CAPÍTULO XII - Te Quiero a Ti

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El lugar donde nos enviaron era un bar, con el nombre de "Crazy World". Al entrar, inmediatamente la música nos rodeó como un manto que se adhería a tu piel. Cuerpos bailaban, moviéndose al ritmo de la tonada y los bajos que retumbaban haciendo vibrar mi pecho por dentro. Una sonrisa apareció en mis labios al ver la normalidad con la que se manejaban todas estas personas.

Jaimie se mantenía cerca de mí, buscando a su alrededor, entre la multitud y a través de las luces estroboscópicas.

De un momento a otro, mis hombros seguían la música. Un movimiento tan pequeño que nadie podría notarlo si no estuviese cerca de mí.

- ¿Qué piensas que estás haciendo?

Jaimie me hablaba al oído. Lo miré por un momento. Me preguntaba qué tan malo podría ser dejarse llevar solo por un momento, olvidarse de todo, solo por una hora o la mitad de eso ¿Qué tan malo podría ser? ¿Acaso no lo merecíamos? Pero la mirada del chico me recordó la realidad, me pegó en la cara con la situación y su importancia, me sentí tremendamente ridícula y avergonzada. Detuve el movimiento casi involuntario de mis hombros y los levanté con indiferencia.

- Espérame en la barra – Señaló con la barbilla al fondo de la sala. Una pequeña barra de madera pulida, atendida por una mujer bastante joven.

Me introduje en el mar de gente, abriéndome camino hacia el final del lugar. La barra estaba llena de hombres que competían por quién bebía más que el otro. Uno de ellos se paró al verme, se tambaleó un poco, por la borrachera, pero eso no impidió que me regalase una sonrisa desdentada y una mirada con ojos vidriosos.

- Tenga usted, señorita – Me cedió el taburete.

- Gracias.

Él me regaló otra sonrisa, yo le regalé mi espalda. Los que lo acompañaban se empezaron a reír a carcajadas del hombre.

La chica barman se acercó, primero viendo al hombre rechazado y luego a mí, con una sonrisa amable.

- ¿Te sirvo algo? – El aroma de su perfume me atropelló la nariz. Sin querer, me aparté sin disimulo – Va por la casa – Insistió.

- No, gracias.

Me giré en el taburete, quedando de frente a la pista de baile, donde todos parecían olvidar los escrúpulos y la moral. Parecían estar tan fuera de sí, pero no como los psicóticos, no era nada parecido a ello. Estas personas estaban completa y absolutamente felices, extasiados. Muchos se besaban, se acariciaban en áreas que preferí no seguir observando.

Me encontré con el rostro pálido de la chica de la barra, al girar de regreso.

- ¿También lo ves, verdad? – Su cabello liso se tambaleó con sus palabras. Su cabello negro llegaba hasta su nuca, pero el corte se alargaba hacia el frente, haciendo que la parte delantera fuera considerablemente más largo.

- ¿Qué cosa?

- La libertad – Amplió su sonrisa y sus ojos brillaron de emoción cuando le sonreí de regreso y más cuando asentí.

Sabía exactamente a qué se refería. Solo que no hallaba la palabra para ello.

Libertad.

Esas personas, en la pista de baile, eran completamente libres.

Nada ni nadie los retenía, no tenían preocupaciones que ocuparan sus mentes o su tiempo. Por un breve momento quise vivir de esa manera.

Algo frío tocó mi brazo. Era un vaso de vidrio, pequeño, con un líquido marrón pálido. Levanté la mirada a la chica.

ESQUIZOFRENIACWhere stories live. Discover now