El hombre milenario

Capítulo 2

Duré meses divagando en el tema, y debo decir que aunque era una idea tan imposible como vivir sin aire, no me molestaba perder el tiempo pensándola. De vez en cuando hacía dibujos o escribía sobre ella en un diario y, aunque no era el más talentoso en el área del arte, estoy seguro que a más de alguno le agradaría ver mis obras.

Pero la parte mala de una manía es que, entre más ahondes, más pareces la sombra de ti que tú mismo.

Mi pareja comenzó a notarlo, primero por mis aislamientos cada vez más continuos y después por lo que escribía y dibujaba. No tardó mucho en hacer notar su preocupación, en poco tiempo, cada noche, una vez que nos disponíamos a dormir preguntaba:

- Entre más nos alejemos más nos cuesta regresar.

Dicho esto proseguía a contarme una historia tal como lo hacía con nuestros hijos. 

Debo hacer un paréntesis para hablar de ella: le encanta contar historias, es una gran escritora a pesar de no ser la más conocida. Ha ganado ya varios premios y demás por lo que no se le complica crear nuevas historias a diario, y cada una de ellas tiene una enseñanza, como si en realidad hubieran pasado. Se llama Estela y podría jurar que es la mujer más bella que he visto en toda mi vida, sus ojos son tan profundos como el mismo universo, sin embargo, provocan una gran calidez al verlos; su pelo parece una cascada; su tez es suave y ligeramente morena. Es la persona con la que quieres contar el resto de tu vida.

Y hasta ese día yo tuve esa suerte.

Y yo siempre, después de su historia le respondía que todo estaba bien, que simplemente era un pequeño pasatiempo, pero lo cierto es que cada noche me preocupaba más mi situación.

Un buen día decidí ir al psicólogo, pero más que ayudar a desvanecer mi obsesión, me ayudó a apasionarme más por ella. En el punto en el cual la ayuda profesional no significa nada sólo quedas tú mismo para ayudarte a salir de tu situación. Pero poco tiempo después no sería necesario hacerlo...

Lo raro ocurrió sin previo aviso. Ese día había regresado del trabajo un poco temprano, así que decidí llevar a mi esposa e hijos a cenar. Cuando tienes hijos no hay muchos lugares para escoger, de modo que fuimos directamente a un restaurante de comida rápida. Muy romántico ¿no?

A ella no parecía importarle, y, de hecho, se la pasaba muy bien con nuestros dos hijos. Justo en esos momentos comenzaba a olvidarme de mi manía, empezaba a pensar que debería enfocarme en el ahora, en dar un buen futuro a mi familia. Y entonces miré en sus ojos y estuve seguro de ello. Mientras comía mi hamburguesa observaba a mis hijos en el área de juegos, los dos iguales a su madre en cada aspecto, y tan pronto como los vi supe que el futuro que les aguardaba no era muy prometedor.

¿A qué me refiero con esto? hasta hoy se han registrado demasiadas guerras, se nota que hay muchos problemas morales en el mundo, pobreza, entre una lista interminable de percances por solucionar. Y entonces pensé que debía ser un agente de cambio para el mundo. Sin embargo mi estancia en esta época no se prolongaría más allá de la noche próxima, al amanecer todo se habría desvanecido.

Llegando a casa acosté a los niños y fui, junto con mi esposa, a nuestro cuarto. Era una noche fría pero confortante, buen tiempo para acurrucarse y dormir plácidamente hasta el día siguiente. 

Esa noche mi esposa me contó su más reciente historia, la cual quería presentar a su editorial para una nueva saga de libros. Un tema muy interesante de hecho: la mitología griega. No tengo un conocimiento muy amplio sobre ella pero, dicho con sus palabras, me llamó completamente la atención.

La animé y le dije que yo mismo la acompañaría a la editorial el día siguiente, un día que entonces no sabía que no iba a llegar pues, al día siguiente, yo no despertaría en la actualidad...