado de ésos que viven obsesionados con la supervivencia preparó un escondite aquí, para esperar el fin de una guerra nuclear comiendo galletas enlatadas y limpiando sus pistolas.

Ustedes tendrán que buscar cualquier cosa que pueda parecerse a la descripción que les estoy haciendo de este lugar. Yo creo que está fuera de la ciudad, tal vez en una granja, aunque también podría ser parte de una fábrica, de una gran bodega o de un basurero. ¿Una vieja base militar? ¿Un aeropuerto? No quiero ni pensar en todo lo que podría ser. Lo único que sé es que ha habido una confusión y me han dejado aquí, y ustedes la pueden aclarar y pueden encontrarme. Ustedes vendrán por mí. Ahora sí estoy tranquila. No tengo miedo, pero estoy furiosa con el idiota que me hizo esto. No quiero decir que me hiciera nada... no lo que ustedes tal vez están pensando... así que no se vuelvan locos imaginándose cosas. Simplemente me encerró aquí como si yo fuera algo que él quería guardar temporalmente. Pero merece que le peguen un tiro; él es un enfermo, o el que lo mandó. Averigüen quién fue, porque el que haya sido tiene que pagarlo.

Ojalá que puedan leer lo que estoy escribiendo. No soy muy buena mecanógrafa que digamos, pero eso sí, rápida. La máquina escribe a toda velocidad, pero no sé si las letras están imprimiendo. Me parece palpar pequeñas impresiones. Sería fatal que estuviera escribiendo palabras invisibles.

Sigo tecleando por que no quiero parar y meter estas hojas de papel por la rendija de la puerta. ¿Qué tal que cayeran en un matorral o que el viento las arrastrara a una acequia? ¿Como van a llegar a sus manos?

Perdón. Ya se que estoy hablando y hablando como esas personas que le cuentan a uno toda su historia médica cuando lo único que se les ha preguntado es <<¿Cómo está usted?>>, pero es que me parece que mientras escribo ustedes me están escuchando. ¡Qué tonta! Quisiera poderles dar alguna pista muy concreta: dónde estoy y por qué estoy aquí. Ya me imagino cómo estarán de preocupados. Seguramente habrán interrogado a Abril una y mil veces. Tal vez también a Zack. Después de lo ocurrido, es extraño pensar que ustedes hablen con ellos acerca de mí, pero me imagino que todos ustedes se están esforzando tanto como yo por encontrarle alguna explicación a todo esto.

Alguien encontrará esta carta y se la llevará. Sé que la recibirán y sentirán alivio al saber que estoy bien. Luego juntarán todos estos indicios y vendrán a buscarme. Pero dense prisa, por favor. Me siento tan impotente, metida en este calabozo...

Un beso, Jackie.

ENCERRADAWhere stories live. Discover now