Doce: Nueve días

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Habían pasado nueve días desde la fiesta.

Nueve días y tu risa y tu cercanía seguían presentes en mí, causándome estragos a la hora de dormir.

Y no solo eso. Mi mente se las había arreglado para grabar aquel día al detalle.

Y recordaba tus palabras y el olor de tu aliento a alcohol, y el mío.

Dios, había bebido alcohol por primera vez en mi vida.

- Y dime Dylan ¿Qué haces con tu vida?- Recuerdo que dijiste con una sonrisa reprimida.

- ¿Dis...disculpa?

- Quiero saber que cosas te gusta hacer- Te acomodaste en el banco subiendo una de tus piernas.

Ojalá pudiera aguantarte la mirada más de dos segundos. Qué ojos.

- Eh...esto...leo. Me gusta leer. Y ver películas y...no sé- Froté mis manos en mis vaqueros y miré a Rach y luego al techo- Nada especial.

- Así que te gusta el cine. Ya tenemos algo en común. Dime cuál...

- ¿Por qué estás hablándome?- No sé que nos sorprendió más. Que te hablara por primera vez sin trabarme, o esa pregunta.

Frunciste el ceño y me escaneaste con la mirada.

Después una sonrisa se instaló en tu rostro.

- La verdad o lo que debería decir.

- Verdad. Siempre- Murmuré mirándote a los ojos tres segundos. Récord.

- Me gustas.

- Aquí estás, tenemos que irnos, ha pasado algo- Un chico irrumpió en la habitación haciendo que los dos nos levantáramos de golpe. Ni si quiera lo miré.

Tu mirada se encontró con la suya y sentí que estabáis hablando sin palabras.

Ojalá alguien me entendiera con solo mirarme.

- Tengo que irme- Dijiste remarcando lo obvio.

Asentí con mi mirada clavada en el suelo aún sin asimilar lo que estaba pasando.

Tenía que ser una, y perdón por la expresión, jodida broma.

Recordar la simpleza con la que dijiste esas dos palabras me hacía pensar que era una simple broma de mal gusto. Pero la parte más estúpida de mí, seguía temblando al recordarlas.

El timbre sonó sacandome de mi ensoñación y haciendo que los estudiantes nos dirigiésemos a nuestras respectivas clases.

Cada vez quedaba menos para que se acabara el curso, así que había una extraña emoción contenida entre el alumnado, que era casi palpable.

Me dirigí al pabellón.

Las clases de gimnasia siempre me daban hambre.

- ¡Vamos Turner! Sé que puedes correr más rápido- Gritaba la profesora de gimnasia mientras yo perdía un pulmón en la pista.

Escuché los gritos de Sean animándome y no pude evitar enrojecer.

Toda la clase me miraba.

La profesora decidió que haríamos el examen de velocidad de uno en uno para que ninguno hiciese trampas.

Escuchaba las voces de todos y mis nervios aumentaban.

¿Ya te he dicho que odio ser el centro de atención?

Aunque creo que ser el centro de la tuya no me importaría.

Estaba a punto de llegar a la meta así que aceleré el ritmo. Fue un error.

La puerta del pabellón se abrió. Y tú y ella entrasteis de la mano y mi ceño se frunció a la vez que mi corazón se encogía. Y mis pies se enredaron.

Y menudo golpe.

Las risas no tardaron en llegar.

Preferí mantener los ojos cerrados mientras sentía el dolor el mis rodillas y muñecas.

La profesora ordenó silencio y se acercó a ayudarme, aunque alguien ya estaba a mi lado cuando lo hizo.

El chico con el que me senté la otra vez estaba ahí, a mi lado, tan serio como la otra vez, extendiéndome la mano para ayudarme a levantar.

Agarré su mano consternada mientras murmuraba un rápido gracias.

- Eres demasiado torpe- Dijo aún con nuestras manos juntas. Su voz era grave. Y sonaba casi acusatoria.

Mis ojos bajaron al suelo.

- Alguien que acompañe a la señorita Turner a la enfermería- Escuché que decía la profesora.

- Yo la llevo- Escuché la voz de Sean detrás de mí.

Solté la mano de ese tipo.

- Bien, los demás a sus puestos. ¡Seguimos!

Sean me ayudó a andar y salimos de allí.

Nos sin antes cruzarnos contigo. No sin antes mirarte a los ojos que estaban clavados en mí.

No sin antes sentirme la mayor estúpida de todo el jodido universo.

Y no lo siento por la mala palabra.

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⏰ Última actualización: Sep 09, 2017 ⏰

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