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—¿Zarpa de Luna? —preguntó tembloroso Zarpa Caída, tocando una de las orejas de la aprendiza con la nariz. —¿Me escuchas?

La gata había quedado impactada. Sus ojos... ¿Que les habían pasado?

—Oye, Zarpa de Luna. —la llamó el gato. —Tus ojos han vuelto a la normalidad. A la hermosa normalidad.

Zarpa de Luna lo miró. —¿D-de verdad? —susurró. Cerró los ojos con fuerza. No quería verse de nuevo en aquella charca y ver de nuevo dos motas negras.

De pronto, olió algo el ambiente y alzó las orejas. Tenía que salir de su sopor, y cuanto antes mejor, pensó. Notó que Zarpa Caída erizaba el pelo de nuevo. ¿Tendría ella el pelaje manchado de sangre, como antes?

—No. —murmuró para si misma. Era el olor, que era parecido al de Zarpa Caída. El aprendiz miró a unos árboles y dió un respingo.

—¡Corre, Zarpa de Luna! ¡Ella no debe verte aquí!

La gata lo miró, extrañada. ¿Quién...?

Sintió que unas garras se clavaban en su pelaje, tan afiladas como espinas. Zarpa de Luna movió las patas desesperadamente, e intentó morder a su atacante. Vislumbró pelo anaranjado, que le sonaba de algún lado.

—¡Zarpa de Liebre, déjala! —aulló Zarpa Caída, saltando hacia la pelea.

¿Zarpa de Liebre? Ella era del Clan de la Liebre, o algo así. Pensó apresuradamente la gatita, que rodó a un costado en cuanto notó que le sacaban un peso de encima.

—¿Zarpa Caída? ¿Pero qué...? —Zarpa de Luna vió por fin a la gata anaranjada que la había atacado. Ya la conocía.

Entonces Zarpa de Liebre miró a la aprendiza del curandero. —¡Eres tú! La cachorra invasora.

—¡No soy una cachorra! Y tampoco soy invasora. —protestó inocentemente la gatita, pero se dió cuenta de que los olores habían cambiado. Zarpa Caída la había llevado al territorio del Clan del Manzano.

—¡Ja! Dime otro chiste. —gruñó Zarpa de Liebre. Mostró los colmillos, y Zarpa de Luna no pudo evitar agazaparse contra el suelo, aterrorizada.

El aprendiz tricolor dió un paso y encaró a su compañera. —¡Basta! La estás asustando.

Zarpa de Liebre se río, pero no había diversión en su mirada cuando miró a la gata plateada.

—¿En serio la defiendes? Es de otro clan. ¡Por el Clan del Canto, Zarpa Caída!

Zarpa de Luna se incorporó, temblando cada vez menos. —¡No me estaba defendiendo! Sin querer entré en vuestro territorio.

La gata anaranjada rodó los ojos, escéptica. —¿Quieres que crea tus mentiras, invasora? Vuelve a tu territorio, ¡Ahora!

Con la cola baja, la gata plateada iba a gruñirle a la cruel Zarpa de Liebre. ¡No estaba haciendo nada malo!

No dejes que te de miedo. ¡Atácala! Maulló Patas Nevadas, como no hacía desde un cuarto de luna. La gata gris de patas blancas no se rendía.

No es necesario... Le dijo la aprendiza, negando con la cabeza para sí misma. Patas Nevadas no iba a hacer que Zarpa de Luna cometiera una atrocidad.

Con las orejas pegadas al cráneo, la gata caminó hacia el campamento.

—¡Zarpa de Luna! —exclamó una voz. Era Zarpa de Tórtola.

El Secreto de Lazo de LunaWhere stories live. Discover now