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El alma gemela de Kim Seokjin era una persona, en rasgos y aspecto, de rareza única.

O eso esperaba Jungkook.

Kim Namjoon tenía el pelo del color del delicioso wasabi verde, tenía piercings que adornaban sus dos orejas, y era una persona que pensaba que usar gafas de sol a las 9:30 de la noche era la última moda. No fue capaz de darle una mirada la última vez que el número dos había caminado en el centro comunitario, sin embargo, Jungkook no recordaba haber visto algo tan verde. O extraño.

Era el alma gemela de Kim Seokjin, Jungkook la esperaba. De hecho, parecía que Kim Namjoon reflejaba, exteriormente, la bestia interior del rubio recepcionista. Pero no importaba cuán extravagantes y contrastantes fueran sus apariencias, extrañamente funcionaban juntos. Como dos colores opuestos y complementarios en el espectro.

Sin embargo Kim Namjoon se había mostrado cien mil veces más fácil de llevar que el mejor amigo de Jimin, presentándose con entusiasmo y preguntando a Jungkook algunas cosas para conocerlo mejor.

A pesar de esto, Jungkook había jurado nunca ir dentro de un coche conducido por el número dos.

El pequeño bistro que Jimin había elegido estaba cruzando la ciudad, por lo que Namjoon se ofreció a llevarlos. Jungkook había aceptado la graciosa oferta y se había sentado en el asiento trasero con Jimin. En la primera curva tomada por su vehículo sin embargo, Jungkook se encontró siendo arrojado violentamente a un lado. A medio camino del restaurante, Jimin le saludó con la cabeza como si dijera «está bien», pero Jungkook lo había ignorado y decidió apretar el mango de la puerta mientras seguía orando para que el viaje terminara pronto.

Quienquiera que fuera el instructor, quien había pensado que era una buena idea dar una licencia a Kim Namjoon, era obviamente un bastardo loco.

Cuando el coche finalmente dejó de moverse, Jungkook soltó un fuerte suspiro de alivio.

Al salir del coche sintió las piernas débiles, pero ninguno de los otros pasajeros tenía sus síntomas y así los había seguido sin quejarse.

— Al final te acostumbras. —Le dijo Jimin, dándole una ligera palmadita en el brazo, Jungkook estaba seguro de no querer acostumbrarse a eso en cualquier momento.

— Espero que tu mejor amigo conduzca más tarde. —Contestó Jungkook, y Seokjin, quien debió oírlo, rió entre dientes.

El lugar escogido era simple y los chicos cogieron la primera mesa disponible. Fue sólo cuando se sentaron y tomó el menú que Jungkook se volvió horriblemente consciente de dos detalles importantes.

Uno: Parecían estar en una sangrienta cita doble.

Dos: estaba sentado frente a Kim Seokjin.

Admitió que el primer punto era probablemente apenas una impresión de su cerebro paranoico. Pero el segundo era muy, muy, real.

Estaba tan aterrorizado dándose cuenta de ese detalle que respondió distraídamente a Jimin cuando éste le preguntó qué quería de comer. Así que cuando Jimin y Kim Namjoon se levantaron de la mesa, Jungkook se encontró totalmente desprevenido.

— ¿Qué? —Preguntó, pero Jimin ya había desaparecido.

— Ellos fueron a pedir nuestra cena. —Dijo Kim Seokjin, apuntando con el dedo al letrero pegado "No hay servicio de mesa".

En ese momento Jungkook se encontró completamente justificado para ceder a un ataque de pánico. Honestamente no había razones racionales para justificar el miedo de Jungkook. De hecho, el recepcionista nunca había hecho nada que mostrara su disgusto contra Jungkook. Por supuesto, no era cálido, pero Jungkook tampoco lo era la mayor parte del tiempo, y la conversación que el mayor había tenido con el maestro Lee para que los acepte, aunque en lugar de Jimin, también había trabajado a favor de Jungkook.

A world for two ☆ JiKookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora