59

11 1 3
                                    

No podía olvidar el hecho de que vivíamos de prestado. La incomodidad era tanta que estaba estropeando mi espíritu, y en algún punto, también mi matrimonio.

No puedo explicarlo todavía; era como si estuviera atrapado allí. Me daba la sensación de ser espiado la mayor parte del tiempo.

Me levantaba inquieto, me dormía inquieto... Ya no sabía qué hacer para poder lidiar con el hecho de que no había nada de malo en vivir así.

No era la actitud de George, no. Ni la de Hellaine, obviamente. Era solo yo y mi estúpida inseguridad. No podía dominarlo, y esa actitud estaba comenzando a dominarme a mí.

Llevábamos dos semanas. Dos malditas semanas, y ningún cambio en mi manera de pensar ni en mis desastrosas sensaciones. Para empeorar las cosas, Hellaine recobró su libido de un día al otro como si nada, mientras que yo me negaba rotundamente a aquello... Estaba demasiado incómodo como para lograr desahogarme de esa forma.

Fue repentinamente, casi como si estuviésemos en casa o en un maldito cuarto de hotel. Nos habíamos acostado, ya de madrugada, dispuestos a dormir. Siempre me recostaba de un lado y me acurrucaba contra el respaldo del sofá, de manera tan hermética e inmóvil que parecía un maniquí. Era mi truco para poder dormir antes de que llegara el alba.

En fin, solté un suspiro; estaba cansado, ya que me había pasado toda la tarde practicando nuevos acordes y tonos para nuestras futuras canciones. Agotado como me sentía, estaba seguro de que lograría conciliar el sueño sin mucho esfuerzo, pero Hellaine tenía otros planes para mí.

Sentí una mano posándose de repente sobre mi hombro, y no pude evitar sobresaltarme. Como dije antes, nunca perdía esa angustiante sensación de alarma estando en esa casa. Ella, por supuesto, se sorprendió conmigo ante mi reacción; luego, dándome pequeñas palmaditas, susurró:

- Tranquilo, Jo... ¿Estás bien?- En sus ojos existía ese brillo tan vibrante que me era fácil reconocer... Tuve que soltar otro suspiro en cuanto me percaté de ello.

- Eh, sí, sí. Solo me asustaste...- Traté de hacerme el desentendido. Realmente quería evitar caer en eso ahora. - ¿Pasa algo?-

Ella se sonrió. Era todo, no me cabían dudas. Sabía qué iba a sugerirme... Estaba exasperado.

Obviando por completo mi mirada expresiva, Hellaine se acercó a mi cara y comenzó a besarme de aquella manera que siempre apuntaba y terminaba en una sola cosa.

- No, amor. No puedo ahora- Ese era mi mejor intento, lo estaba haciendo muy mal...

- ¿Qué pasa? ¿Ya no te gusto?- Echaba esas preguntas tontas con ese tono de niñita caprichosa que sabía que me volvía loco... Las mujeres son tan injustas cuando quieren.

Noté cómo se desprendía la camisa que llevaba puesta, permitiéndome ver su sostén, exhibiéndose peligrosamente cerca de mí. Intenté pensar en otra cosa, no tenía intenciones de dejarme llevar. A la par de todo eso, trataba de debatir sus quejas y presentarle un argumento decente para que me dejase en paz por hoy, pero era un asco pensando con la cabeza caliente...

- No podemos, es la casa de George...- Echaba los susurros más penosos de la historia. Mi expulsión de aire era tan lamentable que esos supuestos susurros de escucharían hasta en el piso de abajo.

- ¿Y eso qué? Está durmiendo-

"¡Oh, vamos, amor! Tú eres la que piensa, ¿recuerdas?", mascullé mentalmente. Necesitaba hallar fuerzas de donde sea, y lo necesitaba ya, antes de que me traicionara mi naturaleza.

- Podría oírnos... Pórtate bien-

La regañaba como si fuese una niña pequeña, porque realmente así actuaba. No parecía ser la mujer razonable y comprensible de siempre; tal vez demasiada inanición de mi parte alteró sus hormonas, no lo sé.

Para cuando me di cuenta ya la tenía encima, jugueteando con sus piernas entre las mías. Sonreí, más por los nervios que por otra cosa. Sufría esa extraña sensación, como cuando tuvimos nuestra primera vez, y eso era demás ridículo...

Habíamos pasado hacía tiempo esa etapa, no podía estar sucediéndome eso precisamente ahora, y mucho menos a mí, que prácticamente era quien más pedía por la atención del otro. Pero así era; y en algún punto intercambiamos papeles sin que me diera cuenta.

Acumulando toda mi paciencia, la tomé de los brazos y con poco esfuerzo logré levantarla levemente y zafarme de allí, deslizándome hacia el otro sofá, donde me recosté.

Ella me miró confundida y extrañada, y lo peor era que no podía culparla. Ese comportamiento era atípico en mí, aunque no pudiera explicárselo...

- Quiero dormir. Mañana tenemos cosas que hacer-

Fue el comentario más ordinariamente hostil que le ofrecí alguna vez. La vi cruzarse de brazos mientras yo me giraba, dándole la espalda. Me acurruqué de nuevo e intenté no pensar demasiado, de otro modo me volvería loco de remate.

La mañana me alcanzó al día siguiente. Mi cuerpo soñoliento consiguió a detectar una leve sacudida en el hombro. Abrí los ojos y lo primero que divisé fue la cara de George. Inmediatamente me alteré, sin razón aparente.

Tampoco puedo culparlo a él por mirarme como si sintiera que me había vuelto un maniático paranoico...

- Tranquilo, soy yo-

Me dio dos palmaditas en la espalda que estuvieron lejos de calmarme, en absoluto.

- ¿Dónde está Hellaine?- Fue lo único que salió de mi boca reseca.

Había alcanzado a notar que ella no se encontraba en el otro sofá. En su lugar, una cobija doblada y la almohada acomodada encima de esta la reemplazaban.

George frunció el ceño; supongo que se tomó algo mal el hecho de que tuviera que preguntar primero por mi esposa... Debió dar la impresión de que no me sentía seguro estando solo con él...

- Salió a comprar unas cosas. Volverá pronto-

La última frase estuvo demás... Pero tampoco podía enojarme por eso. Estaba actuando como el chiquilín llorón que era siempre que me sentía al descubierto, y George apenas estaba comenzando a conocerme en totalidad.

Decidí entonces que ya era hora de levantarme. Me incorporé, dispuesto a ir por mi taza de café, y justo cuando estaba por alcanzar la cocina, oí la voz de George detrás de mí que me decía:

- Creo que... tendrías que ir al baño primero-

Me giré, mirándolo confundido. Él me dibujó una expresión extraña en el rostro, como si estuviera apenado y divertido al mismo tiempo... Lo cual no despejó ninguna de mis dudas.

Le hice caso y allí estaba de pronto, parado frente al espejo del baño y descubriendo que tenía un gran pene dibujado en la cara con tinta indeleble...

Comencé a cuestionarme cosas, cuando recordé repentinamente que Hellaine se había molestado conmigo anoche... Bueno, eso explicaba esa sorpresita.

No pude evitar estrechar una leve sonrisa mientras intentaba quitarme esa obra de arte, así como no logré reprimir luego la gran maldición que se me escapó por la boca cuando noté que me tomaría un buen tiempo y mucha paciencia borrarlo...

Todo aquello que pasó [#FFA2018]Where stories live. Discover now