Prólogo

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Sus pensamientos divagaban entre una cosa y la otra. Sus sentimientos eran un caos. Las lágrimas que retuvo por horas salieron a relucir recorriendo por su rostro.

No podía engañarse a sí misma, haciéndose creer que todo era un mal sueño del que pronto despertaría. Aunque doliera, tenía que aceptar la verdad. Abel, su hermano menor había muerto.

Irene intentó amortiguar su llanto con sus manos. Le había costado, pero cuando el doctor les informó la terrible noticia logró mantenerse serena por sus padres, pero en la soledad del jardín dejó salir todo ese fuego que la quemaba desde adentro.

¡Maldición! Era un niño de 9 años ¿Por qué le tuvo que pasar eso? Se preguntó internamente.

Tan solo deseaba sumergirse en un sueño interminable, para no pensar. Eso aliviaría el dolor que amenazaba con consumirla.

—Con que estas aquí.

Alzó el rostro para buscar al dueño de esa voz. Sintió como se ahogaba al contemplar esos penetrantes ojos azules. En toda su existencia nunca había visto tal color.

—Me dirás ¿Por qué desapareciste tan de repente, Hera? –preguntó el hombre de cabellos cual alas de cuervos.

Irene se estremeció, su instinto al que nunca escuchaba le gritaba que se alejara de ese hombre y de sus ojos azules cual aguas cristalinas.

El verdadero rostro de HeraWhere stories live. Discover now