Media Noche

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« La vida no tiene demasiada importancia y, sin embargo, con ella se puede hacer algo sumamente atrevido ».

—César Aira.
(Una Novela China, pág. 19)


La radio estaba apaga y sólo había un silencio ensordecedor. No quería responder su pregunta, no tenía por qué, pero tampoco quería que pensara que era una niña... Realmente no había hecho algo "malo", y ella parecía ser una chica ruda, dispuesta a todo o a nada, me hacia pensar que cualquier cosa que dijera no estaba a su nivel. Ahora, ella miraba al frente, a la carretera desolada, haciendo una mueca en su boca, estaba esperando mi respuesta, y quería decir algo para compensar mi enojo y justificarlo, pero no quería arruinar una futura amistad con la chica, esta era mi crisis existencial.

—Entonces... — Devolvió su mirada a mí — No vas a responder, entiendo.

—No es eso.

—¿Nunca has hecho nada atrevido, verdad?

—Una vez, en el jardín, me comí el dulce de un niño ¿Eso cuenta?

—No pero buena chica — Sonrió.

—¿Te burlas de mí?

—Oh no, ¿Cómo crees?— Disparó con sarcasmo.

—Estás dentro de mi auto, podría secuestrarte.

—¿Me estás amenazando?

—¿Quién? ¿Yo?

—¿Tienes algo que hacer esta noche?

— eeeeeh...

—Puedes venir a secuestrarme a la 8:00 pm. Ya sabes dónde vivo.

—Oye espera, ¿Cómo te llamas? — Salió del auto sin responder.

Fue la interacción más extraña de mi vida, pero estaba muy feliz con eso. Encendí el auto y fui directo a casa.

***

7:00 pm y realmente no estaba lista. Tuve que llamar a mi gran amiga para salir de una emergencia tonta; no sabía que usar. Dinah al otro lado del teléfono no dejaba de preguntarme con quién saldría, no podía decirle que era con alguien desconocido, no sabía su nombre, y lo había conocido hace 4 horas, pero la bad girl me inspiraba confianza, algo que no me explicaba, estaba emocionada por volver a verla.
La duda era «ir casual pero no tanto», Jane insistía en que debía usar algo que matara, le expliqué que en realidad no era una cita, solo... ¿Salida? En realidad no sabía cómo llamar a nuestro encuentro, yo la secuestraría al parecer o tal vez ella a mí, tuve que mentir un poco.
Así que después de minutos discutiendo, no pusimos de acuerdo, Jeans, botas de tacón, camisa vinotinto, cabello naturalmente suelto, maquillaje leve pero que resaltaran mis ojos. Y tuve que organizarme en los 30 minutos que restaban para llegar a la hora acordada, por suerte vivíamos cerca y llegué a tiempo.

Me estacioné en frente de su casa, no sabía si bajar o esperar dentro del carro, pensé dos segundos, bajé, caminé a su jardín y al instante la vi salir, llevaba una coleta, una chaqueta de cuero negra con correderas doradas, short negro, blusa negra, botas negras, y un bolso colgando detrás. Se veía jodidamente genial segura e imponente.

—¿Lista?— Preguntó caminando al auto.

—Mmm Sí pero... ¿A dónde iremos?

—Yo soy la secuestrada.— Guiñó el ojo y subió al auto. Y corrí a la puerta de conductor, estaba segura que no iríamos a dónde yo quisiera.

— Y bien (?) — La miré espectante.

—Yo te indico.  — Y emprendimos camino.

Llegamos a una casa vieja que al parecer estaba desolada, estaba ubicada a 15 minutos de nuestras casas, la había visto antes pero causaba miedo tan sólo verla, estacionamos y bajamos. Estaba muy tensa, sacó al de sus bolsillo, al parecer unas llaves, abrió la puerta y pronunció con una sonrisa: ¿Qué?
No hice más que entrar. No era tan terrible como se veía por fuera, de hecho, era artísticamente atractiva, habían estantes con pinturas, unos con acrílicos, óleos, pinceles de todas formas y tamaños, también había uno con libros, un plasma, algunos cuadros temrinados, un piano de cola, un juego de sala antiguo, una pequeña nevera, todo eso estaba en la inmensa sala, estaba sorprendida, la chica estaba detrás de mí...

—Bien ¿Te gusta? Estás en tu casa. — Se quitó su bolso y lo colgó en el perchero. Yo aún no podía hablar. —¿Quieres algo? ¿Una soda?— Preguntó mientras había la nevera, sacó dos y me obsequió una.

—¿Es tuyo este lugar?

—No exactamente... Es... Complicado.

—¿Secreto?

—Muy secreto...

Seguí echando un vistazo al lugar mientras tomaba sorbos de mi soda, y caminé y había una pequeña oficina, habían muchos libros organizados por temas, desde literatura hasta política, parecía una pequeña biblioteca casera, me devolví a dónde estaba ella y...

—Por qué yo... Estoy aq...

—¿Quieres pintar?— Me interrumpió.

—Me encantaría pero no tengo idea.

—Bueno, entonces, ¿Me lees algo mientras pinto?

—Por supuesto.

—Toma el libro que gustes. — Volvió a sonreirme.

Miré el estante, y habían muchos, e incluso libros en español, lo cual era una sorpresa. Tomé uno que se llamaba «Aura o las Violetas» de José María Vargas Villa, lo había leído cuando niña, y básicamente es una novela de dos jóvenes que eran vecinos, que al distanciarse por obligaciones estudiantiles se prometen amor eterno, y sellan el acuerdo con un ramo de violetas, narrada por el protagonista, pero su nombre nunca es revelado.

—Es de mis favoritos — Habló en español.

—Vaya que esto es una sorpresa.

—Mi familia es cubana. — Se justificó.

—Yo soy cubana. Mi familia también, mi mamá, mi papá es mexicano.  — Ahora ella estaba sorprendida.

—No lo puedo creer...

—Grandes casualidades...

—¿Te leo? Bueno primero explícame qué vas a hacer.

—Ven y te enseño.

—¿No te iba a leer?

—Eso puede esperar, toma el pincel que gustes. — Miré a una pequeña mesita y tomé uno plano número 4.

—¿Y ahora?

—Elige el color que quieras. — Y tomé de la pintura roja de paleta.

—Aja(?)

—Pinta lo que quieras...

—¿Ah?

Y ella se colocó detrás de mí, sostuvo mi mano y empezó a guiarla, trazando lento en el lienzo que hace poco era blanco. Ahora habían líneas rojas por todo el cuadro y para mí no tenía ningún sentido, estaba susurrando cosas al oído, «lento, expresate, es ser libre, despacito hacia arriba, suave aquí, toma aire para esto, a la derecha...», su voz ronca a mi oído y su respiración ponían mi corazón a mil, y mis ojos estaban clavado en su mano sosteniendo la mía, estaba helada, con los nervios de punta, y mordí mi labio levemente cuando la escuché decir: Eres muy buena en esto, nena.
Yo realmente no estaba haciendo nada, ahora se notaba en el cuadro una figura de una rosa, pero no lo había hecho yo, ella realmente lo hizo, hubo un instante en el que cerré los ojos y me dediqué sólo a escucharla mientra seguía guiando mi mano, fue estar en el paraíso.

—Ves que no era complicado... —Musitó

—Lo hiciste todo— Aclaré mi voz.

—No es cierto... Si lo hubiera hecho yo no estaría tan perfecta.

—Estás loca pero gracias por ser amable y cortés.

—No es nada... Sólo digo la verdad— Y ella ahora me miraba y estaba tan cerca, la miré de vuelta de reojo.

Soltó mi mano y agarró mi rostro, entonces humedecí mis labios un poco porque sospechaba lo que pasaría. Segundos después sus labios chocaron con los míos, y su otra mano  apretó levemente mi cintura, con cierta timidez, me acercó más a ella aún estando a mi espalda. Era un beso lento, calidoso, me quemaba, jugaba con mi labio inferior y me moría, apenas la conocía y eso bastaba para causar estragos en mi interior. 



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