51.-Aquí no hay monstruos

33 4 2
                                    

Rubén

Caminaba y caminaba sin poder detenerme. Quería verlo, quería volver a verlo sonreír. Quería ver sus ojos, y estaba por hacerlo. La paciencia nunca fué una de mis mejores cualidades. En realidad no tengo ninguna buena.

–Hola Rubén– el doctor Julián me miraba con una gran sonrisa en su rostro. Sonreí emocionado. Estuve por hablar, pero supuse que él sabía qué pregunta estaba por hacerle, así que solamente asintió. Al instante me lancé a abrazarlo.

–Gracias, gracias de nuevo, por todo– dió palmaditas en mi espalda.

–Anda, ve a verlo– asentí emocionado y reprimí mis ganas de tomarle de la cara y besarle la mejilla. Eso sería muy gay.

Corrí por los pasillos, no faltó la enfermera que me llamó la atención por hacerlo pero me importó un pepino. Tomé el pomo. Rogaba porque no se hubiera dormido, sería capaz de despertarlo.
Lo giré, abriendo lentamente la puerta. Los dos giraron a verme. Santiago con una cara de odio y Ali "fingia" la misma.

–¿Qué haces aquí?– miré confundido a Ali.

–¿Cómo que que hago aquí? Pues vine a ver a...

–¡Largate! ¡No tienes nada que hacer aquí, maldito asesino!– tomó mi brazo y me sacó de la habitación.

¿Qué había dicho? ¿Asesino? No tenía ni idea de que hablaba. Volví a abrir la puerta, no pude abrirla ya que Alicia estaba detrás de ella evitando que entrara.

–Alicia, ¿Qué te pasa? ¿Hice algo malo?

–¿¡Que si hiciste algo malo!? ¡No, solamente atropellar a Santiago y tratar de asfixiarlo!– logré abrir la puerta, ésta se abrió de par en par.

–¿Qué estás diciendo? Yo nunca...

–¡Vete!– negué con la cabeza. Caminé hasta Santiago.

–Tú sabes cuanto esperé a que despertara...

–¿De qué estás hablando? Lo único que hiciste fué atropellar a Santiago para...– todo sonido desapareció. Los ojos de Santiago miraban directamente los míos. Con odio, con rencor. No tenía idea de que coño le había dicho Alicia para que pensara que yo lo atropellé, pero sabía que él recordaría todo después.

–Aléjate de mí– sus palabras fueron como puñales en mi corazón. Quería abrazarlo, contarle como y cuando nos conocimos, contarle cada una de nuestras aventuras y momentos. Quería hacer mil cosas. Pero no podía.

¿En serio no recordaba nada? ¿En serio no sabía quién era yo? ¿No recordaba que... estaba enamorado de mí?

–¡Vete! ¿Qué esperas?– negué con la cabeza.

–No hagas esto Santiago...

–¿Hacer que? ¿Correrte? No creo que eso esté mal después de lo que me hiciste– se sentó en la camilla. Ahora era cuando apreciaba cada gesto, cada sonido que salía de su boca. Porque por mucho tiempo no pude hacerlo–Alicia me quiere a mí, no a ti. Nada va a hacer que nos separes.

–¿Qué mierd...

–Ya lo escuchaste, ahora vete– miré con odio a Alicia. Me acerqué rápidamente a ella.

–¿Qué mierda le hiciste creer a Santiago? ¿¡Qué le dijiste!?– varios doctores entraron y me tomaron de los brazos–¡Maldita sea, Alicia! ¡Contéstame!– me miraba burlona. Como si acabara de cumplir su objetivo.

Me sacaron del hospital a patadas, prohibiéndome la entrada para cuando quisiera entrar. No entendía nada, mi cabeza estaba hecha un lío. ¿Por qué Santiago me odiaba? Alicia sabía perfectamente bien que yo jamás le hice algo, ni le haría, sabía todo lo que había esperado. Ahora mismo la odiaba.
De mala gana regresé a mi casa. Cada que recordaba las palabras de Santiago éstas se clavaban aún más en mi corazón, al igual que sus ojos llenos de odio y rencor. Ese no era mi Santiago. Mi Santiago jamás odiaría a nadie, mi Santiago siempre sonreí. Mi Santiago... me quería.
Abrí la puerta, mi boca cayó al suelo al ver a tal persona sonriéndome desde el sofá mientras mi madre lo acompañaba, igualmente sonriendo.

Always yours {Rubelangel}Where stories live. Discover now