EL PODER ESPIRITUAL DE LA MUSICA

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La Música es mucho más que un arte que trabaja con el sonido, ya que puede ser un poderoso instrumento espiritual, capaz de hacernos entrar en estados místicos, despertar nuestra intuición, elevar nuestra alma suscitando sentimientos sublimes de amor, dicha y devoción, o incluso atraer la presencia de entidades espirituales, de luz, u oscuridad...

Rudolf Steiner, creador de la Antroposofía, decía que los videntes podían ver cómo los ritmos y tonos de la música influenciaban en el cuerpo astral de las personas, generando vibraciones que a su vez se manifestaban en el cuerpo etérico. Naturalmente, todo se puede entender partiendo de la base de que la música influye en nosotros de una manera muy compleja, que va desde los aspectos puramente físicos del sonido, hasta las emociones volcadas en las melodías y en el canto, y las asociaciones mentales que lo escuchado despierta en nosotros. Así, se ve que la música, en lo que son sus mecanismos de influencia espiritual, no está desligada de lo físico y de lo psicológico; ya que, por ejemplo, el ritmo (algo físico) lento y repetitivo de la música chamánica nos puede llevar a estados alterados de conciencia en que nuestra conexión con lo espiritual se vea reforzada en virtud de una experiencia de comunión cósmica; o bien, y teniendo en cuenta lo que decía Logsan Rampa de que las emociones intensas podían activar la energía de la kundalini, podríamos aumentar la energía de nuestro tercer ojo si, al escuchar una melodía mística como Monastery of La Rabida de Vangelis, sentimos una gran inspiración y una especie de energía (como hormigueo o electricidad indolora), redirigiendo esta última, con nuestra atención consciente, hacia el entrecejo.

Ahora bien, es claro que la música puede tener efectos sanadores o destructivos. En el primer caso, si nos preguntamos qué características debería tener para ser tal, el Dr. Rafael Varela Monte de Oca dice: "Debe ser monótona, continua y rica en armónicos o sobre tonos. Instrumentos indios como la tampura y el sitar, hechos según la octava natural del cuerpo humano, resuenan con nuestro organismo. Todos éstos ayudan a sanar al hombre al ser inmunomoduladores. La voz humana es el mejor instrumento que cumple esos requisitos. Los cantos de los monjes tibetanos y los Hoomi de Mongolia, ricos en sobretonos, también inducen la respuesta de quietud. Lo que la música debe transmitir es la intención de sanar".

En el lado contrario del asunto, Georgette Rivera dice que, si en la música la frecuencia es baja, ésta "aletarga nuestras capacidades y funciones primordiales", pues "en la música las bajas frecuencias no solo llaman a las entidades de bajo nivel y a los espíritus demoniacos sino que permiten que estos se manifiestan en el lugar en el que se está produciendo la emisión sonora de este tipo". Sin embargo, si analizamos bien las cosas, veremos que Rivera está equivocada en cuanto a lo segundo, ya que en lo primero ha quedado científicamente demostrado que el cerebro tiende a adoptar las frecuencias de la música cuando éstas se repiten con insistencia, y que las bajas frecuencias inducen letargo y por ende aminoran las capacidades mentales, al menos las que no están ligadas a ciertos dones parasicológicos; pero, pasando a lo segundo, realmente lo que llama a las entidades de bajo nivel no es un asunto de frecuencias altas o bajas, puesto que si así fuera, ya desde hace algún tiempo se habría escuchado que la música para meditar (usualmente con bajas frecuencias, más aún si incluye ondas binaurales) atrae entes espirituales indeseables. No, lo que atrae dichas entidades es la naturaleza de las emociones que la música contiene o suscita, puesto que es bien conocido que los seres del bajo astral (fantasmas sombras, larvas, demonios, etc.) se alimentan de emociones destructivas como la ira, la melancolía y otras cosas así. Teniendo en cuenta todo esto, podríamos pensar que probablemente el equívoco se debe a la estigmatización que han sufrido ciertos géneros musicales en el campo esotérico y religioso, puesto que el black metal, el EBM, el doom metal y ciertas canciones de rock, efectivamente reflejan emociones destructivas, y en sus producciones es muy frecuente el uso de tonos bajos (los tonos percibidos dependen de las frecuencias empleadas).

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