Capítulo Veinticinco: Proteger

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JUDAH

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JUDAH

Suelto un suspiro al escuchar los pequeños llantos de mi bebé, pero me encuentro demasiado exhausto como para levantarme a atenderle. Solo requiere un roce de mis labios en la oreja de mi enamorada para que ella se levante sin decir palabra alguna, a pesar de que sé que está sonriendo.

Acomodo mi cabeza sobre la almohada, escuchando como los sonidos empiezan a cesar. Suspiro tranquilo, pensando en que ambas se encuentran completamente bien. Aquello es todo lo que necesito para dejarme caer en los brazos del sueño. El saber que las tengo protegidas en una especie de burbuja imaginaria es lo único que me mantiene tranquilo.

Frunzo el ceño al escuchar una voz que reconozco a la perfección, lo cual hace que ambos de mis ojos se abran como platos. Sin hacer el más mínimo ruido me levanto de la cama, tomando el monitor de la bebé con toda la delicadeza posible. Mi corazón se ha detenido en el momento en el que escucho su voz con mucha más claridad.

—Hola tú —le escucho decir —, es muy hermosa mi bebé, ¿no crees?

Me contengo las ganas de gritar del enojo, así que aprieto la mandíbula con mucha más fuerza de la necesaria. ¿Cómo demonios se ha metido aquí a la casa? El solo pensamiento de que ella es la que tiene a mi bebé entre sus brazos me hace regresar a la realidad. Levanto mis pies y con pasos casi inaudibles me acerco a la otra habitación.

—Deja a mi bebé en su cuna, por favor —le dice mi enamorada, su voz pendiendo de un fino hilo —. Ella es muy pequeña y frágil, no quiero que nada malo le suceda.

—¿Tu bebé? No, ella no es tuya —responde Afrodita con decisión —. Ella debería ser mía, ¿sabes? Yo estuve embarazada de Hathaway aquel mes juntos.

Mis ojos se abren de par en par cuando la confesión deja sus labios. Todo se ha quedado en un puro y cruel silencio en el cual estoy cayendo más que profundo. Mi boca se siente demasiado seca y mi cuerpo ha perdido todo tipo de calor corporal. Ella... no, ella no estaba embarazada. No hubiese sido capaz de abortar sin decirme nada sobre un bebé en camino. Ella...

—P-Por favor deja a mi bebé en su cuna —vuelve a suplicar Kai, quien ahora se encuentra llorando —. P-Podremos conversar de lo que quieras después, s-si eso es lo que q-quieres.

No lo hará, ella no dejará a mi bebé en su cuna. No lo pienso mucho antes de entrar a la habitación, sorprendiéndolas a ambas. Juro que se me cae el alma al suelo cuando ella hace contacto visual conmigo, un escalofrío me recorre por todo el cuerpo. Lleva el rímel completamente corrido por todas sus mejillas y su lápiz labial rojo se encuentra de la misma manera alrededor de sus labios. Como si en un momento de frustración se hubiese pasado las manos fuertemente por el rostro.

—J-Judah —tartamudea, con una sonrisa en sus labios. Ha perdido todo tipo de cordura —. ¿Has visto lo hermosa que ella es? —pregunta refiriéndose a mi bebé, la cual se encuentra dormida entre sus brazos.

Judah ©Where stories live. Discover now