Capítulo 7: Del cielo a las puertas del infierno

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Cuando Frank finalmente se detuvo, lo hizo en el estacionamiento privado de una de estas habitaciones privadas de motel. Estaba todo terriblemente oscuro y al ver los autos de lujo que había en las demás habitaciones, supuse que era un lugar donde sólo iban personas que podían pagarlo o que eran importantes en el ámbito estatal.

Sonreí al imaginar mi cara y la de Frank en los noticiarios de la mañana porque un policía y un NN se habían registrado en un motel, juntos.

Frank no decía nada, simplemente me guío al interior de la habitación y al notar como la luz parpadeaba al encenderla, pude adivinar más o menos que tan ebrio me encontraba. Pero si estaba dispuesto a tener sexo con un hombre… la respuesta era y en mayúsculas: BASTANTE EBRIO.

O bastante solitario. La verdad no lo sé.

Al no saber qué hacer decidí imitarlo, me quité la ropa. Todo. Incluso los calcetines. Y una vez ambos estuvimos completamente desnudos frente a la cama, hablé con voz ronca.

— ¿Tienes condones? —le pregunté, su gesto se contrajo pero luego sonrió.

— Sólo confía en mí —dijo. Y eso fue suficiente.

Luego de eso me dejé llevar.

Sus manos me tomaron por sorpresa y me empujó a la cama, besando demandante cada parte de mi torso mientras yo intentaba encontrar la diferencia entre hacer el amor y tener sexo.

Lo veía subir y bajar y cerré con fuerza mis ojos porque el revoltijo en el estómago era tal que posiblemente terminaría vomitando. Subió a besar mis labios y eso calmó un poco mis nervios, lo besé y enredando mis dedos en su corto cabello cambié de posición, ahora era yo quien estaba arriba. Pero realmente no sabía qué demonios hacer.

Como hombre heterosexual estaba acostumbrado a que todo el jugueteo previo se concentrara sólo a los pechos. Pero Frank no tenía pechos ¿Entonces qué?

Frank nuevamente se hizo cargo de la situación, volvió a estar arriba y luego de asegurarse de que sus labios quedarían marcados un par de semanas en mi blanco cuello, volvió a bajar. Y bajó. Y bajó.

Hasta que mi cuerpo me indicó de la forma más primitiva que estaba comenzando a excitarme, estaba completamente duro y Frank se maravilló ante eso. Con una de sus manos tomó mi sexo y la llevó a su boca, intentando hacer contacto visual conmigo en todo momento.

Y quizá fue lo excitante del acto en sí o lo mucho que llevaba sin hacerlo. Porque sólo un par de minutos después yo había acabado en su boca. Él escupió a un lado de la cama lo poco que había caído en su boca y el resto lo dejó caer libremente sobre las sábanas.

Mis ojos estaban cerrados, mis labios muy apretados y tenía los dedos contraídos. No quería abrir los ojos porque sentía que estaba demasiado cerca de mí y presentía que el solo volver a verlo sería suficiente para volver a correrme. Era vergonzoso pero se sentía malditamente bien.

— Intentaré hacer que dures más la próxima vez —dijo contra la piel de mi cuello.

Su voz sonaba mucho más ronca ahora y tenía las pupilas dilatadas. La luz anaranjada de la habitación me dejaba apreciar a la perfección el brillante sudor sobre la tersa piel de su cuerpo. Tenía una muy bonita figura y un perfecto bronceado.

Sus palabras me hicieron temblar ¿Es que habíamos terminado por hoy? Y peor —o mejor— aun ¿Habría una segunda vez?

Pero mis interrogantes sin formular jamás fueron contestadas, Frank regresó a besarme y acariciar mi cuerpo desnudo y yo, sin ganas de quejarme me dejé hacer una vez más. Quizá era por la increíble soledad en la que estaba sumido, la terrible falta de cariño que sentía, pero en aquel mismo momento me sentía en el cielo.

paramnesia ・ frerardWhere stories live. Discover now