Diseñando A Mis Hijos

Me llamo Carl Brandon, soy un científico, pero no común, sé crear vida con mis propias manos. Trabajo en el sótano oculto de mi casa. Desde hace 25 años no veo la luz del sol, pero vale la pena. Estoy creando algo, algo grande. Voy a hacer que el humano se dé cuenta de todo lo que puede hacer, de todo lo que es capaz. Dentro de poco tiempo le voy a mostrar al mundo mis creaciones.

Les presento a mis hijos. Olga es la mayor, la encierro en un congelador cada una hora porque no soporta el calor, aunque normalmente está en su habitación golpeándose la cabeza contra la pared, y cada vez que entro a esta, veo su cabeza que se inclina para verme con una sonrisita en su adorable rostro.

Travis es el hijo del medio, ese travieso no puede respirar sin su máscara de aire, y cada día tengo que inyectarle dióxido de carbono en los ojos o comienza a convulsionar, él suele hacer muñecos budú y lastimar a personas que según él son malas, vive encerrado en su habitación.

Y por último Leonard, mi hijo que está por nacer. Prácticamente está listo, solo me faltan unas puntadas, y algunos órganos. Creí que había llegado la hora de darle un buen uso al cadáver de mi difunta esposa.

Mi creación la puse en el horno, y mientras conseguí ratas para alimentar a mis niños.

- ¡¡Olga!! Traje tus ratas favoritas mi amor -dije con voz suave para que Travis no me escuche, ya que si les doy de comer a los dos a la vez, alguien puede salir lastimado.

Olga inmediatamente subió los escalones gateando y me arrancó con su boca las ratas de mi mano, llevándose también tres de mis dedos ¡es una niña muy pícara!

- Travis deja a los muñecos budú y ven a comer tus ratas -dije con tono decepcionado como siempre.

Travis me extendió sus manos para que le diera sus ratas, pero yo se las tiré al piso y le dije:

- Ahora atrápalas tú.

Estaba por irme de la habitación cuando comienzo a sentir puntadas por todo mi cuerpo, me di vuelta y vi a Travis pinchando con su aguja a un muñeco muy parecido a mi.

- Ahora sí estoy orgulloso de ti -le dije mirándolo tiernamente, y luego el me regaló una sonrisita suya.

Volví a mi laboratorio a buscar a mi bebé, pero no estaba, fue entonces cuando comencé a escuchar risas malévolas y siniestras provenientes de mi espalda. Me volteé con una sonrisa inmensa en mi cara y dije:

- ¡¡Bienvenido a la familia!!

Lloré de la emoción al ver que mi hijito menor se había convertido en mi mayor legado. Tenía cuernos puntiagudos en vez de orejas, dientes angostos, filosos y amarillos, garras más largas que su propio cuerpo, y su cola aún más larga, mucho más larga. Mi obra suprema.

Solo faltaban un par de horas para que el mundo viera de lo que soy capaz.

Junté a mis tres hijos en mi laboratorio, fue como una reunión familiar. Olga y Travis estaban en un extremo de la habitación, y Leonard en el otro. Mis hijos mayores le tenían miedo a su hermano menor ¡que irónico! De repente mi pequeño diablito se dirigió a estos dos cobardes y les dijo con una voz grave y escalofriante:

- ¡Puedo oler su miedo!

...

- Hoy es el día, hoy verán la luz del sol, y por eso necesito que ustedes, Olga y Travis, se pongan estos trajes especiales que les diseñé, les permitirán sobrevivir solos allá afuera -enseguida obedecieron- Leonard, tú te encargarás de cuidarlos.

-Yo no cuidaré a nadie más que a mi -dijo Leonard mientras me sonreía de manera escalofriante.

- No permitiré que me hables así hijo -dije con tono desafiante.

Leonard explotó de furia y saltó sobre mi, arrancándome la piel del rostro. El dolor era desgarrador, pero aún así logré presionar el botón verde que tenía al lado, las puertas, al otro extremo de la habitación, se abrieron por única vez después de tanto tiempo. Olga y Travis corrieron hacia la luz, sabía que los estaba viendo por última vez y no pude evitar un sollozo de dolor, pero también sabía que no quedaba mucho tiempo. Así que oprimí el gran botón rojo, el de sellar las puertas del recinto por toda la eternidad.

Imagino a mis dos hijos rondando libres por las calles...buscando la oscuridad...cazando...