Capítulo 5

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Un anciano surgió desde detrás de los árboles, apoyándose en un bastón. Llevaba una capucha puesta, así que no pudieron verle la cara. El anciano dijo de repente:

"Bien hallados, mis amigos."

Aragorn se puso rígido, desenvainando la espada.

"¿Amigos? ¿Quién eres para llamarnos así?"

El anciano sonrió.

"Qué rápido te has olvidado de mí."

Entonces se quitó la capa gris y vieron que debajo llevaba ropajes blancos. Al mismo tiempo, una luz de origen desconocido brilló detrás de la cabeza del hombre.

"¡El mago blanco, Saruman!" –se las arregló Aragorn para decir, alarmado. Se fijó, a pesar de la luz, en que tanto el cabello como la barba del anciano eran blancos. Sin embargo, seguía sin poder verle la cara.

El montaraz y el enano intentaron atacarle, pero no pudieron. Un poder desconocido no les permitía moverse. Sin ellos darse cuenta, Legolas había retrocedido, sin creer lo que veía. Con sus agudos sentidos ya había reconocido al encapuchado.

"Sí, soy el mago blanco. Pero no Saruman" –dijo el anciano. La luz se desvaneció y por fin pudieron ver el rostro familiar y distinguir la voz.

"¡¡¡Gandalf!!!" –gritaron Aragorn y Gimli, atónitos.

El montaraz abrió los ojos como platos.

"¡Pero... caíste! ¡Te vimos!"

El mago asintió.

"Caí, entre el fuego y el agua."

"¡Pero Gandalf, ahora eres blanco!" –exclamó Gimli, mientras observaba el atuendo del mago con asombro.

"Me llamaron de vuelta a esta tierra con una nueva forma, querido Gimli. Ya no soy Gandalf el Gris –dijo Gandalf-. Ahora soy Gandalf el Blanco."

"La mayor distinción para un mago –dijo Aragorn, contento-. Me alegro mucho de verte, Gandalf. No sabes cuánto."

Gandalf miró al montaraz y al enano y les sonrió con calidez. Y luego sus ojos se detuvieron en el elfo.

"¿Legolas? ¿No me saludas?"

Cuando Legolas alzó la mirada, Gandalf no se sorprendió al ver las lágrimas que caían por sus mejillas.

"Yo te maté –dijo, con la voz rota-. Te dejé caer."

El mago puso una mano sobre la cabeza dorada de Legolas.

"Eso no es verdad."

"Te fallé, Gandalf. ¿Cómo puedes perdonarme? Lamento tanto haberte dejado caer. Lo siento..." –Legolas seguía dejando caer lágrimas de arrepentimiento.

Suspirando, Gandalf le sujetó la barbilla con suavidad.

"Hiciste exactamente lo que te dije que hicieras. Salvaste al resto de la comunidad. Eso es lo más importante. La comunidad sobrevivió al Balrog gracias a ti."

El elfo sacudió la cabeza con testarudez.

"Pero eres mi amigo, y aun así te abandoné. ¡Debería haber hecho algo distinto a cortar la cola del Balrog y dejar que cayeras con él!"

"Legolas, no eres invencible –dijo Gandalf con firmeza-. Nadie es invencible, así que deja de culparte por cosas que están fuera de tu control. Solo eres un elfo, no un dios."

Aragorn, que lo había escuchado todo en silencio, se acercó y apretó el hombro tembloroso de Legolas.

"Eso es exactamente lo que hemos intentado decirle desde Moria."

Alma TorturadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora