Capítulo #12: El arte casi perfeccionado de amar en secreto

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Daichi estaba más que feliz con los resultados de sus esfuerzos, incluso se disfrutó el proceso. A pesar de ser bastante bueno manteniendo un perfil bajo con respecto a algunas de sus emociones, había pequeños momentos en los que simplemente era imposible reprimir lo que sucedía en su interior. ¿Qué más podía hacer ante alguien con tal brillo tan cerca de él? Era débil cuando era libre de mirarlo porque nadie lo cuestionaría. Era débil cuando fruncía los labios y alguna o ambas cejas porque se veía tan hermoso que le entraban ganas de deshacer el gesto, no fuera a ser que su embelesamiento se notara.

No pudo evitar que sus sentimientos casi fuesen visibles ese día. En el rato que Suga estuvo conversando con su madre, leía por encima los significados para encontrar alguno que revelara la intensidad de lo que estaba conteniendo; así sabría qué flores esperar entre el viernes y el sábado. Esa era su nueva costumbre real: tratar de anticipar la investigación según lo que creía que podría cultivarse en sus pulmones. Cuando él entró y preguntó por qué lo veía, solo pudo responder a la mitad; revelar que predecía lo que podría escupir se sentía como delatarse.

Inmediatamente después lo invitó a sentarse a su lado, y por un segundo dudó que la idea fuera buena. Por el poco espacio en su cama no hecha para dos, si ninguna de las personas quería estar muy a la orilla, tenían que sentarse rozando sus rodillas. Ese contacto lo hizo voltear a verlo, y de ahí quedó casi embobado. Tan cerca; deseaba tener permiso de acariciar su muslo, luego inclinarse y besarlo, que lo demás fuera decidido por las ganas. Como no lo tenía, hacía lo que estaba a su alcance. Nadie necesitaba permiso para contemplar al de al lado.

Más tarde, Suga casi lo mataba de vergüenza por su ignorancia. Admitía haber actuado por impulso, que ofreció comprar lo que quisiera con sus ahorros sin pensárselo dos veces para que no pasara por ninguna frustración en su cumpleaños —y porque de verdad quería darle un regalo notorio—, así que no había considerado cómo le respondería. Lo peor fue que Suga no estaba equivocado; debía aprovechar cualquier cosa, incluido el dinero, para atraer a quien fuera la otra persona. Daichi usó el dinero en quien amaba, era lo que él no sabía.

Estuvo satisfecho y contento al ver la sorpresa en Suga, además de orgulloso cuando preguntó cómo hicieron para entrar a su casa. Por suerte, todos estaban alegres, por lo que nadie vería extraña su sonrisa. Como tenían clases el día siguiente, la celebración duró hasta un poco después de que llegaran sus padres y partieran el pastel.

La siguiente sorpresa se la llevó en su propia casa luego de que su madre preguntara qué tal resultó todo. Lo miraba con una sonrisita que le fue más que sospechosa y casi insoportable, así que no pudo evitar que le saliera un reclamo un tanto brusco.

—¿Qué? —También le temía a esa mirada que se suavizó en vez de enfadarse. Era esa que le contaba que había descubierto algo que creía ocultar de maravilla.

—Es él —dijo con casi más dulzura de la que podía tolerar en ese instante.

—¿Qué cosa?

—Sabes de qué hablo, Daichi.

Quiso aparecer rubor en sus mejillas. No estaba listo para revelarle eso aún, pero supuso que era imposible que su mamá no se percatara antes.

—Así que es Koushi-kun, ¿eh?

—¿Cómo te diste cuenta? —susurró.

—Empecé a notar que a veces, no siempre, haces una pequeña mueca cuando lo nombro, como si quisieras ser el que lo llama por su nombre. Pienso que no tendrías inconvenientes haciéndolo de vez en cuando con lo cercanos que son y porque él ya te llama por tu nombre, a menos que algo te haga sentir que no es apropiado. Si no es porque no le gusta... —Se encogió de hombros, dándolo por sobrentendido.

Cuando las flores hablen por élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora