Capitúlo 3

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La selva era densa, verde, húmeda y llena de asfixiante calor.

Hacia unas horas que un chaparrón había caído, volviéndolo todo aun mas húmedo, y el suelo, lleno de hojas muertas y podridas, estaba lleno de charcos.

Karon alzo la vista e intento vislumbrar el sol entre las ramas de los árboles, pero solo encontró un poco de claridad en medio del follaje.

Hacia ya varios días que caminaba por aquel paraje, había cruzado arroyos, ríos, subido montañas y descendido valles, siempre hacia el sur, como le había dicho.

Se había alimentado de algunos frutos que había cogido en el último pueblo, y que guardaba en una bolsa de lona, pero su cuerpo se sentía fatigado.

Al llegar a un claro, se sentó en una piedra, agarro su cantimplora de piel de cabra y bebió las pocas gotas que le quedaban dentro, debía conseguir agua, pero ya sabia cual era el precio de beber en cualquier charco o arroyo.

Pero era un nigromante, y sabia como solucionar eso.

Busco entre la vegetación, hasta que encontró una gran hoja que había recogido a modo de cuenco toda la lluvia de la noche anterior, sumergió la palma de la mano y de ella afloro unas llamas azules que calentaron el agua hasta hacerla hervir, en cuestión de segundos.

Karon inclino la hoja y recogió el agua dentro de la cantimplora.

Su error fue no haber estado atento a los sonidos de la jungla, pues en un segundo todo se quedo en silencio.

Cuando volvió la vista allí estaba el depredador.

Cinco metros de piel dura, dientes,garras y hambre, un león de selva lo miraba entre la maleza a varios metros.

Majestuoso animal, voraz asesino y experto en emboscadas.

Su melena parda y su piel moteada lo ocultaba entre la maleza, aunque Karon había visto pisadas y huellas de garras en todo su camino, escuchado las indicaciones de los lugareños del último pueblo, debía apartarse del camino que marcaban aquellas pisadas, pero su rumbo se internaba en ese territorio.

El león lo observaba con sus ojos negros, y Karon se quedo inmóvil, observándolo también.

Recordó las enseñanzas de su maestro,tensar músculos, abrir ojos, sentir el espacio, y eso hizo.

Cuando el león se abalanzó sobre el,con toda su fuerza ,el muchacho ya sabia como terminaría ese enfrentamiento.

Una mano en la garganta, dos pasos hacia adelante y cuando estuvo debajo de aquella mole, las llamas volvieron a aparecer en sus puños, las introdujo en el pecho de aquel animal, como si fueran una llamarada fugaz y apretó con sus manos lo que encontró dentro de su caja torácica, su corazón.

El león choco contra el suelo, y al tocar con su cuerpo, intento levantarse, pero ya de nada servia,pues Karon tenía en las manos su corazón y el, un gigantesco agujero en el pecho de donde la sangre manaba a borbotones.

Aquella bestia se derrumbo de lado y expiro gimoteando su último aliento.

Karon observo el corazón, grande,lleno de sangre , caliente y lo arrojo al lado del cuerpo de la gran bestia.

Tenía veinte años, y era un nigromante bien amaestrado, rápido y letal, y ahora debía encontrar lo antes posible lo que venia buscando.

Observo el cuerpo de aquel animal por última vez y siguió su camino internándose en la selva.

Había andado unos diez metros cuando unos lamentos lo alertaron, busco con la mirada de donde provenía aquellos tristes sonidos, y entonces volvió la vista al cuerpo del león, que descansaba inerte en el suelo.

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