capitulo 4

261 16 9
                                    

  Dimitri y yo nos quedamos quietos. Sentí cómo el enfado bullía en el interior de Dimitri a cada momento de silencio que compartíamos. Estaba claro que le había molestado que esa Moroi que se había convertido aposta en Strigoi que casi consiguió que ejecutaran a su Roza para conseguirle a él estuviera ahora detrás de mí. ¿Y quién no estaría cabreado? Tasha erauna auténtica zorra. 

Le oí sisear por lo bajo. Reconocí la palabra –era una palabrota en ruso, ¡mierda!- pero no entendí el significado. Sólo una semana, Rose, y luego lo sabrás, me animé. Si sobrevivohasta la próxima semana.—¡Mierda! —Jadeé de repente—. 

¡Tengo que decirle a Lissa que no venga! ¡No puede quedarse aquí! Y, ahora que lo pienso, mejor que tú también salgas del punto de mira de esa locaporque-—¿Has perdido el juicio?La voz tranquila de Dimitri me sacó de mi ataque de histeria. Le observé, con los ojos como platos por el miedo, miedo que no era por mí sino por él, Lissa e incluso Christian. 

—No. No aún. ¿Por qué? —pregunté en la misma voz calmada, pero a diferencia de la suya, la mía no reflejaba estabilidad mental.—Ah, no sé —dijo alegremente—. Pero me da a mí que no me voy a ir a ninguna parte.Por supuesto que no.Me quedé en silencio por un momento y recordé lo que iba a hacer antes de que él me interrumpiera.—Pero aun así tengo que llamar a Lissa. Ella... no puede venir.—No va a hacerte caso —señaló suspirando, sonando desesperado—. Si le dices lo que está pasando vendrá aquí e intentará ayudarnos tanto como pueda. Vendrá a ayudarte yreconfortarte. Porque tú harías lo mismo por ella.Cerré los ojos. Era estúpido... e inevitable. Podría hacer lo que ella quisiera, bueno, dentro de los márgenes legales. Y si quería venir al complejo de esquí, tenía todo el derecho dehacerlo. ¡Era la reina, joder!—Cierto —admití, pero mi voz no estaba normal del todo—. Pero voy a llamarla de todas formas.Dimitri ya no me estaba escuchando. Estaba concentrado en esa pequeña carta (apuesto a que ya se la sabía de memoria) pero probablemente también estaba planeando como derrotara Tasha.—¿Rose? —oí la voz sorprendida de Lissa—. Hablamos hace un minuto escaso, ¿ocurre algo?Ni siquiera le di una pista y ella ya sospechaba que una catástrofe se acercaba. Sonaba terriblemente preocupada.—Depende —dije evitando el asunto, pero no cedió.—¿De qué?Respiré hondo y se lo conté.—Tasha no va a por ti, Liss —silencio—. Así que lo mejor que puedes hacer es volver a la Corte, estarás más segura.Tan pronto como pronuncié esas palabras me arrepentí. La hicieron mucho más suspicaz.Un minuto más de silencio.—¿Va a por ti, no? Por Dimitri —pronunció Lissa tranquilamente y pensé en lo perspicaz que podía llegar a ser. Yo, por otra parte, decidí no negar o confirmar sus palabras. Se lo tomócomo un sí—. Pienso ir de todas maneras.Gemí desesperada. Sabía que no iba a rendirse, pero yo tampoco.—¡Liss! —exclamé—. Es peligroso. Además, tengo a Dimitri aquí conmigo, no necesiMemordí el labio.—No me necesitas —sonó dolida y ofendida—. Ya veo.—No Liss, yo...—Entonces deja que vaya.—¡Estás haciéndome chantaje! ¡No es justo!—¡Tampoco es intentar que tu mejor amiga se quede al margen!Me reí ante su lógica.—¡Liss, qué cabezota eres!Sonrió abiertamente en respuesta.—Voy a ir, Rose. Asúmelo. Hasta luego —y colgó. No podía creerlo. Colgó a mitad de la conversación. Lissa nunca colgaba a nadie. ¡Y yo no era precisamente nadie!La vida parecía ser una fuente de problemas infinita.  —¿No ha cedido, no? —preguntó Dimitri y me tiré a la cama junto a él.—Mi vida es un desastre —estaba desesperada. ¿No había tenido ya suficientes problemas y sufrimiento?—No lo es, Roza —dijo suavemente—. ¿Por qué piensas eso?—¿No es evidente? —Mi sarcasmo sí lo era—. Cada vez que mi vida parece ir por su cauce aparece un problema.Dimitri no dijo nada (sabía de sobra que estaba aludiendo a aquel momento juntos que había terminado en una catástrofe) pero me abrazó y dejé mi cabeza caer sobre su pecho. Meacarició la espalda con ternura y me acerqué más a él. Bueno, si tenía todo en cuenta, justo en ese momento, mi vida parecía perfecta. Pero la realidad es brutal.Lissa, ¡¿qué voy a hacer?! Le mandé otro mensaje por la desesperación, esperando algún tipo de respuesta que me consolara. Pero en vez de eso, se tomó su tiempo para mandar unarespuesta inútil. ¡Ve con Dimitri a la sauna! Ya os he apuntado, no pongas excusas.Respiré hondo. Cómo se atrevía aVe.Me mandó otro mensaje, como su supiera de antemano que me iba a quejar. Pero, increíblemente, como si hubiera usado compulsión, cogí la mano de Dimitri y dije.—Vamos, camarada. Órdenes de la reina.Me dio una mirada confusa y yo me encogí de hombros. Le conduje por el pasillo hacia el ascensor. Estaba impresionada por la 'sabiduría' de Lissa porque de alguna forma sabía cuándoestaba perdida y me mandaba otro mensaje.La planta baja, Rose.Me pregunté si no se había convertido en... ¿Cómo se decía? Vrajitoare, creo. O algo.De repente, el ding del ascensor me sacó de mis pensamientos. Ansiosa, salí seguida de mi ruso, por supuesto.—Roza, ¿adónde-—¡Shh! —le corté y se sumió en un silencio curioso y, conmigo como GPS, caminamos hacia donde asumí que estaba el spa.—Por aquí —ordené a Dimitri con falsa confianza en mis habilidades como GPS, pero me siguió como un cachorrito.Y, como salidos de la nada, llegamos allí. Era simplemente... wow. Me recordaba vagamente al spa de la Corte, pero este era incluso mejor. En el centro había una piscina enorme conchorros de masaje y fuentes y de todo. Eso sin mencionar los jacuzzis para parejas acarameladas y oh, enfrente de mí, una sauna finlandesa.—¡Mierda! —De repente me di cuenta de algo—. Creo que hemos olvidado el bañador.Mi cara desesperada cambió a una en estado de shock al ver como una sonrisa maliciosa se extendía por el rostro de Dimitri. Eso no podía significar nada bueno.—No creo que lo necesitemos, Roza.Seguí la dirección de su mirada a una señal de aviso en la puerta de la sauna. Me quedé helada.

