Capítulo Ocho: Nombres

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KHALESSI

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KHALESSI

Cada palabra que sale de mi boca quema en mi cuerpo cómo si de mismísimo fuego se tratase. Lo único que corre por mis venas en este momento es ira, enojo al pensar en que ha estado con otra mujer durante todo el mes en el cual yo me encontraba hecha un mar de lágrimas pensando en que todo lo que me estaba sucediendo me lo había ganado.

Lo único que me hacía no sentirme tan miserable era la idea de que él también se encontraba igual que yo: solo, triste y roto en miles de pedazos los cuales parecía no volver a querer unirse jamás. Pero no, él se encontraba entre los brazos de otra mujer disfrutando del placer de su compañía, mientras que yo estaba sola y asustada por el hecho de tener a alguien formándose dentro de mí.

Cuando me pregunta si lo amo, mi garganta quiere gritar un sí desgarrador por instinto, pero me muerdo la lengua recordando el mensaje de voz que acabo de escuchar. Siento mi cuerpo temblar no solo por la fría brisa que está corriendo, sino por la rabia y los celos que corre por mis venas.

—¿En serio creíste que puedo amar a alguien cómo tú? ¿A alguien tan vulnerable cuando su vida se llena de problemas? ¿En un hombre que miente y traiciona? —Aquello es lo único que necesito para que mi corazón termine de partirse en dos, al igual que el suyo, ya que su rostro refleja cada una de las emociones que está sintiendo.

Le veo irse del lugar después de poner aquella famosa cadena que mi primo me dijo que tenía con mi inicial. No mira atrás y aquello me dice que ha tomado una decisión definitiva. Suelto un grito lleno de frustración, volviendo a tener las miradas de mi familia sobre mí.

—¿Pero cómo pudiste hacerle algo así a Judah? —dice mi hermano mellizo incrédulo —. Joder, yo pensé que le amabas.

—Y lo amé —le aseguro, a lo que él frunce el ceño —. Y porque lo amé es que estoy tomando esta decisión. Porque tengo dignidad, Derek. Yo todo ese mes me encontraba llorando sintiéndome la mujer más miserable en todo el planeta. ¿Dónde estaba él? Estaba entre los brazos de aquella mujerzuela.

—¿Por qué eres tan dura? Es hombre, hermana. Por supuesto que estaba más que claro que iba a ir a buscar consuelo en los brazos de otra mujer que de verdad se muere por él —replica rodando los ojos —. Lo único que tú has hecho es joder tu última oportunidad de haber podido formar una familia. Los dos juntos con aquella criatura que llevas en el vientre, Kai.

—Mi bebé y yo nos encontramos muy bien sin él. Hemos estado bien por tres meses y medio —digo entre dientes —. Si él de verdad me amase, no se hubiese estado revolcando con aquella.

—Kai, sabes que odio no estar de acuerdo contigo —mis ojos se conectan con los de la castaña —, pero en este caso tu hermano tiene toda la razón.

—Cariño, ustedes dos no se encontraban juntos en aquel instante —me dice mi padre, cruzándose de brazos —. Ya lo perdiste una vez, Daniela. No creo que quieras perderlo otra vez porque sabes muy bien que jamás encontrarás a alguien como él.

Judah ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant