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Dos

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Escuché un par de golpes en mi puerta, así que me levanté de mi cama y abrí, encontrando a mi hermana Sandy mirándome molesta.

—¿Fuiste tú el que se robó mi jodido pastel de fresa de la nevera?

—¿Quieres que te sea sincero? —asintió—. Estaba delicioso.

—Eres un idiota, ¡tenía mi nombre en una nota!

Metí mi mano en la bolsa de mi pantalón y encontré el susodicho papel, arrugado por completo en una bolita. La estiré y claramente decía su nombre.

—Aquí tienes —se lo di y ella me fulminó con la mirada. Sabía que me gritaría y me haría ir a comprar un pastel nuevo, así que me ahorré el comentario y le mostré mi billetera—. Iré por otro.

—Más te vale.

—¿De fresa? —ella asintió—. ¿No quieres nada más? —negó con la cabeza—. Bien, vuelvo en quince minutos, ¿de acuerdo? —deposité un beso en su cabeza.

Sí, la molestaba a seguido, pero mi hermana era de lo más importante para mí.

Bajé las escaleras trotando y tomé las llaves del auto de mamá y salí rápidamente de casa. La tienda no quedaba lejos, pero sabía que si iba caminando pasarían dos cosas:

Primero, me asaltarían; y segundo, me confundiría de calle y estaría dando vueltas a pie hasta que amaneciera y pudiera identificar mi casa.

Ya había sucedido. Más de una vez.

Cuando llegué a la tienda, fui directo a la sección de postres y tomé el pastel que mi hermana solía ir a comprar también. Cuando caminaba hacia el cajero, encontré a una de las amigas de Eleanor, la rubia.

—Hey —me saludó—. Ben Wallace —creí que ella preguntaba que si ese era mi nombre, pero no era así, estaba afirmándolo.

—Y tú eres...

—Lucy Johnson —asintió—. Nos conocimos en una fiesta el año pasado.

—Ah sí, claro.

No la recordaba en lo absoluto, pero no quería que siguiera hablando, por lo que simplemente fingí conocerla.


Me sorprende que te acuerdes —confesó—, sinceramente creí que no recordarías lo sucedido.

—Claro que lo hago —mentí.

—Supuse que no lo hacías porque no me hablaste desde que pasó —alzó sus hombros, mirando al suelo y avanzamos otro paso, detrás de las tres personas que faltaban de pagar con el cajero—. ¿Acaso hice algo mal o...?

Si tan solo supiera de qué hablaba...

—Para nada.

Qué alivio —sonrió—. Así que dime, ¿irás a la fiesta de Destiny mañana?


Ahí mi cabeza unió hechos y personas y formuló una pregunta:

—¿Sabes si Eleanor irá?

—¿Eleanor? —parecía no comprender mi pregunta—. ¿Mi amiga Eleanor? —asentí—. No, ella no suele ir a fiestas así. Y menos a fiestas de chicas como Destiny.

—¿Crees que puedas tratar de convencerla de que vaya? Contigo, al menos.

Ella pasó con el cajero, mientras él escaneaba los códigos de lo que ella estaba comprando.

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