CAPÍTULO IX - La Verdad te hará Libre

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- No tenías que venir.

Ya pasábamos por debajo de las grandes letras de bienvenido a la ciudad. Los primeros rayos del sol empezaban a reflejar los tenues colores del amanecer. Si todo era como Jaimie había dicho, entonces no tendría por qué haber algún problema, si en verdad los psicóticos ya no salían de día por la guardia que les daba caza, ya no tendríamos de qué preocuparnos.

- Tú misma me lo has recordado, eres mi responsabilidad.

- Solo porque tú mismo lo has querido. Te relevo del cargo, tranquilo – Dije en la forma más elocuente posible. Él sonrió.

- Estarás sola.

- No será la primera vez – Su mano me detiene. Lo iba a mirar con burla en mi cara, pero su mirada era seria, no serio de estar molesto, solo preocupado tal vez. Mi pecho se entumece bajo el escrutinio de sus ojos. Ahora su mano en mi brazo se siente mucho más. ¿Por qué?

- Ya no lo estás, no vuelvas a decir eso – Varios segundos siguió mirándome y no sé si era mi imaginación, pero sentía que estábamos cada vez más cerca, sus ojos viajaron a mis labios por una milésima de segundo, antes de volver a posarse en mi mirada. Se me hacía difícil respirar.

Antes de siquiera seguir pensando lo que estaba empezando a pensar, me adelanté, con mi cojera y todo, hasta la entrada de la urbanización de Anna. No volteé para verlo. No quise saber si esto significaba algo para mí...para él. No importa.

¡Dios! ¡Cálmate, Erin! Me grité mentalmente.

El letrero de bienvenida emergió frente a mí. Urbanización Las Aves. Era un conjunto residencial de casas de tres pisos, estrechas e idénticas entre sí, exceptuando los jardines frontales. La casa de Anna quedaba en la última manzana a la izquierda, pero cuando me encontré con el portón de la entrada, éste no se movió. Lo golpeé con la mano.

- Maldita sea – Exclamé al aire.

- ¿Qué sucede? – Su voz me descolocó por un segundo. Pensé en Ana.

- Está cerrada.

Jaimie observó el enrejado, las paredes se alzaban demasiado hasta un alambrado de púas en la cima, no podríamos escalarlas. El portón terminaba con un arco grueso de cemento, así lo escaláramos, no había manera de pasar por encima tampoco.

Rodeamos la urbanización. Hacia la izquierda, todo era lo mismo, pero a la derecha había un pequeño tramo libre por encima de la pared corrugada. Jaimie se colocó en cuclillas y entrelazó sus dedos.

- Pon tu pie aquí, te impulso arriba.

Lo miré con malas ganas, pero hice lo que indicó. Ya no tenía esa necesidad de pelear con él. ¡¿Qué me estaba pasando?! Me impulsó fácilmente. Me sujeté del borde con fuerza y atraje mi cuerpo hacia arriba como pude.

- No te dejes caer como si fueses un saco de papas – Dijo él de repente.

- ¿Qué?

- Así lo hiciste la última vez, solo te dejaste caer. Te puedes romper un hueso.

Le fruncí el ceño y pasé los pies para el otro lado de la pared. Observé el lugar cuidadosamente primero, no se escuchaba absolutamente nada en las cercanías y las casas se veían tan desoladas como pensé que las encontraría. Aun así, no perdía las esperanzas con Anna, ella era una persona fuerte, capaz de cuidarse a sí misma desde muy pequeña, dado que sus padres son médicos y unos importantes, casi nunca estaban en casa, por lo que ella tenía que sobrevivir sola. Muchas noches me quedé con ella para hacerle compañía, incluso mi madre había sugerido que viviera con nosotros, pero ella se sentiría demasiado incómoda con ello como para aceptar esa propuesta.

ESQUIZOFRENIACWhere stories live. Discover now