Capítulo 6

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—¡Zarpa de Iguana! ¡¿Qué haces aquí?!— Preguntó Zarpa de Irbis, confusa y sorprendida— Pensé que nadie nos seguía.
—Yo pensaba que tenían una misión importante, quería ir.
Respondió alzando los hombros.
—Pensé estabas herido.
Masculló Moteada
—Y yo pensé que vendrías sola—. Una voz más grave sonó por detrás de los tres aprendices, Ala de Cuervo. El trío enmudeció—. Lo que tengo que decirte es clasificado, además no quiero que nadie se entere de que aún vivo aquí—. Agregó mirando con recelo a Moteada y Zarpa de Iguana.
—Ellos son mis amigos, y no creas que voy a venir sola a verme con un desconocido.
El cansancio y la sorpresa de que Zarpa de Iguana las hubiera seguido habían puesto de mal humor a Zarpa de Irbis.
Ala de Cuervo soltó un suspiro, miró la luna un momento y luego habló.
—Bien, pero hablaré contigo a solas, ellos esperan aquí.
Dijo y se alejó un par de zorros.
Moteada quiso replicar pero Zarpa de Irbis le indicó con la cola que esperaran, al alejarse oyó discutir a sus amigos, pero le dio gusto que estuvieran con ella.

Ala de Cuervo se había detenido en una pequeña hondonada al pie de la gran montaña donde se reunían los clanes, su pelaje brillaba bajo la luz de la luna y de nuevo el brillo de sus ojos le recordó a la aprendiza a las estrellas, definitivamente no era un proscrito cualquiera. La joven aprendiza agurdó a que el gato negro hablara, ya era muy tarde.
—Bueno, ¿qué es eso que quieres decirme?
El gato negro dirigió su mirada a ella de una forma que la incomodó, pensó en Junco para tranquilizarse; pero las siguientes palabras la dejaron temblando.
—Antes de que el águila negra alcance a su presa, un leopardo blanco la destruirá, y sus plumas serán la paz de tres clanes.
Zarpa de Irbis lo miró de arriba a abajo, extrañada, recordó de pronto sus sueños, la pantera, la extraña profecía y el Monte de Lluvia, ¿simbolizaba acaso la pantera a Ala de Cuervo?
—¿Tú... tú... eres tú la pantera?
La gata gris tenía el tenía el corazón a mil, estaba a punto de desamayarse.
—¿Qué? ¿Qué pantera?— Ala de Cuervo estaba ahora confundido, de pronto recapacitó —Oh, claro, seguramente el Clan Estelar te ha enviado sueños—. Miró con el ceño fruncido a las estrellas, como si sus antepasados guerreros le hubieran jugado alguna broma.
—Pero— Zarpa de Irbis lo devolvió a la realidad—, ¿qué tiene esto que ver conmigo? ¿Por qué no se lo dices a un guerrero? Yo sólo soy una aprendiza.
—¿Es que no lo entiendes? Oh, Zarpa de Irbis eres tú, tú eres el leopardo blanco que los salvará.
El gato negro parecía divertirse con la sorpresa de la joven.
—¿A quiénes?
Realmente estaba confundida.
—Pues a los clanes, te lo acabo de decir.
—¿Y yo por qué arreglaría asuntos de los otros clanes?
—Por más incompresible que sea, todo tiene una razón de ser— contestó simplemente el gato oscuro, ya levantándose —. Espero que te lo tomes bien, he estado observando aprendices de todos los clanes y por fin apareces.
Ala de Cuervo empezó a alejarse del sitio, dirigiéndose a territorio del Clan de las Aves.
—¿Volveré a verte?— Preguntó Zarpa de Irbis—. No estoy segura de poder lograrlo sola.
Ala de Cuervo se detuvo y giró la cabeza hacia ella.
—Supongo, cuando el Clan Estelar me revele más cosas, de momento tú busca a esa águila.
Ya tras decir esto, el gato negro siguió su camino.

La gata gris moteado se quedó ahí, plantada, pensando en cómo demonios mataría a un águila negra, ella sólo había visto águilas marrones, y ya le parecían demasiado grandes como para querer enfrentarse a una. Dio media vuelta y regresó al sitio donde había dejado a sus amigos, ambos habían cazado unos ratones y ahora se los estaban devorando como si no hubieran comido en lunas.
—Bueno, pues vámonos, estoy que me caigo de sueño.
Maulló Zarpa de Irbis.
Sus amigos volvieron la vista a ella, Zarpa de Iguana se adelantó a Moteada a hablarle.
—¿Quién es él?— Preguntó con urgencia. —¿Qué hace un proscrito en nuestro territorio?
El joven gato negro parecía molesto, pero la joven no quería discutir.
—¿Qué te ha dicho?
Intervino Moteada.
Zarpa de Irbis ignoró la irritación de Zarpa de Iguana y respondió a Moteada.
—Un... Una...— La joven aprendiza no sabía qué tanto contar a sus amigos sobre la extraña profecía, no quería involucrarlos, y con uno solo que se fuera de la lengua, Ala de Cuervo sería descubierto y toda su «misión» se vería frustrada.
—¿Profecía? ¿Misión?
Insistió Zarpa de Iguana.
—No, sí, bueno... Pero no se lo digan a nadie, ni siquiera a Junco— Zarpa de Irbis sintió un repentino ronroneo al pensar en su amigo y lamentaba que no se lo pudiera contar—. Tengo una profecía que cumplir, pero no sé cuándo ni cómo, mataré un águila—. Contó por fin.
Sus amigos se quedaron mirándola con la boca abierta, como si no le creyeran. Fue Moteada la primera en hablar.
—¿Águila dijiste? ¡Uau! Eso parece peligroso, y emocionante.
Dijo con la mirada brillante, Zarpa de Irbis se preguntó si estaría visualisándose a sí misma o a ella montando un águila y derribándola.
—Pero no sé qué es lo que voy a hacer.
Se lamentó.
—Oye, ¿y por qué habrías de matar un águila? ¿No será alguna metáforas? Los veteranos cuentan historias en las que algunas cosas son otras, como ésa del Clan del Trueno de la que el fuego salvaría al clan.
Comentò Zarpa de Iguana.
—Dijo que por el bien de los clanes, y en lo que dices quizá tengas razón— Respondió Zarpa de Irbis alzándose de hombros —. Bueno, vámonos, que mañana hay que entrenar con Estrella Verde.
Agregó poniéndose en pie y encabezando la marcha de vuelta al campamento.

La Revolución de los ClanesWhere stories live. Discover now