Capítulo I

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Era el 11 de agosto de 1246 cuando en Leonyx nació un leoncillo al que sus padres lo llamaron Leonardo. Por otra parte, en Lycax también nació un lobezno al que sus padres llamaron Wilfredo. Ambos cachorros nacieron en reinos diferentes pero con una historia compartida y un poco compleja. 

A ninguno de los dos nunca les hizo falta nada, tenían amor todo el tiempo. Cada uno gozaba de la protección por parte de sus padres y el cuidado que ellos les daban. Al cumplir los cinco años, cada uno fue aprendiendo las cosas básicas del reino como aprender a defenderse, las cosas que los hacían especiales y los diferenciaban de otros. 

Al cumplir los 14 años, ambos eran unos guapos atletas adolescentes. Leonardo aprendió las técnicas de la arquería, mientras Wilfredo se defendía bien con la esgrima medieval. Poco a poco los jóvenes entrenaban con mucha concentración, lucha y esfuerzo con la motivación de defender sus tierras y aprender siempre cosas nuevas.

—¿Tan temprano has despertado para practicar, Leonardo? —preguntaba su padre viéndolo lanzar una flecha hacia el tablero.

—Sí, padre —dijo decidido el chico mientras mantenía la mirada fija hacia el horizonte y procurando no distraerse.

—Has entrenado con el arco y la flecha desde que tenías 8 años —Sonrío su padre—. Tal vez estés preparado para alguna guerra, jaja.

—¡Defenderé siempre el reino de donde provengo, padre! —decía Leonardo disparando flechas hacia el tablero mientras su padre lo miraba, acertando sus lanzamientos.

—Eso veo, hijo. Eres muy talentoso, Leonardo —sonreía su padre nuevamente al notar como su hijo practicaba con esfuerzo.

Mientras tanto, en el reino vecino entrenaba también Wilfredo quién a diario se esforzaba por mejorar sus técnicas de ataque y defensa.

—¡Ahhh! ¡No me vencerás, padre! —decía Wilfredo sosteniendo una ardua lucha con Sebastián, su padre con más desespero que con práctica.

—Debes mejorar tus técnicas y no desesperarte tanto, hijo —dijo el lobo mayor mientras mantenía la vista fija y seguía luchando— ¡Vamos, demuestra lo que tienes! 

Entonces, Wilfredo movió aún más rápido su espada y su padre al ver la reacción que su hijo había tenido, intentó defenderse pero al verse perdido simuló estar adolorido.

—¡Espera! ¡Espera Wilfredo! Me duele una pata —gritaba desesperado su padre.

—¿Está bien, padre? —dijo el joven lobezno muy preocupado.

De repente, su padre lo toma por el cuello y tomando la espada que su hijo llevaba, la incrusta en la pared mientras él cierra los ojos.

—¡Padre! —gritaba aterrado el joven cachorro— ¡Por favor, no me hagas daño!

—No, no te haré daño hijo. Pero no debes confiarte de tu enemigo ya que siempre inventará alguna artimaña para hacerte caer y es allí donde no puedes da ventaja —dijo el rey licántropo al tomar nuevamente su espada— En guardia, aún no terminamos.

—¡Claro padre! Deseo aprender más —dijo el príncipe poniéndose en guardia nuevamente para luchar.

Así se podía observar como eran algunos de los entrenamientos a los que los príncipes quiénes se esforzaban todo el tiempo por esmerarse en sus entrenamientos y no bajar la guardia jamás, dando siempre hasta lo último.

Conociendo a mi enemigo [Furry/Bara]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora