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─ ¡Vamos pa! ¡Camina más rápido! –Se quejó sonriente la chica de quince años mientras ella y Mingyu jalaban del azabache con los ojos vendados.

─Yangmi bonita, eso me sería más fácil si pudiera ver, ¿sabes? –Lo único que recibió fueron risas como respuesta. Wonwoo hizo un mohín que fue ignorado por su familia mientras lo llevaban a la salida del aeropuerto y luego lo montaban a lo que, asumió, era un auto rentado. Yangmi le colocó el cinturón y golpeó cariñosamente el dorso de su mano, interrumpiéndole su débil intento de quitarse la venda que le impedía ver. El mayor exhaló con pesadez, dándose por vencido con ese padre e hija, y sus mejillas se alzaron en una sonrisa cuando fue recompensado por dos besos en sus cachetes de sus dos acompañantes. –Bien, me rendí al montarme en ese avión. Además, ¿qué clase de aerolínea permite que un hombre con los ojos vendados se monte a un avión y sea escoltado por otro hombre y una adolescente? Esto es un poco perturbador. ¡Podrían estar intentando venderme!

─Al comprar los tiquetes dijimos que recién te habían operado de la vista, por eso la venda. –Mingyu contestó tranquilamente, mientras encendía el motor del auto y los llevaba lejos del aeropuerto. Wonwoo volteó la cabeza sorprendido y abrió la boca, aunque no podía estar seguro de que en realidad estuviese viendo en dirección al moreno. Otra vez las risas de Mingyu y Yangmi llenaron el automóvil. –Además, no permitiría que nadie te compre. Eres mío.

Ahora fue turno de los dos adultos de reír cuando la chica en el asiento trasero imitó el sonido de arcadas. Wonwoo, en el asiento de copiloto, brincó ligeramente de la sorpresa cuando los brazos de Yangmi rodearon el asiento y lo acorralaron por el cuello en un abrazo débil. –Te equivocas, señor Kim. Pa Jeon es mío. A ti solo te lo presto.

Los tres rieron, entretenidos por esas tontas peleas familiares que vivían desde hacía doce años. Sus vidas habían cambiado desde aquella tarde en la que Wonwoo le regaló un ramo de rosas azules a su moreno, como lo había dicho –y como Mingyu nunca le permitió olvidar que dijo. Aunque fue a pasos de tortuga, pues ambos querían asegurarse que no era ningún tipo de atracción pasajera y no involucrar a Yangmi antes de tiempo, evitando así que ella saliera lastimada si algo malo pasaba. La niña tal vez no lo recordaba, pero Mingyu y Wonwoo coincidieron en que la pérdida de su madre era más que suficiente para ella.

Dos años después, decidieron irse a vivir juntos. La pequeña Yangmi, que estaba empezando su etapa escolar, insistía en que ambos debían irla a dejar a sus clases, pues solo así sus amigos –celosos y envidiosos, ella repetía –podrían ver que ella no mentía al decir que tenía dos papás. En ese momento, que para la niña fue tan sencillo y obvio, Wonwoo la abrazó con fuerza y luego corrió al baño, exclamando una débil excusa sobre sentirse enfermo. Mingyu le había pedido a Yangmi que esperara un momento en el comedor y fue hasta donde su novio, quien le abrió la puerta e ignoró todas las preguntas de parte del moreno y lo abrazó, escondiendo su rostro en el cuello del menor. Mingyu le sobó la espalda, tarareándole una nana y ahogándose la preocupación, pero toda esta se fue cuando Wonwoo tomó su rostro entre sus manos y lo besó con tanta emoción que casi cae al suelo con el azabache encima.

"Soy su padre también, Min." Había dicho, con una sonrisa enorme y gordas lágrimas rodando de sus mejillas. "Soy parte de esta familia".

Y Mingyu lo abrazó, casi ahogándolo por la fuerza, susurrándole que sí, que siempre lo sería y que él y Yangmi eran dichosos de tener a Jeon Wonwoo en sus vidas y esperaba nunca perderlo. No supieron cuándo ella llegó, pero después se encontraban también abrazando a la niña que estaba de pie en la puerta mirándolos y fue en ese momento que todo hizo clic en el interior de Wonwoo. Por fin estaba en su hogar, aquel que tanto anheló al lado de la persona equivocada.

Sinsentidos • MEANIE •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora