Capítulo 18.

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El dolor en mi estómago había incrementado. Sentía la necesidad de huír, de que el aire azote mi rostro, de poder respirar con normalidad.

Mi cerebro intentaba digerir todo lo que en menos de cinco minutos provocó todo esto en mi. Luchaba por entender la situación, por reaccionar, hacer, decir o simplemente salir corriendo. Me sentía totalmente desencajada. Y dolía, joder que dolía. Mis manos apretaban con fuerza la columna detrás de mi espalda, tanto, que sentía como me hacia daño.

Me ordené dejar de mirar la fotografía y centrarme en la persona frente a mi. Mis ojos lo miraron alarmante, y era que no podía dejar de estarlo. A pesar de que mi cabeza sea un embrollo, algo captó mi atención: Alexander me odia porque creé que yo fuí quién le quitó su felicidad, creé que toda mi vida ha sido color rosa, cuando mi vida fue igual o peor que la de él.

Y su marca en la espalda. La verdad estaba ante mis ojos todo este tiempo. Eran demasiada las coincidencia, el parentezco, nombres, reacción. Todo. Y yo estaba tan cegada que nunca me di cuenta.

Alexander es mi hermano. Es mi hermano joder y no sé realmente que reacción poner. No sé porque todo esto me a dado de lleno. Una maldita bala dolería menos. Era demasiado, que me soltara toda la verdad a bruces fue como clavarme una daga en el centro de mi pecho.

Tapé mi rostro con mis manos sudadas sientiendo como todo me daba vueltas.

No, no, no.

-No puede ser. -Murmuré escuchando mi voz más rota. El sudor se deslizaba por mi cuerpo sin compasión. Mi respiración, joder necesito respirar bien.

-Respóndeme algo Alexia. -La voz de Alexander se hizo presente, mas yo seguía con el rostro tapado. -¿Por qué no estás con ellos?

-No... ellos no... -Poco a poco pronunciar palabra alguna fue una de las tantas cosas difíciles de hacer. Mi pecho subía y bajaba con demasiada rapidez. Si solo pensar en mi pasado causaba estragos mi corazón. Realmente esta nueva sensación no sé
como llamarle, si quieras explicar. No solo era mi solo pasado, sino lo que durante años había sido oculto.

Gustavo no solo era el peor padre del mundo. Sino que aun cuando yo era su princesa, había creado otro hijo, no con una cualquiera, lo hizo con una mujer que si fue digna de ser llamada madre.

-Alexia... -Alexander seguía hablando pero ya le escuchaba lejano. -Alexia. -Sentí como apartaba mis manos del rostro liberando a este. El sudor aumentó y con ello el dolor, nudo y la falta de respiración. Él Caminó unos pasos más cerca de mi y yo retrocedí casi de inmediato.

-¡No! Ellos no... e-ellos... -Mi cuerpo se sacudía como si alguién lo estuviera haciendo por mi. Levanté mis manos unos centímetros y estas temblaban con exageración. -Ellos... -Las palabras habían sido cortadas en mi boca, era como si habían caducado, como si estuvieran presas.

-Mírame. -Ordenó, más yo no pude, mi vista se clavó en la pared. -No te haré daño, mírame.

-¡Ellos me quitaron todo! ¡Ellos mataron mi felicidad! -Como un gato reaccionar al pisarle su cola, así mismo las palabras salieron tan pronto de mis labios dejándome a mi y Alexander sorprendido.

-Alexia...

-¡La mataron! ¡Mataron mi niñez! Me hicieron una mierda. No puedes Alexander ¡No puedes decir que yo lo tuve todo! ¡Que viví bajo el amor y cariño de ellos! ¡No me conoces! No conoces mi verdadera historia. Tuviste una madre que te amó a pesar de que el padre no lo hizo, te cuidó a pesar de todo. Tuviste una madre de verdad hasta tus 17 años ¡Yo deje de tenerla hasta mis cinco años! ¡Era una maldita cría! -Sentí que mis pulmones tomaban aire y mi respiración se volvía un poco más regular. Entonces entendí que me estaba guardando esto por demasiado tiempo. -Mi vida fue peor que la tuya, tú tenías el amor de uno de los dos, yo no tenía el de nadie. ¿Cuántos golpes recibiste? ¿Uno? ¿Solo aquella cicatriz? -Con las manos sudadas y aún temblorosas tomé del borde mi blusa levantandola hasta casi sacarla de mi cabeza. Me puse de espalda donde todos los golpes que dejaron marcas yacían allí, incluyendo aquella misma cicatriz que él tiene. Volví a ponerne de frente dejando ver ahora las de mi estómago. Bajé mi blusa hasta dejar mi cuerpo tapado. Lo miré, él llevaba la mirada pérdida, levantó una mano señalando como si nada fuera creíble.

-Esa cicatriz...

