6

16 3 0
                                    

- No pasé el examen-

Me dijo Hellaine mientras nos servía una taza de café. Su mirada fija en lo que estaba haciendo me confesaba que se sentía totalmente horrible al respecto, pero no quería que yo lo supiera. Ese era uno de nuestros grandes rituales, uno de los más sagrados: Éramos demasiado orgullosos como para mostrarnos patéticos cuando algo no salía como lo esperábamos, así que nos consolábamos indirectamente. Siempre lo hicimos así, era algo normal.

En este caso, ella, que siempre gustaba de acompañarme cuando mi carrera me arrojaba a alguna otra ciudad que no fuera la nuestra, se había quedado estudiando para uno de sus exámenes de la universidad de medicina. Aspiraba a ser doctora.

- Habrá otra oportunidad- Le dije. Mi voz sonaba tan fría cuando la oía en momentos así, donde alguien necesitaba de mis palabras...

- La verdad, no sé si quiero seguir...- Confesó Hellaine, clavándome sus indiferentes ojos marrones. – Estoy cansada. Ni siquiera pude acompañarte en ese paso tan importante para la banda... por estar estudiando. Y no aprobé-

- Creo que soy una mala influencia para ti- Bromeé. Me gustaba hacer eso cuando la situación se ponía muy cruda, y Hellaine gustaba de que yo lo hiciera, pero esta vez apenas si hizo una mueca... - Cuando te conocí pasabas todos y cada uno de los exámenes. Y todavía te quedaba tiempo para ir conmigo a bailar, y para jugar con mi cara, ¿te acuerdas?-

- Basta. Estoy hablando en serio...-

- Yo también- Respondí, y le devolví la mirada determinante. – No me sirve que abandones tus sueños por estar persiguiendo los míos. Así no funciona para mí-

Hellaine se puso más pálida de lo habitual cuando me oyó siendo tan duro con ella. No me gustaba ser de esa manera, y por dentro me estaba arrepintiendo en ese mismo segundo, pero a veces, así como ella también me tiraba del brazo para que continuara avanzando, yo debía hacer lo mismo con ella. Por ese motivo nos habíamos casado, más allá de que nos amábamos lo más estúpidamente posible. Éramos el cable a tierra del otro, éramos el bote salvavidas que estaba presente cuando el barco de alguno se hundía.

- ¿Recuerdas por qué te saqué de la banda en primer lugar?-

Lo que dije no le gustó absolutamente para nada. Lo supe porque torció sus labios como si hubiera comido algo demasiado agrio para su paladar. Era un gesto muy común en ella cuando se sentía atacada.

- Fue porque sabía que si debías preocuparte en seguirme en este proyecto, descuidarías tus estudios... Cuando te conocí, ya estabas persiguiendo esa meta. No quiero que la dejes por mí-

Hellaine no emitió sonido alguno. Simplemente estaba sentada ahí, frente a mí, compartiendo aquella pequeña mesa rústica de madera que seguramente ya tenía mil años de antigüedad, y no decía absolutamente nada al respecto, ni a favor ni en contra.

- No seas egoísta- Comencé a decirle entonces, viendo que no hacía efecto mi discursito anterior. – Si me va mal en este emprendimiento, alguien tiene que mantenerme. Exijo que te recibas y seas mi plan de apoyo-

Fue inevitable para ella mantenerse seria luego de oír esa payasada. Sus hermosos labios coloreados de carmín me mostraron la perfección de sus dientes de conejo, y yo no pude hacer más que sonreírme del encanto.

- Estúpido... - Me dijo, en medio de su enorme sonrisa.

- Además tienes una promesa conmigo. No me digas que te vas a retractar ahora...-

- ¿Cuál?- La honestidad de su tono de voz me dio a entender que, aunque la promesa estaba hecha, no la recordaba para nada. Eso me divirtió, porque me daba pie para continuar con la contienda por hacerla reír.

- Dijiste que, cuando fueras doctora, íbamos a tener sexo en tu consultorio-

Hellaine ya no pudo contener las carcajadas por más tiempo. Mi secreto siempre fue ese, hacerla reír cuando estaba enojada o triste, con cualquier comentario idiota que se me viniera a la mente. Para mi suerte, siempre tenía repertorio dispuesto a utilizar, porque mi memoria era excelente, y mi ocurrencia, veloz.

- Yo no dije eso. Lo dijiste tú- Aclaró ella, entre su ataque de risa.

- No, no... Yo dije que cuando fueras doctora iba a ir a tu consultorio a tener sexo contigo... Y tú no te negaste... No dijiste nada, ni un reproche-

- ¡Eres un salvaje! Tener sexo en el consultorio... ¡qué asco! ¿No piensas en los otros pacientes? Además, es antihigiénico...- Soltaba un argumento detrás del otro con una rapidez tal que me dio muchísima gracia.

- ¡Oh, no, doctora!- Exclamé, fingiendo que me desmayaba y caía de la silla. – ¡Creo que me siento mal!-

Ella soltó otra carcajada y se levantó del asiento, llevándose su taza de café al fregadero, ignorándome totalmente.

Era una idiotez, pero nos gustaba. Jugábamos como si tuviéramos cinco, teníamos sexo como si fuéramos quienes hubieran creado el Kamasutra, y nos hablábamos con la honestidad más brutal que conocíamos. Era nuestra filosofía de vida.


Todo aquello que pasó [#FFA2018]Where stories live. Discover now