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Zarpa de Luna bostezó cuando sintió los rayos del sol en el pelaje. Tenía calor, pero sabía que pronto llegaría la estación de la caída de la hoja.

Sintió que algo se movía a su lado. Era un cuerpo amarronado. ¿Zarpa de Tórtola? Sintió un calor que le subía de la cola a las orejas.

¿Qué...? ¿Por qué está aquí?

Zarpa de Luna se fijó mejor en el gato y notó que estaba temblando. ¡Está helado! ¿Estará enfermo?

—¡Zarpa de Luna! —la gata escuchó como la llamaban. Era Vuelo de Pájaro, que estaba parado en la entrada de la guarida. Éste posó su afilada mirada en Zarpa de Tórtola. —¿Y a él que le pasa?

—Está... Está frío. —balbuceó la gata sin saber que decir. Vió sorprendida como el curandero corría a ponerse junto al aprendiz marrón.

—¡Rápido! Trae menta.

¿Menta? Pero... Zarpa de Luna se interrumpió a sí misma, y fue a por la planta. Entró como un rayo en la guarida de Vuelo de Pájaro, cogió lo que le había pedido y volvió al lado de su mentor con un patinazo.

El curandero agarró unas cuantas hojas, clavandolas en sus garras, y puso la menta en la nariz de Zarpa de Tórtola, que inmediatamente comenzó a estornudar.

—¿Qué...? —la aprendiza no entendía porqué lo había despertado con la planta. ¿No habría sido más fácil sacudir a Zarpa de Tórtola?

Vuelo de Pájaro debió de notar la mirada confusa de la gata, porque apartó la vista. Se dió vuelta y salió de el tronco hueco. —¡Ven conmigo cuando estés lista! —maulló.

Zarpa de Luna se acercó al aprendiz. —¿Por qué... Estás bien? —cambió la pregunta rápidamente.

El gato bostezó. —Si. Tenía frío. Suerte que estabas a mi lado. —dijo, restándole importancia, pero le dirigió una mirada cariñosa a la aprendiza.

Zarpa de Luna miró hacia otro lado, llena de vergüenza. Sintió como Zarpa de Tórtola le lamía las orejas y la gatita se volvió hacia él.

—¿Por qué antes me tratabas tan mal? —preguntó con un poco de rabia la aprendiza. Se separó de él, dolida. El gato le había dicho cosas horribles, y ahora estaba compartiendo lenguas con ella como si nada hubiera pasado. Salió de la guarida como un vendaval, y fue directamente a la guarida de su mentor.

—¡Zarpa de Luna! —maulló preocupado el aprendiz, pero la gata le hizo caso omiso y siguió caminando. se detuvo cuando vió otro destello naranja entre los arbustos de antes. No era Ala de Fénix, pensó la gata, porque sino éste la hubiera lanzado.

Entonces abrió los ojos como platos. El olor... Era familiar. Y los ojos verdes también.

¡Zarpa Caída! ¿Que hace él aquí? Pensó la gata, recordando el discurso de Zarpa de Acebo.

—¡Zarpa de Luna! ¡Aquí! —susurró el gato tricolor. La aprendiza corrió hacia el, mirando hacia los dos lados. El campamento parecía desierto: siempre lo estaba.

La gata se encontró al lado del aprendiz del Clan del Manzano. —¿Qué haces en mi campamento? —cuestionó. Cómo única respuesta, y para disgusto extremo de Zarpa de Luna, Zarpa Caída la agarró del pescuezo con las fauces y la llevó hacia un abedul.

—¡Oye! —chilló la gata. Se desprendió de su agarre y dió un zarpazo, que el aprendiz esquivó con destreza. Pero ambos quedaron congelados cuando escucharon la llamada de Zarpa de Tórtola.

—¿Zarpa de Luna? ¿Estás ahí?

Zarpa Caída miró interrogativamente a su amiga. La gata se las ingenió para pensar en algo.

El Secreto de Lazo de LunaWhere stories live. Discover now