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Me desperté con el sonido de la alarma del teléfono. Abrí los ojos y me quedé unos instantes en la cama, mirando el techo, mientras la melodía seguía su curso, aumentando cada vez de volumen.

Estiré el brazo y tanteé un rato hasta apagarla, pero no me levanté todavía. Era temprano, las cinco y media; las luces de las farolas todavía estaban encendidas y el cielo era oscuro afuera, recién comenzando a clarear en el horizonte.

Intenté imaginar que hoy habría algún cambio, que una noticia interrumpiría la monotonía que nos había llegado desde hacía ya un par de meses. Intenté pensar que hoy los encontraríamos, que finalmente alguna de las alarmas de reconocimiento facial daría resultado, que uno de los equipos de búsqueda se comunicaría con nosotros informándonos de la ubicación, que alguien nos dejaría un mensaje anónimo... Me concentré con tanta fuerza en eso, que escuché cuando la pantalla del teléfono se quebró.

Me senté y eché una mirada de reojo. Una fina red se extendía a lo largo y ancho; con suerte, seguiría encendido, pero dudaba que el táctil siguiera siendo operativo.

Lo mandé al basurero sin moverme de la cama.

Estaba intentando la teoría de la atracción de pensamientos positivos. Decían que si te concentrabas en lo que querías que sucediera, tanto que podías sentir que era real, que lo creías real, entonces pasaba. Pero llevaba dos semanas con el mismo ritual y aún no veía cambios. Quizás fuera algo más a largo plazo. El problema es que no tenía ese largo plazo.

Para este momento, Karen y Mauricio podían estar muertos; es más, había una alta probabilidad de que así fuera, pero no quería creer eso. No podía soportar siquiera el pensarlo.

Así que me convencí de lo contrario, como todas las mañanas. Romina los necesitaba. Era tan sencillo como eso. Karen era demasiado poderosa para simplemente matarla, por más que Romina fuera casi una diosa, Karen era un activo muy valioso, y si podía coaccionarla para que la ayudara (lo cual ahora sabía que era posible porque, sí, después de todo la muy maldita sí tenía debilidades) entonces valía la pena mantenerla viva. En cuanto a Mauricio, su línea de vida era Lorena. Romina debía mantenerlo con vida porque era la única manera en la que podría recuperarla. Era lo único que la llevaría de vuelta. Que era el por qué había sentenciado a Lorena a arresto domiciliario.

Sabía que me odiaba por ello. De ser por ella, estaría allí afuera, trabajando encubierta, buscando sin parar, pero no podía confiar en que una vez encontrara alguna pista, no seguiría por su cuenta con tal de no atrasar la búsqueda con la burocracia de los de arriba.

Algo que yo entendía completamente.

Sin embargo, no tenía pena poniéndome a mí misma en peligro. Ella, por otro lado, era otro asunto.

Finalmente, me armé de valor para salir de la cama. Me bañé y me vestí con parsimonia, intentando tomarme tiempo antes de salir de la habitación.

El cielo ya estaba celeste claro, y el sol ya había asomado, los rayos metiéndose por la ventana e iluminando el triste cuarto en el que dormía. Nada más que el mobiliario estándar sin ningún tipo de decoración. No tenía tiempo para eso; ni ganas, para el caso. Este no era mi hogar. Ya ningún lugar lo era.

Salí y me encontré con el pasillo largo, con puertas a intervalos, numeradas con pequeñas plaquetas negras con números blancos. Aseguré la mía y avancé hasta el ascensor al final. Vivía en un condominio, no demasiado lujoso pero de buena calidad. No todas las habitaciones estaban ocupadas con chicos de la Banda, pero igual teníamos rutas de escape y atajos, solo por si acaso.

Conquista (Resistencia #3)Where stories live. Discover now