Capítulo 23.

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CAPÍTULO 23

Tras ver la puerta de la habitación cerrarse, Victoria caminó lento hacia la suya. Harold la tomó de la cintura por detrás y le besó la mejilla.

—¿Estás feliz? Yo amo verte feliz, ¿he logrado hacerte feliz? —Como si fuera un adolescente, Harold llenó de besos a Victoria antes de llegar a la habitación.

—Claro que estoy feliz. Ver a Emiliana feliz me hace a mí. Tú me haces feliz. —Sintió una pequeña ligereza en el pecho y las ganas que sentía de besarlo y tocarlo le traspasaban la ropa, pesaba. Lo detuvo antes de que abriera la puerta—. Espera aquí afuera.

—¿Qué pasa? —Harold rio divertido al sentir cómo Victoria lo detenía antes de entrar a la habitación.

Se notaba nerviosa de repente, estaba más sonrojada que de costumbre. Algo pasaba. Había estado extraña todo el día, claro que un poco más contenta, pero había algo distinto. Desde que había amanecido lo había estado tratando distinto, como más cariñosa. ¿Qué era lo que tenía? No tenía ni idea, pero le gustaba y por eso no había cuestionado, le gustaba ser consentido por su mujer.

—Nada, solo espera aquí afuera, yo también te tengo una sorpresa. —Victoria entró lo más rápido posible a la habitación y le cerró la puerta tan rápido que terminó agitada y con el corazón acelerado.

«Ya», se dijo y tomó una gran bocanada de aire. Había aprovechado el tiempo en el que Harold no estaba en casa para preparar la habitación. Que todo fuera perfecto para desenvolver todas esas ansias que tenía por estar con ese hombre, aquellas que no había podido desatar en el lago por miedo. Esas ganas de que fuera únicamente Harold quien le hiciera olvidar su atormentado pasado; quien le hiciera saber que las caricias no eran malas. Porque ella sentía que no lo eran.

Victoria se metió a la ducha e intentó salir lo más rápido posible. Dentro, se había puesto su camisón al cual le había hecho unas moderaciones; le había pedido a Gloria, tijeras, aguja e hilo y, con lo poco que había aprendido de su madre, lo había hecho más corto. ¿Cómo se había atrevido a eso? Ella nunca se había atrevido a nada, por mínimo que fuera, pero ese hombre la hacía querer sacar ese lado pervertido, ese lado atrevido que no sabía que tenía.

Harold se estaba impacientando. ¡Victoria estaba tardando demasiado! Intentó abrir la puerta un par de veces, pero esta tenía seguro. Para cuando iba a tocar y llamarla, al mismo tiempo fue abierta por Victoria, lentamente, y todo parecía un misterio. ¿Por qué la habitación estaba en penumbras? Estaba confundido, pero intrigado.

—No la enciendas —escuchó decir a Victoria cuando tenía la intención de tocar el interruptor—. Solo ven a la cama.

Pero él no miraba absolutamente nada, solo alcanzaba a ver la sombra de ella cerca de la cama, y eso, gracias a la luna y su poca iluminación que se metía por la ventana.

Otra manera de mirarte© [Miradas 1] Disponible en físicoWhere stories live. Discover now