Capítulo uno: Futuro enemigo.

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El instituto

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El instituto... tortura máxima para muchos y felicidad plena para otros.

Para mí es más que la palabra "paraíso", es un ocaso maravilloso en dónde todo el mundo me adora, hasta los profesores. ¿Por qué? Porque soy la número uno, ¿qué pensabas?

Camino por el pasillo principal del instituto el cual que está, como siempre, atestado de estudiantes por ser la hora punta del almuerzo.

Me dirijo a la cafetería en busca de mi batido tropical de cada día cuando una de las principales animadoras del equipo de fútbol, Casey Jackson, cruza un par de palabras conmigo para mostrarme gratitud y, a la vez, respeto:

—Gracias Melanie, o sea me has salvado de catear física —hace saltitos de alegría—. ¡Te debo una!

—De nada Casey, sólo debes hacer una cosita por mí —hago una señal para que se acerque y le susurro al oído—. Quiero que me votes para salir reelegida como presidenta del consejo estudiantil. ¿Está claro?

Casey sonríe y asiente volviendo a la mesa en dónde todos los populares del instituto se sientan.

Pobre ilusa, y pensar que creerá que lo que he hecho por ella a cambio de su voto en las elecciones no es nada comparado con haber persuadido al profesor Reedus para que le aprobase el examen de física.

Ser reelegida presidenta no es sólo un simple honor, eso se lo dejo a los novatos de nuevo ingreso en el consejo estudiantil, iba más allá: tener control sobre muchas cosas. Como, por ejemplo, ser la voz de los estudiantes y manejarlos a mi antojo. Obviamente, siempre había alguna cosa que odiaba: los días de reuniones del consejo y hacer de mediadora entre el alumno y el profesor cada cierto tiempo, entre otras muchas cosas.

Este era mi último año en el instituto Saint James y quería salir reelegida para ser presidenta del consejo, aunque sólo vaya a ejercer como tal este año. Mi reinado como presidenta todavía no había llegado a su fin y, hasta ahora, nadie se había quejado estos últimos cinco años, ni lo iba a hacer por supuesto.

No hay competencia para mí: saco las mejores calificaciones, todos los profesores me adoran y todos los estudiantes me alaban. Nadie puede conmigo y, por eso, no tendré dificultad alguna de salir reelegida como presidenta.

Hace cinco años aprendí a mirar por mis propios intereses, así que me maté a estudiar para conseguir las mejores calificaciones, me gané el respeto de los estudiantes y le hice la pelota sutilmente a los profesores para lograr mi objetivo: tener al instituto en la palma de mi mano.

—Melanie, ¿me estás escuchando? —chasquea los dedos Scarlett—. Qué si te parece bien quedar este sábado los tres: Jayden, tú y yo.

—No puedo —respondo de inmediato—, tengo que estudiar para el examen de francés.

Habíamos empezado el nuevo curso hacía ya dos semanas y yo, como cada año, siempre me preparaba el curso antes de que empezasen las clases. Así que estaba todo el verano adelantando el nuevo temario para así saber, con antelación, lo que el profesor iba a explicar. Obviamente, cuando nadie sabía responder a una pregunta que no habían estudiado antes yo la respondía perfectamente e incluso la explicaba al detalle para que, hasta el más inepto, lo entendiese, ganándome la admiración y los halagos del profesor y de mis compañeros.

NÚMERO UNOWhere stories live. Discover now