58.-Un total desconocido

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Rubén

-Rubencio... ¿En serio vas a dormir sin nada en el estómago?

-No tengo hambre, ya te dije.

-Pero tienes que comer algo...

-¡Pero no quiero! Por favor... déjame dormir, ¿vale? Mañana planeamos todo mejor - destapé mi cabeza y miré a Diana. Ésta me miraba con tristeza-Entiéndeme...

-Te entiendo Rubén. Pero tú entiéndeme a mí. No me voy a quedar tranquila sabiendo que no comiste nada y que estás así.

-Si estoy así es porque yo lo quiero. Tú no tienes la culpa Diana, en serio que no quiero contagiarte mi tristeza. Yo estoy así porque así lo quiero y las consecuencias de esto serán mi culpa- Diana bajó la mirada-Diana... no quise decir...

-Está bien. Te dejaré en paz. Entiendo que en estos momentos quieras estar solo y desahogarte. También entiendo que no tengo por qué estar metiéndome en tu vida, en serio discúlpame...

-No Diana, yo no quise decir es...

-Es más. ¿Qué hago aquí? No debería de estar invadiendo tu privacidad...

-No Diana, eso no...

-No te preocupes, yo me iré a la habitación- se acercó a la puerta y la abrió-Te quiero mucho Rubencio- salió de ella y la cerró a sus espaldas.

-Maldito genio- volví a taparme la cabeza-¿Por qué me afectas tanto Santiago? A penas y te conozco- escuchaba mi respiración debajo de la sábana-¿En qué debería pensar?- necesitaba una voz. Esa voz a la que ya me había acostumbrado a escuchar en todo momento. La que decía frases sabias, la que me aconsejaba qué era lo mejor para hacer, la que siempre me entendía... y ahora ni yo mismo me entiendo.

-Necesito a Diana- suspiré.

Quité la sábana de encima mía y me levanté. Salí de la habitación y me dirijí hacia la suya. Me coloqué frente a la puerta y tomé el pomo.

-Diana... necesito hablar contigo- la puerta estaba abierta, así que sin recibir respuesta giré el pomo y la abrí lentamente. Ésta rechinó.

No podía distinguir mucho de lo que veía. La habitación estaba oscura y era silencio total. Cerré la puerta tras mis espaldas lentamente, volviéndo a escuchar el rechinido y dando lentos pasos cortos. Hasta que logré apreciar un edredón. Me acerqué hacia él y logré ver la cama. Después distinguí el cuerpo de Diana sobre ella. No se movía, al parecer estaba dormida. Así que me acerqué lentamente hacia la otra orilla de la cama y me recosté en el pedazo sobrante.

-Diana...- ésta me daba la espalda-Diana...

-Mmm...- empezó a moverse en su lugar, girándose poco a poco hasta quedar su rostro frente al mío.

-Diana...- frunció el ceño aún con los ojos cerrados y después los abrió un poco. Hasta que éstos se abrieron como platos.

-¡Ahhhh! ¡Ayuda! ¡Un ladro...- ésta hizo su cuerpo hacia atrás, provocando que cayera de la cama. Rápidamente me acerqué a ella y tapé su boca.

-Soy Rubén Diana, cálmate- ésta dejó de manotear y me miró con los ojos entrecerrados. Quité mi mano de su boca y ésta se sentó en el suelo.

-¿¡Qué haces aquí!? ¿Así despertabas al tal Mangel? Pobre de ese hombre- llevó una mano a su pecho. Miré su estómago, este crecía y sumía de manera acelerada-Hombre, casi me matas de un infarto. ¿No pudiste alejarte un poco más y no ponerte a 5 centímetros de mi cara?

-Oye, que tampoco estaba tan cerca...

-Ya, dime a qué viniste- se levantó del suelo para después extenderme una mano y ayudarme a levantar. Ella se sentó en la orilla de la cama y yo a su lado.

Always yours {Rubelangel}Where stories live. Discover now