c a p í t u l o u n o .

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El chico se ajustó el gorro que cubría sus rizos cobrizos del frío otoñal que acechaba en Londres. Gracias a los guantes que sus padres le habían regalado por su inscripción en Hogwarts, se mantenía lo más caliente que podía. Eran unos guantes verdes, con bordados plateados y un ojo abierto al centro; era el símbolo de su família, los Lynch. A decir verdad, eran unos guantes horrosos, pero su madre había insistido tanto que Alastair no pudo decir que no.

Él sabía muy bien la razón por la cual sus padres lo habían, por decirlo de alguna manera, obligado a usarlos; llevaba los colores de la casa Slytherin, verde y plateado. Alastair sólo agradecía a los dioses que no le hubieran añadido una serpiente. A parte de ser el animal de la Casa Slytherin, el chico les tenía un miedo terrible.

Con un empujón, su padre lo hizo bajar del coche. Le había dado indicaciones de cómo llegar al andén, eso sí, con una mirada severa y fría. Su padre lo quería, el chico lo sabía. El problema del hombre era que era demasiado... Tradicional. Exigente. Pura sangre.

Los Lynch eran conocidos por su linaje puro, nada de muggles ensuciando su sangre, como le gustaba decir su padre. A decir verdad, Alastair no entendía muy bien aquello de separar a hijos de magos e hijos de muggles; al fin y al cabo, todos tenían magia. ¿Qué había de diferente?

- Irás solo, como te dije - dijo su padre, unos días antes del gran día. Alastair dejó de acariciar a James, y se lo quedó mirando con sus enormes ojos, del color de las hojas de otoño -. Sage y Marian irán con sus amistades, ya que es su quinto curso. - al ver que su hijo no contestaba, su padre suspiró y se sentó a su lado - Cariño, sabes que esta es la tradición. Acompañarte al andén sería visto como frágil. Como mago poco poderoso. Es la tradición, Alastair.

Y otra vez con la tradición de siempre. Claro que el niño sólo tragó, asintió, y continuó acariciando a su gato.

Y ahí estaba. Andén 9 y 3/4. Cargando con su baúl y su pequeño gato al cual había llamado James - su madre intentó persuadirlo que cambiase el nombre por Max o Toby, pero no hubo resultado -, miró hacia sus dos lados. Estaba tan perdido como un pescador en el desierto.

Esperó por si alguien se acercaba, o a ver una família traspasar el andén, ya que sus padres sólo le habían dicho "cuando lo veas, sabrás como cruzar". Alastair no tenía las cualidades de un explorador; el sentido de la orientación era algo que le faltaba con exceso, era un chico olvidadizo, y por último pero no menos importante, no era una persona curiosa. Era lo que podríamos decir de un chico tranquilo, sensible y afable. Nada diferente. Nada que sobresaliera. Un chico sin nada más en las manos que la magia que había heredado. Nada más que unos ojos grandes e ilusionados de llegar a la escuela de magia. Nada más que un corazón tierno, y gigante. Nada más que un miedo a hacer daño, a herir. Nada más que aquello.

Unos chicos sonrientes llamaron la atención de Alastair ; uno de ellos llevaba una bufanda de color azul y bronce, y los otros dos de color verde y plateado. Alastair reconoció los dos: simbolizaban las casas de Ravenclaw y Slytherin. Y cuando estiró el cuello, casi se puso a llorar; entre los tres chicos, sus hermanas se reían. El niño suspiró de alivio cuando Marian y Sage lo vieron. La primera rápidamente apartó la mirada; en cambio, Sage le dedicó una sonrisa preciosa, y se acercó a él.

- Hola, Ally - le dijo ella, y le cogió de la mano, dejando que su pelo largo y lleno de bucles marrones le acariciara la mejilla. Sage era la primera Lynch que había sido seleccionada en una casa que no fuera Slytherin: ella era Ravenclaw. De pies a la cabeza.

Papá siempre la había elogiado por sus buenas notas, pero nunca empezó a sospechar nada hasta que Sage, en una discusión - se peleaba un montón con papá y mamá, normalmente por temas éticos - les dijo que prefería la sabiduría antes que la ambición. Mamá calló de golpe, y papá se retiró del comedor.

Primer curso de Alastair Lynch en HogwartsDove le storie prendono vita. Scoprilo ora