Capítulo 27.

57.1K 3.9K 996
                                    

—Emily —repite mi nombre porque no he dicho ninguna palabra, tampoco he girado y mucho menos me he puesto de pie. Esa actividad tan sencilla me cuesta trabajo y es que no solo mi alma se ha debilitado, mi cuerpo también.

—No quiero hablar contigo, vete por favor —le pido, no quiero que me mire así, tan afectada. Aún me queda algo de orgullo.

—Tus padres están preocupados, no respondes el teléfono y...

—John, no me hables como si no lo supiera todo. No debiste venir aquí, sabes tan bien como yo que ya nada importa porque digas lo que digas, hay pruebas de lo que hiciste, de lo que has hecho todo este tiempo —murmuro sin abrir mis ojos aún.

—¿A qué pruebas te refieres? La información que te mostró Isaac no dice nada, Emily —argumenta como si eso borrara el resto, el hecho de que todo concuerda.

—No quiero hablar contigo...

—Pero tenemos que hacerlo porque lo que te dijo Isaac es una total mentira. Nada de lo que te ha dicho es cierto —insiste y en el siguiente segundo lo tengo a mi lado.

Continúo sin abrir mis ojos, no quiero verlo. Siento que al hacerlo voy a recordar lo tonta que he sido todo este tiempo, creyéndome la princesa fría que había sido rescatada por el amor de su vida. Es estúpido, todos deseamos esto, todos queremos amor, todos lo buscamos a diario, incluso sin darnos cuenta. Todos queremos sentir al menos una vez qué es perder la razón por otro ser humano que te ame igual o más que tú a él o a ella. El problema está en que olvidamos por completo que los cuentos de hadas no existen, jamás han existido y jamás existirán.

Abro los ojos de pronto al sentir sus dedos temblorosos en mi barbilla y con suma delicadeza gira mi rostro hacia él. Aún con la poca luz que nos rodea puedo darme cuenta de la confusión en su mirada, parpadea muchas veces, aunque no aparta la mirada y yo, débil, frágil, herida dejo escapar unas cuantas lágrimas que son el reflejo de mi alma lastimada. El sutil roce de sus dedos me produce un cosquilleo intenso desde la garganta hasta mi estómago y rodea mi espalda. Soy poco consciente del momento en el que mis manos viajan hasta sus mejillas y lo acaricio sabiendo que esta es la última vez que lo haré. Nada de lo que diga será válido. No hay marcha atrás, John Carter me ha engañado de una forma ruin.

—Emily...

—No —digo apartando mis manos y con un movimiento brusco alejo mi rostro.

—Tenemos que hablar...

—No quiero hablar con el hombre que ha roto mi corazón.

—Es que todo ha sido una mentira. Yo... voy a aceptar que te he mentido en un par de cosas, pero hay muchas otras que son verdades... yo...

—Ya sé lo que dirás. Ahora pretendes engañarme diciéndome que te enamoraste de mí mientras intentabas manipularme, que realmente me amas, que todos nuestros planes eran ciertos, que estabas buscando la forma de que tus padres se olvidaran de la estúpida rubia que se enamoró en un parpadeo de su hijo. ¿Es eso lo que me dirás? Porque si es así, pierdes tu tiempo. —Me levanto del suelo y camino a mi auto. No hay nada, no me toma de los brazos, no pronuncia mi nombre y lo que duele más, no niega nada.

—La primera vez que te vi estaba destruido, me acababa de enterar de algo espantoso. La primera vez que te vi, estabas en una pantalla de un ordenador dentro de un archivo de nombres de chicas, de posibles prospectos, de posibles víctimas. Y yo escogí tu nombre entre una lista enorme... Pero llegué a tu nombre por casualidad, no había ninguna intención malévola cuando imprimí tu información y tu foto la he guardado todo este tiempo porque... —Confundida suelto el picaporte de la puerta y camino hasta él y le lanzo una cachetada.

John, la mayor de mis adicciones. Where stories live. Discover now