CAPÍTULO 6: SE DESCUBRE LA FUGA

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A la mañana siguiente la señora Shelby tocó varias veces la campanilla llamando a Elisa. Pero Elisa, por supuesto, no acudió a sus llamados. Muy extrañada, la señora mandó a uno de los esclavos a buscarla a su habitación.

Andrés volvió en seguida, muy agitado.

- ¡Señora! Elisa no está en su cuarto. Y todo está revuelto y las ropas tiradas. ¡Creo que se ha marchado!

- ¡Seguramente sospechaba algo y por eso ha huido! -exclamó el señor Shelby.

- ¡Ojalá! -dijo su esposa -. ¡Dios quiera que sea así!

- ¡No digas tonterías! -respondió el marido, malhumorado -. Voy a quedar mal a los ojos de Haley, que sabe cuánto trabajo me costó decidirme a venderle el chico. Ahora pensará que yo he ayudado a Elisa a escaparse, ¡y que he faltado a mi palabra!

Salió precipitadamente y ordenó revisar toda la casa y todo el jardín para hallar a la mulata. Todo fueron gritos y carreras durante algún rato, pero Elisa no apareció.

Cuando llegó Haley, muy orondo, con su traje de montar, dispuesto a llevarse su mercancía humana, un grupo de negritos de diez o doce años lo saludó riendo y le comunicaron la mala noticia, satisfechos de causarle un disgusto. Haley comenzó a maldecir y gritar, y convertirlo en una furia fue a buscar al señor Shelby, que se hallaba con su esposa. Haley penetró como una tromba, sin saludar ni quitarse el sombrero.

- Es muy extraño lo que ocurre -dijo a gritos -. Dicen que la mulata se ha fugado con el chico que yo compré.

Haley respondió con serenidad:

- Se ve que usted no ha reparado en que está aquí mi señora-

El tratante, avergonzado de sus modales, saludó y pidió disculpas a ambos por su nerviosidad.

- Y bien, caballero -dijo, dirigiéndose a Shelby -. ¿Es cierta la noticia?

- En efecto -respondió el otro -. Sin duda la muchacha oyó algo de nuestra conversación, dedujo la verdad y, alarmada por la suerte de su hijo, huyó.

- Confieso que esperaba que usted procediera conmigo con más lealtad.

- ¿Qué quiere decir con estas palabras, Haley? -replicó Shelby con voz airada -. Porque debo advertirle que sé perfectamente cómo debo tratar al que dude de mi honor.

Atemorizado por las palabras y por la actitud resuelta de Shelby, el tratante se apaciguó y dio una excusa.

Entonces el señor de la casa añadió:

- Si usted está convencido de mi lealtad, como acaba de asegurarme, yo estoy dispuesto a ayudarlo con todas mis fuerzas a recuperar lo que es suyo. Esta mañana ya hemos registrado toda la propiedad de arriba abajo, y le aseguro que aquí no está escondida la muchacha. Así que puede usted tomar los esclavos que quiera para que lo guíen y ayuden a buscar a la mulata por los caminos. Creo que la encontrarán con facilidad, pues ella va a pie y ustedes a caballo. Además, nunca ha sido muy caminadora. Por lo tanto, recupere su buen humor y desayune con nosotros.

Entre los esclavos del señor Shelby había gran revuelo, producido por la noticia de la venta de Tom, tan inesperada, y por la fuga de Elisa. Todo eran comentarios y conjeturas.

En especial Sam el Negro (llamado así porque era más negro que los demás esclavos) estaba muy preocupado.

- Ha vendido a Tom -se decía -. Tom era el esclavo principal, iba mejor vestido que ninguno y tenía pase, que es lo más importante. Alguien tendrá que sustituirlo.

¿Por qué no he de ser yo el que lo reemplace?

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de su compañero Andrés.

La Cabaña del Tío Tom (Harriet Beecher Stowe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora