Capítulo XX

22 2 0
                                    

- ¿Y bien? – preguntó burlonamente Harry mientras pasaba sus dedos entre las finas hebras de mi pelo castaño.

Nos encontrábamos tumbados encima del capó de su Jeep. Él me rodeaba las espaldas con su brazo mientras yo jugaba nerviosamente con mis dedos encima de mi estómago. Sabía que llevábamos horas ahí, pero de verdad que a su lado el tiempo parecía insuficiente. Habíamos hablado de todo, queríamos conocernos más a fondo. Descubrí que Harry tenía una hermana mayor y que vivía solo con su madre desde que esta se mudó a un apartamento en el mismo vecindario. Sus padres se divorciaron cuando él era pequeño, pero aun así siempre habían mantenido una relación cordial entre ellos para facilitar las cosas a sus hijos. También me contó que les tenía pánico a los payasos des de su quinto cumpleaños, cuando sus padres contrataron uno para su fiesta de aniversario. Era alérgico al pelo de gato y cada vez que iba a casa de su hermana el Señor Mittens le dejaba ronchas rojas por todo el cuerpo. Harry y su hermana tenían muchas peleas por culpa del Señor Mittens, aunque Harry me confesó que nunca le haría escoger a su hermana entre su gato y él. Probablemente por miedo a perder contra un felino, claro.

- ¿Y bien qué? – me reí. – ¿Qué quieres que te diga?

- La verdad, está claro.

- ¿Qué verdad? – pregunté remolona.

- Venga, admite que te morías por mí nada más verme.

- ¡Eso no es cierto! – negué mientras mis mejillas se coloreaban de carmesí.

- ¿No? – preguntó irónicamente. - ¿Y por qué no me podías ni quitar los ojos de encima?

- Te lo tienes muy creído, Styles. Te recuerdo que eras tú el que me perseguía por los pasillos.

- Solo para alegrarte la vista – se burló mientras yo reía.

Una brisa de aire fresco anunció el invierno entrante delante de nuestras narices. Lo único que pude hacer fue temblar incontrolablemente y aproximar mi cuerpo al torso de Harry. Ninguno de los dos quería marcharse realmente. Nieve, llueva o truene, lo único que queríamos era hacer esa noche eterna.

- ¿Te has fijado que aquí las estrellas brillan más? – dije tratando de contarlas todas.

- Eso es porque las luces de la ciudad no están cerca.

- Es bonito – murmuré.

Harry giró hasta encarar su rostro en mi perfil. Supe que se detuvo a observarme un buen rato, pero no me sentía para nada incómoda. Dejé que estudiara mi expresión perdida en el firmamento hasta que noté las yemas de sus dedos danzando por mi pómulo. Al tornarme para mirarle a los ojos, vi como sus pupilas estaban clavadas en mi pómulo amoratado. Su expresión era seria, pero no me pareció para nada distante, es más, lo sentí más cerca que antes.

- ¿Qué te ha pasado? – susurró sin cesar sus caricias en mi rostro.

- Ya te lo he dicho – murmuré entrecortada. – Me he caído.

- ¿Qué te ha pasado realmente? – dice enfatizando la última palabra.

Me quedé callada, no sabía qué contestar. Estaba claro que él sabía qué me había pasado, o por lo menos se hacía una vaga idea de lo que podría haber sucedido. Aun así, me instaba a confesarlo por mí misma. No me lo echaba en cara, no especulaba delante de mí, solo quería oírlo de mis propios labios.

Harry dejó ir un suspiro que pareció soltar el aire que llevaba aguantando durante minutos. Poco a poco, los firmes dedos que acariciaban mi mejilla resiguieron el contorno de mis labios con una suave presión que me cosquilleó por dentro.

Fireproof.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora