Cuando la soledad te acompaña

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Luego del funeral, me fui caminando  perdida entre mis pensamientos. Hacía frío y estaba oscureciendo, caminaba sin dirección mientras pensaba en cómo habían transcurrido los últimos años, y cuán estúpida me sentía al haberme hecho la idea de que en verdad mi madre sanaría.

Mis pensamientos empezaban a abrumarme y sentí como mis piernas se debilitaban, me estaba rompiendo en pedazos, hasta que ya no pude más y caí de rodillas en la nieve, me dolía todo, desde las uñas hasta el rincón más oscuro de mi alma.

"Oye, ¿estás bien?" alguien preguntó. Alcé la vista y me encontré con una mirada profunda de color café, en sus labios se formaba una media sonrisa algo reconfortante. 

¿Estaba bien?  analicé su pregunta en mi cabeza, no, no estaba bien, entonces perdí el control. Falta de palabras, negué con la cabeza y sentí una lágrima recorrer mi rostro, rompí en llanto.

Sentí un par de brazos levantarme del frío suelo y rodearme mientras sollozaba, estaba sola, en este instante lo único que me acompañaba era ese cálido abrazo de un extraño y sabía que una vez ese desconocido se fuera, volvería al pequeño y sucio apartamento que solía llamarle "hogar". Yo no quería eso, así que me aferré a aquel extraño como si mi vida dependiera de ello.

Al cabo de unos minutos pude soltarle, limpié mis lágrimas con las mangas de mi abrigo y miré otra vez hacia ese par de ojos. Era un chico más o menos de mi edad, alto e incluso a través de sus abrigos podía notar que estaba en buena forma, tenía unos rizos color castaño que adornaban su cabeza y llevaba unos gigantes audífonos alrededor de su cuello. Me ruboricé al darme cuenta de lo que había pasado, acababa de empaparle el abrigo a un absoluto desconocido con mis asquerosas lágrimas.

Muerta de la pena y con la voz ronca susurré "Disculpa", y me fui lo más rápido que pude, le escuché llamarme a mis espaldas pero preferí no voltear, no podría mirarle a la cara una vez más sin querer que me tragara la tierra.

Al cabo de unas semanas, ya estaba cansada de merodear por la casa sin nada que hacer, así que decidí buscar un trabajo. Llevaba meses sin empleo, ya que tuve que dejarlo desde que la condición de mamá empeoró.

Abrí mi laptop y empecé a navegar buscando posibles nuevos empleos, el único problema era que sólo tenía experiencia como mesera y lo único que hacía bien era cantar, así que mis opciones eran muy limitadas. Odiaba cómo todos mis compañeros de la secundaria habían tenido oportunidad de ir a la universidad y tener buenos empleos asegurados por la misma razón, mientras yo sólo había aprendido a servir pasteles y café y a cuidar de mi madre.

Abrumada por esa idea, decidí salir a tomar aire fresco, disfrutaba andar por la ciudad y observar los niños correr en los parques, parejas tomadas de la mano mientras caminaban por los centros comerciales, disfrutaba y a la vez añoraba el vivir esas experiencias también.

Caminando por el centro de la cuidad, pude escuchar una dulce melodía que provenía del Aries Pub, era famoso por los deliciosos platos y tragos que allí se servían, claro que no lo había comprobado por mí misma ya que no podría pagar por ello. Entré al lugar para empaparme del dulce sonido del violín que atravesaba las paredes de aquel sitio. 

El pub estaba prácticamente vacío ya que eran horas de la mañana, sólo estaba el violinista, quien parecía ensayar y el personal encargándose de que todo estuviese en orden.

El músico me vio observarle desde la puerta y me invitó a acercarme con una noble sonrisa "¿Te gusta?" preguntó.

"Me encanta" dije con más seriedad de la que esperaba "Es increíble como de un instrumento tan pequeño pueden salir notas tan estremecedoras".

"La música es casi como magia, una simple melodía puede transportarte a través del tiempo y el espacio, me alegra que alguien tan joven como tú pueda ver ese tipo de cosas" dijo el señor y volvió a ensayar.

Me senté en silencio a su lado y reconocí la canción que tocaba, era "Can't help falling in love with you" de Elvis Presley, pero el músico le dio su toque personal convirtiéndola en una pieza más allá de lo explicable.

Decidí dejarme llevar por la melodía y empecé a cantar, mientras lo hacía, recordaba esas mañanas en la tina lavando el pelo de mi madre mientras le cantaba ésta, una de sus piezas favoritas.

Cuando terminó la canción abrí mis ojos y el señor sonrió "Formidable" dijo. Entonces escuche alguien aplaudir a mis espaldas de manera exagerada, cuando volteé me encontré con aquella profunda mirada de color café sonriendo hacia mí, quedé perpleja al ver de quién se trataba, era el dueño de aquellos brazos fuertes que me sostuvieron cuando me desvanecí.

Se acercó a mí extendiendo su mano "Soy Aaron" dijo saludándome.

"Emma" respondí a su apretón de manos, un poco apenada.

"¿Te gustaría formar parte del Aries Pub?" preguntó sin rodeos. ¿Acaso era él el dueño de tan lujoso lugar? 

Quedé perpleja ante su pregunta y sin saber qué decir afirmé con la cabeza.

"Al parecer las palabras no se te dan tan bien como las canciones" dijo soltando una suave carcajada, se refería a nuestro primer encuentro, en el cual tampoco pude emitir palabra alguna.

Le di una sonrisa forzada y decidí hablar "Disculpe mi falta de cortesía".

"Descuida...pero me interesa que formes parte del pub, esa voz es justo lo que necesito para entretener a mi público" esta vez vestía más formal y no llevaba aquellos gigantes audífonos alrededor de su cuello.

"Créame, a mi también me interesa mucho" sonreí, esta vez de forma honesta.

"¿Te puedo invitar algo de tomar mientras hablamos de ello?" dijo señalando a una un cuarto que suponía era su oficina.

"De acuerdo" y lo seguí hasta allá.

Cuando regresé a casa tomé un baño y preparé algo de comer, me puse a pensar en lo amable que había sido aquel muchacho y las cosas importantes que no se imaginaba que estaba haciendo por mi. 

Quizás por fin, mi vida recobraría el sentido.

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⏰ Last updated: Jul 24, 2017 ⏰

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