 ATENCIÓNProhibidos los trajes de baño

 Oh, genial.—La odio —dije por lo bajo—. Realmente... me disgusta —rectifiqué con una versión más suave.Dimitri prorrumpió en sonoras carcajadas.—Esto no es divertido para nada —siseé y fui a continuar, pero mi teléfono vibró. La malvada Lissa, como era de suponer.¡Yo no he tenido nada que ver!No me jodas.De verdad pensé que iba a matarme con su sarcasmo. Estaba sin palabras. Dimitri, como de costumbre, lo notó.—Rose —dijo juguetón—. ¿Para qué perder el tiempo volviendo a la habitación?He cambiado de idea. Odio las apuestas.Salí del vestuario con mi cuerpo tapado por una suave bata de franela –mis ojos se toparon con Dimitri nada más entrar y, dulce Jesús, me gustaba lo que estaba viendo- como siempre,pero aun así. Su cintura estaba cubierta con tan sólo una toalla y si no quería meterse en problemas por falta de respeto a las normas de la sauna, se la iba a quitar pronto.—Roza —sonrió ampliamente y me ofreció la mano. En vez de cogerla, le di un puñetazo en el hombro, lo que hizo que sonriera aún más—. Así que —dijo con aire de suficiencia—hagamos caso a Lissa y relajémonos.Fruncí el ceño pero le seguí a la sección en la cual se suponía que quitaba toda la tela que llevara encima. Y Dimitri Belikov ni siquiera dudó un momento.Ay Dios.Lo hizo de verdad.No puedo creerlo.Que alguien me pellizque.Rose. No. Te. Rindas.Tuve que morderme el labio –le había visto desnudo incontables veces, pero eso había sido cuando íbamos a lo que íbamos. No cuando tenía que mantener mis manos quietas.—¿Te gusta lo que ves, Roza? —bromeó y de repente me di cuenta de que mi labio estaba sangrando.—Naturalmente —suspiré en respuesta y me quité la bata.Oh, era genial ver cómo esta vez era él el que tragaba saliva con fuerza.—¿Y tú qué? —Si él jugaba sucio, yo también lo haría.—Mucho —volvió a tragar saliva y desfilé con sensualidad hacia la entrada.EL calor llegó de repente –no es como si antes no hubiera hecho calor, es decir, ¡¿con Dimitri desnudo alrededor?!- y se sentía bien. Me gustaba el hecho de estar haciendo algoremotamente normal cuando una Strigoi loca venía a por mí. Tal vez esto no había sido tan mala idea.O tal vez sí. Cuando Dimitri entró, la habitación se volvió incluso más acalorada (¿o sólo era yo?).Me senté, mitad desesperada, mitad disfrutándolo. Dimitri, por supuesto, se sentó junto a mí –y entonces me di cuenta de que no había nadie más allí. Dios tenía un sentido retorcidodel humor.Me forcé a respirar hondo y no pensar en la persona desnuda que estaba a mi lado, que además era mi alma gemela. ¡Quiero algo de concentración para Navidad, por favor!Mis dedos buscaron los míos y no pude por menos que entrelazarlos. Ya estábamos bañados en sudor y la temperatura era sofocante. Mi corazón dolía, al igual que mi cuerpo cuandodesplazó su mano a mi muslo. Temblé pero no le detuve –porque, Dios, se sentía tan bien.Sus dedos se movieron hacia mi rodilla, volviendo a mi muslo y subiendo a mi estómago, trazando círculos. Yo tragaba y respiraba hondo, pero nada parecía ayudarme.Y de repente, quitó sus dedos. Estaba a punto de preguntarle que por qué había parado cuando los puso en mi sudada mejilla y acercó su cara a la mía. El único sonido provenía de mirespiración trabajada que me impedía pararle. Pero un vistazo a su cara era suficiente para que yo perdiera parte de mi autocontrol y cuando rozó mis labios con los suyos mis alertas seempezaron a apagar lentamente.Deslizó su lengua lentamente por mi labio superior y mordí el suyo suavemente en respuesta. Sus labios formaron una sonrisa cuando puse mi mano en su pecho y me acerqué.Y durante todo esto, me recordaba no ceder, por la apuesta. Y estaba asombrada, porque todo se mantuvo suave, no más lejos de lo que yo lo permitía.—¿Ya te rindes? —Dimitri exhaló en mi oreja y negué con la cabeza.Aun así, apoyé mis pechos contra él y de alguna forma le tumbé. Tenía una sonrisa triunfante en el rostro, pero yo sonreí con malicia.—Ya quisieras —susurré, sintiendo cómo recuperaba mi autocontrol.Puso una mano en mi culo, lo cual me dio un escalofrío. Tenía muchos últimamente.—Quisiera muchas cosas —sonrió travieso y su mano viajó de mi culo a mi cadera y luego a mi estómago, deslizándose más y más abajo.—Vaya, vaya. ¿No has aprendido nada? —murmuré apartando su mano.En vez de levantarme, le besé y deslicé mi lengua dentro de su boca con pasión. Gimió y –Dios, este hombre es imparable- apretó mi culo otra vez. Gemí también, y pasé mis manos porsu sedoso pelo mojado. Y entonces, la puerta se abrió.¿Nos han pillado, no?   

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Aug 27, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

¡Venga, Rose, ríndete!Where stories live. Discover now