-Es la línea del horizonte. -Dije, cortándole su voz aturdida. -Yo recibí miles de golpes, no faltaba un día sin que termine tirada en una esquina adolorida. Viví años de esa tortura, en un bosque oscuro, bajo las manos del enemigo. Mi niñez había sido muerta. ¿A esto le llamas amor? ¿con esto te refieres a que te quité tu felicidad? Yo hubiera dado todo, Alexander, todo, por vivir la vida tuya, por sufrir lo que sufriste tú. Hubiera elegido llevar sola aquella marca en mi espalda y no todas estas que cubren mi cuerpo. -Pude sentir como el aire entraba a mis pulmones. Podía hablar sin sentir ese nudo obstruyendo mi habla, podía mirarlo a los ojos. Sorpresa, terror, esos y un sinfín de expresiones más había en el rostro de Alexander. Estoy tan segura de que está pasando por el mismo proceso que minutos antes había pasado yo. Abrió la boca pero de ella nada salió. Cerró los párpados con fuerza e intentaba tomar aire por la boca, su pecho subía con demasiada ferocidad. Abrió los ojos de un tono oscuro y nuevamente intentó decir algo.

-Kelly... ¿Qué p-paso...? -Las palabras no le salían. Sin duda está pasando por todo lo que pasé yo al saber la verdad. -Kelly...

-Cuando Kelly nació, mi vida era igual o más miserable de antes. Cuando Lucero -La maldita que me dio a luz- salió embarazada, se dio cuenta muy tarde para provocar un aborto como ella lo quería. De esa manera nació Kelly. -Sonreí. -Fue como una magia, ella llegó y con ella parte de mi felicidad. Era la cosa más hermosa y adorable que jamás había visto. Pero nada había cambiado, al contrário, empeoró. Ellos se iban y volvían hasta el otro día, sin dejarme nada para comer, sin yo saber como cuidar de una recién nacida. Una noche dijeron que íbamos a algún lugar, yacían años desde la última vez que salimos todos. De hecho, creo que fue en mi cuarto año de edad. Me pidieron que me quede en el coche, pero se habían tardado mucho y Kelly no dejaba de llorar, Lucero no le había dado de comer. Sabía lo que me pasaría luego, pero no me importó. Tomé a Kelly en brazos y entré a casa, la llevé a su cuna y bajé nuevamente, fuí a la cocina y preparé su leche. Regresé con ella y luego de alimentarla bajé a dejar todo donde correspondia. Lo que si no esperaba era que al ir bajando los escalones unos brazos me lanzaría abajo haciendo que mi cuerpo rodase hasta caer en el último escalón.

«Gustavo me tomó del pelo y gritándome empezó a golpearme. Yo intenté hacerlo entrar en razón pero solo logré que todo empeorara. Lucero llegó también golpeandome. Ya no era uno, eran los dos. Luego de que se cansarán de pegarme se fueron como todas las noches. Yo una vez más estaba tirada al suelo adolorida y llorando. Solo que aquella vez algo había cambiado, no estaba sola, la tenía a ella, tenía a mi pequeña Kelly. Aquella noche tomé una decisión, podía parecer loca pero no me importó. Aquella noche, con apenas doce años de edad huí de casa con una bebé de solo dos meses de nacida. Huí sin rumbo alguno, sin saber donde ir. Aquella noche fue donde conocí un angel de luz. -Sonreí. -Margaret Ruis. Ella nos tomó, nos brindó hogar, cariño, amor, felicidad. Por fin había encontrado la felicidad nuevamente, por fín Kelly y yo podremos vivir bien. Y así lo fué, cuidó de nosotras tal una madre. Yo era feliz viendo como la razón de mi existencia crecía una niña sana, alegre, una vida como todo niño se merece. Pero como la vida se había empeñado en hacerme la vida una miseria, cuatro años después Margareth falleció. Una vez más estaba en este mundo sola con Kelly. Yo tenia 16 años, Kelly cuatro. A esa corta edad tuve que hacer de madre, padre, hermana y amiga. Vivir en otro lugar sola, viviendo del dinero que Margareth me había dejado. Pero como nada dura para siempre, aquel dinero se acabó, yo tuve que trabajar para las dos. Me propuse que nunca nada le faltaría, sin importar que tenga que hacer. Cuatro años después mi desgracia volvió a perseguirme. La leucemia era mi nueva y más grande desgracia. Kelly está enferma y mi presupuesto no alcanzaba para su medicamento. Fue cuando llegaron ustedes haciéndome la oferta de un nuevo trabajo. No era el mejor, no era lo que esperaba, era lo que Kelly siempre aborrecía. Pero iba notando como su enfermedad la consumía. Yo no podía permitirme eso, entonces acepté, trabajaría en cosas ilegales con tal de sanar de ella»

Alexander estaba tieso escuchando ahora mi historia. Sus ojos estaban cargado de tormento, sorpresa, ira y un sinfín de emociones más.

-Yo no soy esa niña a la que odiabas, no soy Alexia González. Soy una mujer que ha pasado por toda la mierda de esta vida, soy Alexia Ruis. -Busqué su mirada y al hallarla continúe. -Yo nunca te quité nada, nunca supe que tenía un hermano.

Boxeadora OcultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora