Capítulo 4

6 3 2
                                    

-¡Fuego de cobertura!- El grito de Jill avisó que su compañía de Nigromantes iba a entrar por la brecha de la muralla.
La batalla de Las Murallas de Brent estaba en su pleno apogeo, Jill era joven y poderoso, el capitán de su compañía, el mejor de su promoción. Su padre y su abuelo estaban a varios kilómetros cada uno, y gracias a los veloces mensajeros, el joven Nigromante sabía que ellos ya habían traspasado las murallas, era su momento . Debía entrar y apoyarlos desde su posición.
Cinco grandes hombres, Guerreros, tan altos como dos hombres, penetraron por el agujero humeante, corriendo, maldiciendo y gritando, inmersos en el frenesí que siempre los acompañaba. Cuando estos desaparecieron entre el humo y la oscuridad que a todos envolvía, se escucharon los gritos de la batalla que detrás de las murallas se llevaba a cabo.
Las balas comenzaron a silbar desde las ametralladoras que los Guardabosques tenían apostadas en tres montículos artificiales, creados con la magia y el poder que los Ritualistas poseen, ya que ellos controlan los elementos que en el mundo hay, los elementos que tambien usaron para abrir el hueco en la gran muralla, pero como se sabe en todo Rathago, los Ritualistas solo apoyan, nunca combaten.
Jill y su compañía avanzaron rápidamente, entre las balas que silbaban hacia el interior, balas creadas para matar solo a aquellos que se encontraban detrás de aquellos muros.
Cuando cruzaron entre los escombros, la luna volvió a iluminar lo que tenían delante de ellos. Eran cien Thelarys, armados con sus espadas, luchando ferozmente contra los pocos Guerreros, luchando contra aquellas moles, que solo se dedicaban a aplastar y avasallar a todo lo que les rodeaba.
-¡formación de Run, Cinco, Cuatro, Compañía!- Todos los Nigromantes gritaron al unísono en respuesta a la orden
Los jóvenes Nigromantes rodearon a los Guerreros, y como si fueran pasos de baile, comenzaron a moverse con soltura entre los gigantescos hombres, esquivando sus puños, sus golpes, empezaron asestando salvajes y certeros golpes, con sus espadas, golpes tan mortales y certeros que los Thelary caían muertos tan rápidos como un abrir y cerrar de ojos.
La suerte estaba de su lado, porque aunque en ese momento, la guerra parecía ganada, Jill no dejaba de recordar todas las historias que su abuelo le contaba antes de dormir, las historias de los poderoso Thelary que llegaron del cielo, con sus armas y sus vehículos de hierro. Aquellos Thelary, aquellos que bajaron de los cielos, viniendo de otro mundo, estuvieron a punto de conquistar el mundo entero, y los mismos Dioses tuvieron que expulsarlos, en una batalla que hizo temblar Rathago entero, una batalla en la cual los humanos lucharon codo con codo junto a los Dioses que veneraban, y donde murieron tanto humanos como deidades. Pero esos que fueron expulsados hace quinientos años, esos Thelary que abandonaron Rathago si eran grandes enemigos, estos en cambio, son solo el recuerdo de aquellos que hicieron el mayor daño imaginado.
Estaban débiles, sin apenas armamento mas allá de sus armas de filo y algún as bajo la manga, pero contaban con algo que les hacía peligrosos, cualquier poder de Rathago, ya sea de Nigromante o Ritualista no tenía efecto en sus carnes ni en sus cuerpos, por lo cual, solo el combate directo podía ser usado contra sus huestes.
Habían bajado de los cielos de nuevo, buscando asilo, pero Rathago nunca perdona, y de nuevo estalló la guerra.
Mientras Jill y sus hombres luchaban contra los Thelary, un escuadrón de Guardabosques salió del agujero de la muralla y les dio apoyo, eran diez, montados en lobos, leones, jabalíes y un par de hienas, todas las monturas tan grandes como caballos, y los jinetes disparaban contra los enemigos.
Al cabo de un par de minutos los alli presentes remataban a los Thelarys heridos, mientras el fuego de un par de Ritualistas abrian aun mas el agujero de la muralla, pues debian pasar los refuerzos.
-No dejéis a ninguno con vida- ordenó Jill a uno de sus hombres, mientras se retiraba de ellos y se acercaba a un Ritualista que expulsaba una gran llama de la palma de la mano.
-Se que no eres tan insensible joven Nigromante- dijo sin volver la vista el Ritualista.
-¿Que razón os lleva a decir eso?- contesto Jill.
-Manejais la muerte a vuestro antojo, amigo Nigromante, conocéis el propósito natural que tiene vuestro trabajo, y mi postura abiertamente es apoyar a que vos desempeñeis vuestro trabajo dentro de los márgenes socioculturales y legales de este mundo- Como siempre los Ritualistas y su verborrea- Pero lo que tengo a mis espaldas es la clara demostración de la perdida de empatía en el mundo, en este mundo, en mi mundo-
Jill giró la vista y sus jovenes ojos dieron cuenta de lo que aquel hombre decía. Los cuerpos inertes de decenas de Thelarys descansaban en el suelo, blancos como la leche, mientras sus hombres y los Guerreros remataban a los suplicantes sobrevivientes, cuyas pieles coloreaban de verde, azul, amarillo, seguramente pidiendo piedad.
-Que no hubieran venido, que no hubieran vuelto a pisar esta tierra-
-La desesperación es la llama que prende la vela de la ilusión ,en los corazones de aquellos que no tienen mas opción que tomar una elección complicada, y ellos lo han hecho, podríamos aprender mucho de aquellos que ahora rematas en el suelo, pero el temor que esta tierra tiene a los ancestros de estos pobres seres os obliga a todos a empuñar la espada en vez de la pluma- contestó el Ritualista con voz seria.
-Tu gente fueron lo que mas sufrieron contra ellos, hace quinientos años los Thelary os masacraron-
-Y hace quinientos años mi gente y la tuya luchaban entre ellos, y hoy, quinientos años mas tarde, estoy abriendo un agujero en una muralla mientras te hablo, no empuñando un arma contra ti, la paz siempre llega-
Jill conocía la existencia de personas que estaban en contra de esta guerra contra los Thelary, y eso le ponía furioso, aunque en su interior un retazo de pena por aquellos que agonizaban a su espaldas comenzó a llenar su pecho.
-¿Conocéis la situación de los otros batallones de Nigromantes?- pregunto Jill dispuesto a no seguir hablando de esos temas.
-Antes de entrar me han informado que los dos escuadrones ya están de camino hacia Grand Orth- los Ritualistas podían comunicarse entre ellos gracias a los elementos, susurrando cosas en el viento o en la lluvia.
Jill se giró y caminó hacia sus compañeros, por suerte todos estaban sanos y salvos, en la batalla solo un Guardabosques y dos guerreros habían perdido la vida. Los dos cuerpos inertes de los grandes hombres estaban siendo colocados juntos,por sus tres compañeros, que se reían felizmente, típico entre Guerreros, sentirse felices por esos dos compañeros muertos en la lucha.
-Tendrán un buen asiento en el Coliseo de Oro- dijo con voz feroz uno de ellos.
En cambio, los Guardabosques guardaban un minuto de silencio alrededor del cadáver de su compañero y su montura.
-Compañia, debemos dirigirnos hacia Gran Orth,llegaremos por la retaguardia y apoyaremos a los otros dos grupos- Jill no debía perder tiempo, debía movilizar a sus hombres, su padre y su abuelo ya estaban en camino.
Gran Orth era importante, si los Thelary que allí habían resistían el ataque, todo el esfuerzo habría sido en vano, aquella ciudad era la sede de los Biogelos, los curanderos y científicos mas eficaces de todo el mundo, ya llevaban casi un año invadidos por los Thelary, debían recuperar aquella ciudad fuera como fuese.
-Pongámonos en marcha-
Llevaban dos horas corriendo sin parar, apenas habían descansado, pasando puentes destruidos, aldeas arrasadas, árboles llenos de humanos y Thelary colgados inertes como trofeos de aquella guerra, pero para un Nigromante aquellas terribles muestras de la ira de algunos fanaticos les eran conocidas.
Cuando tu trabajo es la muerte, cuando conoces el verdadero rostro de el final todo lo demás es un juego de niños, al final te haces frío como la misma parca, para Jill y sus hombres los cadáveres que en el camino encontraban tan solo eran carne muerta y vacía, nada que importara, tan solo importaba una cosa, ganar.
-Señor ¿Cuanto queda para encontrarnos con las demás compañías?- preguntó uno de sus hombres si dejar de correr.
-Según el comunicado que recibí las compañías de Nigromantes ya deben estar cerca, también había dos mas de Guardabosques que se dirigían a Orth, nos las encontraremos en el camino- contestó Jill.
-Siento la pregunta mi Señor pero ¿Cuantos hombres somos?¿Cien? ¿Doscientos?- preguntó otro de sus hombres.
-Mi padre tiene veinte hombres, mi abuelo treinta, los Guardabosques entre diez y quince- contestó en joven Jill.
-Considero que son pocos Señor-
-Tienes razón, pero ¿Acaso necesitas mas público?- Jill sonrió ferozmente -Un Nigromante vale por diez hombres, así que demos un buen espectáculo- la respuesta hizo que sus hombres sintieran un valor renovado.
Un haz de luz blanca impactó delante de ellos, haciéndoles frenar en seco.
Era demasiado tarde.
Dos de los hombres de Jill salieron despedidos por el aire, impulsados por la gran explosión, ambos con el cuerpo desmembrado.
-¡Torreta araña!- Grito uno de los hombre lleno de terror.
Todos los Nigromantes se replegaron y se colocaron en posición de ataque, aunque contra una torreta araña poco se puede hacer.
Los Thelary tienen pocas armas, pero algunas que trajeron de su mundo son tan espectaculares como mortales, imposibles de imaginar para los habitantes de Rathago, una de ellas eran las torretas. Una creación mecánica, tan avanzada como terrorífica, una especie de vehículo con ocho patas, cinco metros de altura y que disparaba unos haces de luz tan potentes que explotaban destrozando todo a su paso.
-¡Formación Mhu!- gritó Jill
Todos los Nigromantes empezaron a correr hacia aquella cosa, se encontraban en un amplio camino rodeado de árboles, la torreta se encontraba en medio del mismo, caminando lentamente con su sonido metálico hacia ellos. Encima de las ocho patas un armazón metálico contenía una especie de órgano que controlaba aquella cosa, debian destruirlo, sin dejar de tener a la vista la especie de cañón que el armazón poseía.
Rápidos y certeros dos Nigromantes saltaron encima de las patas, un gran zumbido inundó la zona, y de el metal que cubría aquella cosa, comenzaron a aparecer una especie de rayos eléctricos, era un escudo, un escudo que básicamente frió a los dos Nigromantes en un instante, cayendo los dos muertos al suelo.
-¡Cambio! ¡Formación de esquive!- Hijos de puta, pensó Jill, aquellos a los que subestimo no eran tan imbéciles como el pensaba,debía hacer algo.
El cañón disparó, el haz de luz silbo con un sonido limpio y fluido hacia los Nigromantes. La explosión inundó el camino de polvo, uno de sus hombres se encontraba en el suelo partido por la mitad.
«Mierda» pensó un desconcertado Jill, un joven e inexperto Jill, la explosión lo había dejado mareado, todo parecia pasar en camara lenta, miró los cuerpos de sus dos hombres, fritos como la carne en la sartén, vio como una de las patas aplastaba la caja torácica de uno de ellos.
No podían hacer nada, solo podían escapar, huir, sumergirse en el bosque e intentar encontrarse con las otras compañias, pero era arriesgado, muy arriesgado.
Los Thelary eran demasiado peligrosos en terreno frondoso,pasaban inadvertidos, y sin poder usar sus poderes contra ellos serían presa fácil, pero no quedaba otra.
-¡Compañía retirada! ¡Al bosque!- grito a sus hombres Jill.
En ese momento la torreta se ladeó, recibiendo un disparo certero y explosivo.
Desde el aire un batallon de seis Guardabosques bombardeaba a aquella cosa, tres aguilas y tes buitres sobrevolaban en lugar sin dejar de disparar contra aquello, grandes como tres personas.
-¡La compañía de Pluma Plata!- un aliviado Nigromante casi vitoreaba aquella aparición.
En unos instantes la torreta se encontraba ardiendo e inactiva, como siempre la puntería de un Guardabosques era un gran aliado en combate.
Los seis héroes se bajaron de sus aves y se acercaron a el joven y aturdido Jill.
- ¿Cuantas bajas habéis tenido?-preguntó un hombre de apariencia fuerte y decidida.
Era Harld Trent, el capitán de la conocida compañía Pluma de Plata, un hombre conocido en el mundo entero, por su valor y fuerza, un hombre de mediana edad, alto, de mirada seria y justa, alguien en quien puedes confiar sin dudarlo.
-Cinco de mis hombres han muerto señor- respondió un joven Jill aturdido.
-Debeis ir sin falta al vado de Langodont, allí os esperan las demás compañias, dos de mis hombres os acompañaran- la orden fue clara y concisa.
-¿Allí no era donde debía encontrarse las dos compañias de Nigromantes con vuestros demás hombres? Nosotros tenemos orden de seguir hasta Orth y allí servir de apoyo, no debemos desviarnos- contesto un confundido Jill.
-Una de mis compañias esta atrapada entre cientos de Thelary, debemos prescindir de ella, debeis ir a Langodont- respondió Trent.
-¿Prescindir?-
-Ellos no tienen escapatoria, intentamos ayudarles pero son demasiados, tienen tres torretas, además de muchos efectivos, no se puede hacer nada- la ira de Trent por el futuro de sus hombres se hizo palpable en sus palabras.
-¿Que compañia es?¿Donde se encuentran?- preguntó rápidamente Jill.
-La de James Lambert, se encuentran en el paso de Farn, joven, no se puede hacer nada, debemos seguir-
Al escuchar estas palabras, Jill miró a sus hombres, todos ellos Nigromantes como el, jóvenes, serios y valerosos, llenos de temor, ira y frustración, como todos lo que luchaban en aquella estúpida guerra, pero como buenos Nigromantes en sus facciones solo se podía leer la sobria canción de quien esta acostumbrado a codearse con la muerte.
Había escuchado hablar de Lambert, un buen hombre, joven como el, una buena persona, había escuchado hablar de sus logros y méritos. La guerra es así, buenos hombres mueren, malos hombres sobreviven, y Lambert seria de los héroes cuyos nombres son olvidados en el tiempo.
En ese momento Jill no supo el porque hizo lo que hizo, cuando se giro, miró a sus hombres y comenzó a correr, sin escuchar los gritos de Trent que lo ordenaba a dar media vuelta.
Y mientras su compañía lo seguia,dirigiéndose a el paso de Farn, a intentar salvar la vida de alguien a quien apenas conocía y de sus hombres, entendió la razón por la cual lo estaba haciendo.
En su corazón sintió la irrefrenable sensación de deber hacer lo correcto, sentir lo que es por una vez salvar a alguien, salvar a una buena persona, aunque no la conociera.
Quizás tambien fue por que era joven, impulsivo a su manera, o quizás alguien de mas arriba le estaba pidiendo que salvara a aquel hombre, a alguien que le seria de ayuda en un futuro, no solo a el , tambien al mundo entero.

RathagoWhere stories live. Discover now